La cara del cielo tiene cicatriz de agua. En los senos de la vereda crecieron enredaderas altísimas que hasta por la ventana se han metido. Quisiera hablar con uno de los perros que a paso apresurado, transitan la tarde entre las luces desmayadas, que en cualquier rincón se echan a dormir, ocupandoles las esquinas, los carteles de los ómnibus, los paraguas, las camperas y hasta mis manos, ya doloridas de tanto acariciar el vacío. Quisiera hablar con uno de los perros que pasan en su apacible paseo sin hogar, para que me cuenten la noche, para que me cuenten su olvido y pueda montar sin melancolía, a la indómita bestia de la tranquilidad. Los últimos rayos llegan húmedos, a mitad del silencio pasa un carro con caballo y en estas palabras hago gambetas para eludir el perfume de una flor. Es feriado.
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