domingo, enero 28, 2018

Marisa Virginia (cinco)

  Mi corazón quedó pendiendo de un hilo, no tenía dudas ya que mi procedimiento, con la determinación de mi poder y el deseo sobrehumano de contactarla, iba a surtir el efecto deseado. Sin embargo tenía miedo, muchas de mis estructuras mentales se iban a caer como piel quemada si ella respondía. Y lo hizo, a la mañana siguiente recibí un correo suyo desde los ignotos dominios de la muerte. "Lo decís porque pasé dos noches seguidas por la puerta de tu trabajo? A eso se le llama caminar. No te vi, no quería"
   Quedé absolutamente atónito, sin embargo mi consciencia estaba pronta para recibir el golpe, ya que me había instruido y preparado para dejar de ver a la muerte como una barrera infranqueable. Tomé el milagro de la extraordinaria comunicación con una naturalidad que no fui capaz de prever. De inmediato volví a intentar el contacto con una afiebrada respuesta en la que de forma solapada, por la dureza de un orgullo que creía extinto, pedía perdón por lo ocurrido. Pero ella nada. Cuando llegaba a mi casa, ya roto el amanecer, me tendía en la cama y pensaba largamente en ella, en su cabello, en su tumba llena de flores de otros amores, donde varias veces fui a cantar las canciones de nuestra murga como una ofrenda más para mí que para su cuerpo sin vida, deseaba nuestro abrazo sin fondo, nuestras miradas de fuego, nuestro sexo de mar revuelto y más me animaba a soñar que ella era aún posible. Sin embargo algo me impedía volver a escribir. Y no lo hice durante algunos días, hasta que la noche del 25 de enero, primera del carnaval, coincidente con el cumpleaños de mi jefe, salimos en ruidosa partida con los más íntimos compañeros en una gira infernal que nos llevó por varios lugares. Uno de los contertulios era propietario de un amplio y elegante bar de la zona Parque Rodó que abrió a las 6 de la mañana solo para nosotros, continuamos la borrachera con una variación del Cynar Julep, que el propietario preparó en un gran cacharro para los invitados, que eramos 8, la mezcla era sabrosa y particular, ya que la adicionaba con 1/4 oz de fernet de menta. La bacanal prosigió por varios lugares después de eso y yo terminé en el Bar Las Palmas cerca de las 10 de la mañana, donde mientras tomaba la última de la fiesta, ya sólo, me asaltó la certeza de enviarle hasta su muerte, una sentida poesía donde entreveraba realidad y mentira, amor y odio, paciencia y ansiedad en un cock-tail de provocación que sabía iba a resultar en algún tipo de respuesta de su parte. 

No hay comentarios: