Ayer tuve un duelo con el miedo y temblé, me retorcí y sudé. Pero entre gemidos y espanto, dándome la frente contra la oscuridad del espejo, el reloj finalmente aflojó la muñeca y retiró de mi gañote, la amenaza de su acero. Pude seguir, detener el dolor, oler la tranquilidad de la noche y respirar en una nueva transformación de mi propio ser.