Creo que me volví nihilista (en el sentido Nietzscheano), una noche que tomé tripa en la feria del parque rodó y terminé comiendo pizza en un bar de 18, junto a la mesa donde cenaban los integrantes de Agarrate Catalina. Recuerdo haber pasado a visitar a mi hermana y fumar junto a ella en el balcón de una medianoche de diciembre, un porro de flores, mientras sostenía que ésta época era mejor que los sesentas. Algo más tarde me crucé con Victoria en la puerta de la Conjura, y era tan hermosa. Tras despedirla y emprender mi camino hacia la parada del inter, comencé a intuir que la noche culminaría en algún tipo de epifanía acerca del sentido mismo de la existencia. Para cuando llegué a mi casa, el alba había ya cortado las primeras franjas del cielo. Fue entonces que la revelación me asaltó para siempre. No hay verdad, no hay revelación de sentido posible en ésta realidad dónde lo único eterno es el cambio abrupto y la cósmica yuxtaposición de azares improbables.
domingo, septiembre 29, 2019
sábado, septiembre 28, 2019
Ya casi es llegar
Hoy el comportamiento del arroz
En su cocción de cacerola
Me avisó que yo llegaría justo a tiempo
A cantar con la murga
Un 456 de coetc
Chifla chato por García Morales
Y un olor de carne asada
Agrieta el último roncar del invierno.
Siempre es volver a San Martín
Viaja el silencio en valijas sin destino
Ya casi llegar.
En su cocción de cacerola
Me avisó que yo llegaría justo a tiempo
A cantar con la murga
Un 456 de coetc
Chifla chato por García Morales
Y un olor de carne asada
Agrieta el último roncar del invierno.
Siempre es volver a San Martín
Viaja el silencio en valijas sin destino
Ya casi llegar.
martes, septiembre 24, 2019
Madrugada en Sarandí
El reloj golpeó un salero
Y sobre el asfalto de la Rambla
El cielo me devolvió cartas sin mandar
Su perfume se pierde
último giro de un anillo de humo
Disolviéndose hasta el horizonte
Las horas de paz
Revuelven los miedos
La finitud y lo eterno
Pelean por una amargura
De garganta.
Se alivió la vereda
Vuelve el celeste del viento
A primaveras en blanco
Las lilas y los campanarios
Serán una sola materia
Cuando agarren la madrugada
En Sarandí.
Y sobre el asfalto de la Rambla
El cielo me devolvió cartas sin mandar
Su perfume se pierde
último giro de un anillo de humo
Disolviéndose hasta el horizonte
Las horas de paz
Revuelven los miedos
La finitud y lo eterno
Pelean por una amargura
De garganta.
Se alivió la vereda
Vuelve el celeste del viento
A primaveras en blanco
Las lilas y los campanarios
Serán una sola materia
Cuando agarren la madrugada
En Sarandí.
viernes, septiembre 13, 2019
Una vida en la orilla
Los recuerdos de los sueños deben ser contenidos durante el día. Los conocidos desfigurados, los cielos amarillos, los porros en ceniceros, las casas de las ex, todo es retenido en las redes del sol de acá. Porque se vive en la noche con otra sed y otra voz, que paralelamente habita la misma realidad. Podríamos llegar a relajarnos tanto admirando balcones, construyendo ciudades de materia sensorial innegable. Sin embargo los caminos deben convivir para preservar algo similar a una sensación de cordura que lleve a puerto, los botes extrañados de cada una de las horas que transitamos.
miércoles, septiembre 11, 2019
A raíz de una emisora nocturna
Antes que nada agradecer al responsable por la banda sonora de la vida, que puso esta hermosa canción en las cercanías de una medianoche de setiembre, justo cuando el bondi pasa frente al castillo donde una vez viví. Fue en invierno, y V todavía respondía a algunos de mis correos electrónicos. Después la avenida Millán se volvió tosca o tupida de una reiteración adormilante. Flota el solo de guitarra sobre el asfalto brilloso de humedad y sigo algo interrumpido por pensar en la fragilidad. Parece que temo a la carne cayendo entre relojes que anuncian el olvido total. Siguen subiendo jóvenes de auriculares al ómnibus y una canción de La Vela Puerca me devuelve a un estado previo al de maravillarme ante lo escrito anteriormente. Retorno pareja al construir bloque de Asociación previo. Premio desconsolado una mañana perdida de enero que al ser rememorada sonríe con algo de displicencia. Ir llegando al barrio casi nunca es ir, sino volver, y así lo confirma ahora una prehistórica canción del Cuarteto... Porque yo la quise amar. Sin embargo volcanes pintaron con sangre la miseria escondida de mi pellejo. Los ojos destruyeron aquello que la mente temió para el corazón. Una botella de Zillertal voló por los aires, y eso fue todo. Se terminó aquel carnaval.
domingo, septiembre 08, 2019
Juego de asociaciones
Pradito
Visión en verde
Castillo invernal
Parada con salida de liceo
Germán Barbato
Primeros cigarrillos
Cementerio central
Maracaná
Fotos de ella
Aquel abrazo
Lluvia y cerveza
Edición de escenas de festi
Máscara de vaca
Cheff de Baker's
Destierro
Reforma retorno rebote
(Mientras el bus al ensayo
Toma un inesperado desvío hacia la rural)
Soy música fest
Visión en verde
Castillo invernal
Parada con salida de liceo
Germán Barbato
Primeros cigarrillos
Cementerio central
Maracaná
Fotos de ella
Aquel abrazo
Lluvia y cerveza
Edición de escenas de festi
Máscara de vaca
Cheff de Baker's
Destierro
Reforma retorno rebote
(Mientras el bus al ensayo
Toma un inesperado desvío hacia la rural)
Soy música fest
miércoles, septiembre 04, 2019
A raíz de un ensayo más
Tan enamorado de ésta retirada
Que cuando dice abrazo
En esa nota
Se quiebra mi esternón
Y un rumor de lágrima
Amaga a mis párpados ojeroso
Se termina el tiempo de esta Ternera
Pero otro está a punto de arrancar
Que cuando dice abrazo
En esa nota
Se quiebra mi esternón
Y un rumor de lágrima
Amaga a mis párpados ojeroso
Se termina el tiempo de esta Ternera
Pero otro está a punto de arrancar
lunes, septiembre 02, 2019
A raíz del apartamento
Hechizo de esquina pudre el cuarzo naranja de las dos menos veinte. Porque en la India existe un tipo de musicalidad que es tangencial, en algún punto, a la forma de proceder del oído occidental con acento en la posmodernidad, en la posverdad, posmetaforadedios; este azar algo absurdo y por definición inasible, es a cada instante confundido, estrujado por las sombras (iguales a tentáculos) del fantasma de un demiurgo borroneado, desdentado, creador ya devaluado, indistinguible y hasta algo soso, que por cierto rige aún se podría rebuscar para regir todos nuestros destinos. Quiero decir, nuestro dios no ha visitado la India, salvo por esa vez que se tomó unas respetuosas vacaciones en el Tíbet. Somos números borradizos en el pizarrón de un carnaval que nunca fue, y sí, puedo hablar de eso, con relativa propiedad. Las meditaciones de nivel inconciente que se ejecutan bajo el sombrero en la retirada, son como bolsas de arpillera donde diversos universos se hacen tambores, y donde es menester ser nada más que una quena de sutil capacidad escenográfica. Una particula complementaria que no busca ningún centro y que se vuelve feliz en la inaprensible fugacidad del momento presente, tiempo de bienvenidas y, a su vez, de adioses duros e irremediables, ring de soledades y de continuas batallas, arena de sangre irremediablen y de un fondo que es imposible rechazar, o acabar de abrazar de forma definitiva. Cuerda para ahorcados infinitos, sentencia de mar y coral con veneno sin nombre. Cuna de fuego y trueno para avisar que no hay comienzo.
domingo, septiembre 01, 2019
Apunte tardío
Vengo caminando por Victoriano Álvarez y al mirar para arriba, veo un nido de pájaro sobre la rama de un árbol. Gritan cuatro teros sobre un techo de chapa, gritan fuerte y casi al unísono, emitendo una señal molesta por su frecuencia estridente y repetitiva. Aminoré un poco la marcha para detenerme en la figura del nido. Todo el mundo dice de los nidos de las aves, cómo carajo hacen para construir CON EL PICO esas casitas tan adorables y tan simplemente funcionales. No alcanzo a entender en absoluto, la relación que existe entre sus diminutos cerebros, la precariedad de sus herramientas, y la capacidad aprendida de fabricarse un refugio en el que procrear, criar a su descendencia, y mirar un maratón de House of Cards, supongo. Pero en eso, al pasar de largo calle arriba, todavía bajo el rugir agudo de los cuatro teros, empiezo a notar las antenas de cablevisión. Posadas sobre los aleros en las casas de la cooperativa, y apuntando todas hacia un mismo punto en el cielo. Me dio curiosidad saber hacia dónde apuntaban exactamente. Casi me olvidaba de los nidos hasta que las mismas casas de la cooperativa eran también nidos, casitas adorables hechas por animales ingeniosos y muy religiosos, con manos de pulgar oponible. Ahí pensé que las repetitivas modulaciones de aquel alarido insufrible guardaban una estrecha relación las ondas satelitáles que en una misma vez, transmiten a Bear Grills, a Ron Schneider y a Osvaldo Gross, entre tantos otros miles de rostros familiares y nombres como los que acabo de mencionar. En eso entro arriba de mis pies, a la terminal Colón, ese temprano cementerio de cemento me recibe con aire impersonal, le sonrío saludándola para s adentros. Ya en el aire de agosto no se oía más que el rumor perdido de los teros. Ahí viene el 130 Aduana.
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