Hoy el día está soleado, en ésta latitud de monos dormidos mi mente se pierde por completo e intenta mantenerse a flote sobre aquel retrato joven, casi de niña que hoy recuerdo otra vez con profundo dolor o alegría (no sé). El almanaque, se ve, que cincha para mi lado ahora que se termina la era de la alfombra azul, donde las noches eran de Tibia y de los Redondos, ahora que viene un tiempo nuevo, un tiempo desconocido pero que promete cosas buenas y nosotros... nosotros sabremos cumplir. Mañana hará fecha de un encuentro muy especial, cuarenta y nueve años de aquel helado en la sombra y de la picadura de un bicho peludo que selló por completo un amor hasta la muerte. Yo saldré a hacer lo mío, con el corazón en la mano, ofreciendo la tierna paloma de mi amor al tiempo que regresa cargado de sospechas de eternidad y de susurro, de invitaciones y esperanzas. 18 de Julio me verá engalanado para recibir al futuro que tiembla de nervios en mi interior y hará una cuna para las mejores palabras que tenga en el fondo escabroso del corazón. Quisiera poder contar el secreto que me apabulla el alma en éste día de enero en el que irremediablemente siguen los caminos, pero es que ni siquiera puedo formularlo con claridad para mi mismo, ni siquiera puedo encontrar en mis adentros la llave que abra el nido de golondrinas que clama libertad en el fondo de mi pecho herido. Yo solo espero, un poco verdaderamente desesperanzado, poder salir a hacerle honor a la fecha y con mi mejor sonrisa, saltar hacia adelante.
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