En este día tan particular donde confluyen los rayos paralizantes de la realidad y la fantasía, me encuentro conminado a aferrarme del mástil de este barco hasta que pase el huracán que tiene nombre de mujer. Lo peor sin dudas es cuando arrecian los vientos y calma la lluvia y sale el sol y la luna y las estrellas y el azul y un calor y una nota colorida enturbia el aire con recuerdos hermosos y el espejo ahora me devuelve un ritmo cansino, una súplica anhelante, un deterioro hacia la regeneración de las células de mi cuerpo de tu recuerdo de todos los días. No hay ahora más que este desfile de letras que me llevan y me traen en reversa o casi a la velocidad del dolor hacia adelante. Miro y descubro que me miro mientras guardo silencio y salto mortalmente hacia un nuevo silencio que me colma de sangre la lengua y de angustia silenciosa en la mirada, igual a penas puedo me río y tolero con el pecho hacia adelante el continuo embate de esa ausencia que está presente en todas partes. Soy lo que soy, hecho y desecho, análisis y hecho, me duele el pecho y veo la tele, levanto esa letra "L" que me quedo tatuada y preparo una coartada para abandonarme sin culpa, desenamorarme, desenvolverme y tratar de olvidarme de esa acabada mirada aplastada por tu pulpa. No alimentarme después de la medianoche, evitar el coche que me devuelva a tus orillas, me rasco las patillas y lagarteando frente a la estufa me arranco la mufa y la tiro hacia adelante para pisarla y mientras lloro y me seco las lágrimas, escupirla y acabarla.
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