En la noche del entrevero
los pies sobre la luna
y una mirada secreta
de subterráneo acercamiento.
Miré tus ojos contra la luz de la fuente
una burbuja flotaba en ellos
yo tenía algo para decir
y solo podía cantar para adentro
la canción que me hace feliz.
Después, el barrido de la cerveza
la efervescencia y el ensueño de la cebada
nos pusieron en otro lugar
donde escuchamos bien de al lado
y el alma quería bailar entre cometas
y aves de la madrugada
No había ni aire ni frío ni ferocidad
ni más arrebato que el de dos pulsos contenidos
sonrientes de haber pedido una última vuelta
y volcando sobre la mesa
la señal de una bienvenida.
Guiñadas y roces bajo la mesa
se fueron enredando despacito
en un balbuceo de las doce de la noche
y una invitación...
que terminó en tus brazos
misterio del día y del viento
que trajo aquella amplia sonrisa
vasta soledad de un mar sin palabras
entre el silencio de blandengues
y mi oscuridad de lago sin frontera
acaricié tu pelo...
e iré de nuevo,
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