Busco en una pitada de porro, desarmar la ansiedad que me descarga la espera de su respuesta. Encuentro ciudad vieja y una distancia con el mar, que por pequeña que sea, me impide fundirme en su serenidad y abandonarme a las delicias de la dicha de su profundidad. La soledad me encuentra a mí, en una maniobra análoga a la inversa. Me encuentra despatarrado y con los posteriores endurecidos de cansancio y falta de estiramiento. La siento, de igual modo, por todo mi cuerpo y esta tarde pensaba que tal vez este amor tan intenso y apasionado responda únicamente la más primitiva de las urgencias: perpetuar la especie. Cómo le dije aquella vez en la desnudez de su alfombra gris, "esto que sentimos ahora, después de hacer el amor, es el último motivo por el que la raza humana no se extinguió todavía." Ella no entendió en ese momento, estaba embebida de las hormonas que el universo diseñó exclusivamente para que la vida tuviese un sentido trascende, de orden superior e incluso hasta divino. Perfora la noche el ruido del camión de la basura. Lo siento en la intimidad de mi alma como una contestación vacía que me da mi noche, que me escupe ardorosamente la noche para espabilar la magnitud de mi deseo. No caigo en la cuenta. No responde y seguramente no lo hará... Ojalá mañana como hoy, despierte con un mensaje de ella, que tuvo el tierno gesto de mandar quince minutos antes de las seis de la mañana. Con el sol más que arrebolado tostando las arenas diáfanas, después de su noche en Valizas y después que pude imaginar con encarnizada paciencia, el salvajismo de su farra en la perfección de la noche de Rocha. Cuando desperté en un asalto de estas y otras emociones, ví su mensaje... Una caricia de amor entibió mis venas antes de partir a trabajar y gocé al afrontar un día de pobre desempeño, sumido en una sonrisa secreta, que me hacía creer incluso que la vida misma, en toda su misteriosa infinitud, se colaba en mi propia carne para buscar siempre el camino de mi amada distante... De mi reflejo en las líneas paralelas, su abrazo, lugar al que pertenezco más allá de esta vida, será el refugio de todas las confusiones y algún amanecer entreverados volveremos a cagarnos de miedo al sospechar, que esa cosa tan tremenda que nos pasa es la vida misma.
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