miércoles, febrero 03, 2021

Rastreo

 Hoy me acordé de otra tarde en la que también llovía así como hoy, poco, finito y de a ratos. Resulta que andaba por Agraciada igual que ahora, o capaz era por San Martín e iba a agarrar Millán. Sin reconocerlo del todo, sentía que una docena de dragones adormilados, se mecía suavemente tras las nubes que encapotaban el cielo. Andaba con una mochila negra, y las luces cortas de los autos, se multiplicaban y expandían en las gotas que se escurrían de los vidrios. Me acuerdo cruzar la calle corriendo, alzar mi brazo en el aire ensopado, sudar como se suda en el verano, anhelar como se anhela cuando casi todo es falda de cerro helado y ausencia cómo nieve sucia, y cruzar la calle corriendo. Pero ésta tarde voy en ómnibus, vuelvo como ando volviendo siempre, atrasando para adelante, encerrado en la neblina que sitia la ciudad de oeste a este. El Prado como suspendido entre las penumbras perfumadas, con sus casonas que se parecen a perros grandes y cansados, protegidos de la lluvia en el abrazo de los árboles que susurran secretos pasados. 

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