viernes, mayo 02, 2014

Carta al Señor N. Ejemplo de correspondencia insospechada

Estandartes de madera acostados
 sobre los blandos y húmedos lomos de un barco remero
carteles sin esperanza nos anuncian que tal vez... 
si brillará un poquito más el sol
nosotros podríamos...
Premio de intemperie que nos regala
 algo así como un dolor motorizado de mieles perseguidas.

Rincón del tiempo donde florecen azucenas. 
Nube de polvo volando hacia el alba...
 el humo del cigarro, de nuevo como un dragón
despellejándose en el aire.

Y después están los ricos
goma silvestre de apretado corazón
 y grandes sombras como sonrisas en sus rostros. 
Canturreando entre el polvo de huesos, 
silbando melodías rotundamente mayores
en la descansada pero alborotada libertad que les producen
 los guardias de juncadella retirados,
 apostados en garitas de madera
adornados con jandís.

Las sandías de su infumable bonanza deslumbra a los del barrio
 y se desgajan al alba como una mandarina flotante.
 para desconfigurar sus montañas de billetes
y sus bravas minas de caníbales zafiros. 

Yo acá raspo la olla de la existencia,
 encontrando sabores inesperados, 
paredes pintadas detrás de la muerte
 y rojos murallones de culpa
 dentro de la extensión de mis complicaciones.

Tomé demasiada ceniza
 en los incendios a los que fui invitado
 y ahora me arden los ojos como al Andy,
 mientras redirijo todo mi entusiasmo  
(un poco químico)
 hacia los altos árboles del monte
 a los que hubiera querido removerles
 ese abominable ojo-hoyo que tienen en sus troncos,
posados y creciendo bajo un sol más tibio que cálido, 
que es, logicamente, 
un sol de invierno y de lluvia,
 de raíz amarga y de insaciable ansiedad de devorar... 
aunque más no sea la luna pequeña que es saboreada por las frías nubes de un mayo que recién arranca.
Volveré a escribirte, con alguna noticia más fresca.