sábado, julio 30, 2022

A raíz de otras pesadillas

 Inicia nuevamente la hora en la que el glaciar se vuelve cielo y la torcaza en el naranjo, recitando de memoria su tímida invitación de siesta va a vivir ahora sólo como un eco del ayer. Negra la tierra sobre la tumba, volará hacia el verde iluminado por el sol, lentamente hasta volverse último brillo del mediodía. Un piano va a querer ser viento y una guirnalda marchita por el invierno, se va a soñar orquesta o milagro en medio del silencio. Por supuesto se oyen ladridos que anticipan la noche, hoy, mucho mas temprano. Allí en el cante nunca para la música del caribe, la luz quieta es parecida al swing caderoso y monumental del baby bass. Se cerró un intimo batallon de penas, se puso cadena en la tranquera de esperarla despierto. Sin embargo hoy mismo me acorralaron las pesadillas y embotado en somnoliencia he luchado por mantenerme a flote en la vigilia, sabiendo que el mal sueño me esperaba intacto. Dos o tres veces me ganó la pesadumbre y comprobé con pánico previsto que la pesadilla no iría a ninguna parte, asi que me levanté de la cama. Era temprano. 

martes, julio 19, 2022

Entrada 1700

 Decir viaje en ómnibus un martes a las diez de la noche es decir avenida Garibaldi, es decir podcast sobre el japón feudal y tomarse un vino inventando universos de posiblidades, es escuchar al compañero en su febril disertación sobre proyectos que quizás sean el futuro. Son como maquetas las cuadras de bulevar, las amarillentas crestas de unos cuantos recuerdos del Brazo Oriental, mi perra Maggie, la calle Luisa Domínguez y partidos de paleta en tardes veraniegas cuando un teléfono nos dirá que alguien querido se va a morir. Ayer llorar, reír, decir mentiras y verdades en intermitencia impredecible, renacer, remorir, rezos nuevos de almas dolidas, mujeres olvidadas, amores de sangre entre flores de verano. Decir viaje en ómnibus un martes a las diez de la noche es decir que se recuerda a Julio César, que a pesar de que todo parece estar un poco más lejos de lo previsto, vale la pena igual estirarse padeciendo quizás, agradeciendo sin dudas, legados que inspiran las batallas por venir. También en este otro barrio del Prado supe soportar el frío, sobrevivir un invierno de pasos de cangrejo en húmedos castillos donde escaseaba el alimento y dónde un té con una galleta de campaña eran motivo de humilde festejo. Esa época en la que llegaron sus últimos correos, en la que vivía pensando en la historia de un viaje a Rumanía que jamás terminé de escribir. Los relojes se han manchado con borrones y escupidas de los dioses desde entonces, la sal que resquebraja mis amores es ahora una paciente espera del cristal definitivo. Parece mentira cuánto me acuerdo de mi primer poesía, aquel invierno nevado del año 1997, cuando mi alma vieja habitaba todavía un cuerpo lozano y virgen, lotería de venenos y talismanes al borde de un amanecer donde no faltaron la sangre y los saqueos, las grietas y pústulas de una generación hecha para el quiebre. Me debía está capitulación melancólica manchada con Faisán, estos dedos amarillos de tabaco al compás de un viaje en ómnibus que insiste en ser lento y pegajoso, como de última pulsión de cielo, como de sueño de mortalidad hacia el abismo de las almas. 

domingo, julio 17, 2022

A raíz de otro domingo en la aduana

Cantan las presencias en su vertiginosa fugacidad, cantan sin importar la destrucción de todo cuanto nos rodea, afinan y desafinan en cromática letanía. El teatro Solis, ya en otro orden de cosas, este domingo prevalece ante su desértica explanada, su piso de ajedrez sigue viendo fijamente los balcones del hotel en el que una vez fui un enamorado dichoso, atestiguando una luna menguante que nada más ayer brillaba radiante en las fachadas centenarias de la aduana del mismo modo que en los felices jardines de San José de Carrasco, donde crecen las niñas hermosas que jamás serán hijas mías. Pero ya basta de remedios caseros para venenos imposibles, hay que atacar la carretera y alzar las lanzas de la miserable virtud para resistir otro invierno y reverdecer como se pueda cuando vuelva a cantar una murga. 

jueves, julio 14, 2022

A raíz de una descorazonada

 Anoche una tristeza reclamó mi dormitorio y apenas dio la medianoche, su abrazo se volvió una serpentina para mis secos lagrimales de pescado. La certeza de que cualquier retorno es imposible, de que el único camino es hacia adelante y hacia afuera se volvió un arsénico dulce y remoto desde cuyo insomnio sentí frío. Entonces se consumió la última brasa de mi estufa y pude sentir vivamente las garras de cuervo de la inmensidad arrancando de mi pecho esperanzas recién nacidas, pude leer en mi obituario la dramática firma de esta ordinariez absurda, una insignificante huella dactilar destinada al eventual olvido de las eras por venir.  Esta tarde palidecieron los balcones al influjo de una llovizna plateada y sucia que espantó súbitamente a las palomas del cordón de la vereda. Aquel sol débil pero brillante que tuvo el mediodía vuelve a esconderse ahora en un misterioso anuncio de tormenta y de frío. 

martes, julio 12, 2022

A raíz de un tango

 En el medio del invierno viejas luces de un tormento desfilando en un vaivén, adornadas con recuerdos y con fotos de otro tiempo, se detienen para ver. Tarde triste y luna llena como un árido complejo de ilusiones sin cuartel. En mi pecho un carcelero, en mis manos los bomberos y tu risa de oropel. Se alejan ya tras esas nubes las trazas últimas de aquel sueño que fue fragua del verano y gris sombra de un clavel. Volver ha sido declarado imposible, solo un avanzar cansino hacia la sierpe, procesión de ausencias, hondo gesto de la piel.