martes, julio 19, 2022

Entrada 1700

 Decir viaje en ómnibus un martes a las diez de la noche es decir avenida Garibaldi, es decir podcast sobre el japón feudal y tomarse un vino inventando universos de posiblidades, es escuchar al compañero en su febril disertación sobre proyectos que quizás sean el futuro. Son como maquetas las cuadras de bulevar, las amarillentas crestas de unos cuantos recuerdos del Brazo Oriental, mi perra Maggie, la calle Luisa Domínguez y partidos de paleta en tardes veraniegas cuando un teléfono nos dirá que alguien querido se va a morir. Ayer llorar, reír, decir mentiras y verdades en intermitencia impredecible, renacer, remorir, rezos nuevos de almas dolidas, mujeres olvidadas, amores de sangre entre flores de verano. Decir viaje en ómnibus un martes a las diez de la noche es decir que se recuerda a Julio César, que a pesar de que todo parece estar un poco más lejos de lo previsto, vale la pena igual estirarse padeciendo quizás, agradeciendo sin dudas, legados que inspiran las batallas por venir. También en este otro barrio del Prado supe soportar el frío, sobrevivir un invierno de pasos de cangrejo en húmedos castillos donde escaseaba el alimento y dónde un té con una galleta de campaña eran motivo de humilde festejo. Esa época en la que llegaron sus últimos correos, en la que vivía pensando en la historia de un viaje a Rumanía que jamás terminé de escribir. Los relojes se han manchado con borrones y escupidas de los dioses desde entonces, la sal que resquebraja mis amores es ahora una paciente espera del cristal definitivo. Parece mentira cuánto me acuerdo de mi primer poesía, aquel invierno nevado del año 1997, cuando mi alma vieja habitaba todavía un cuerpo lozano y virgen, lotería de venenos y talismanes al borde de un amanecer donde no faltaron la sangre y los saqueos, las grietas y pústulas de una generación hecha para el quiebre. Me debía está capitulación melancólica manchada con Faisán, estos dedos amarillos de tabaco al compás de un viaje en ómnibus que insiste en ser lento y pegajoso, como de última pulsión de cielo, como de sueño de mortalidad hacia el abismo de las almas. 

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