martes, diciembre 29, 2020

Bajada 72

 Cucharada de vapor en mi café 
una lágrima empapela la ciudad
el tablado que cerrado va soñar
tu perfume del verano que se fue

Recorrido un poco chungo
direcciones nunca claras
cruzan como si nada

Veredear, enlunar, vinosear
cantar enredadera en el montón
mi murga que camina en la ciudad

Corazón de otro ayer
Todo tiene un final
volverá a amanecer

carnaval! 

miércoles, diciembre 16, 2020

Sobre el agua

 Borra el rastro del día un aire de agua, las puertas están calladas, serias, alguien diría sumisas.. yo le voy a decir anhelantes. Una gotera tamborilea canciones de un pasado ahora borroso, siento que el tiempo es un truco de magia que casi siempre nos deja insatisfechos. Me parece que nos engaña el color blanco de los artefactos del baño, debería alguien redimir las duda, las penas y dolores que quedaron esparcidos entre cartas de amor sin respuesta. Tormenta silenciosa que apenas respira tras el cielo celeste. 

sábado, diciembre 12, 2020

Aquel abrazo


 Ayer a ésta hora el 124 cargaba unas 30 personas amontonadas en 18 y Andes. Se hacía carne el atardecer en el centro, poniéndose grisáceo el celeste antes de rebotar en los vidrios sucios de la calle Mercedes. Hoy el atardecer es de oros líquidos y amarillo limón, parado cómo un viajante que se recorta en la lejanía, hay gruesas nubes color carbón que inflan el horizonte, en el barrio hay candonga, hay bajos de son cubano atravesando todos los muros que hay hasta esta cama, hasta esta penumbra en la que estoy tirado sin remera. Rememora hoy el azul ensueño de la noche, aquella noche donde te encontré en la vereda, noche de día pesado de calor como la de como hoy. Flotaban miles de libélulas en el aire, el agua era un monstruo largo que crecía sin frontera, y colgada en un árbol de la calle Trueba, una mandrágora lloraba electrizando todo. Sobresalientes de erótica leyenda, las miradas se chocaron. Después el living, el olor de tu casa, la bebida que fue enredando la sorpresa sideral de las almas, las letras de murga que engalanaron tus labios de reina del arrabal. El pulso precipitado de quienes se desean hace varios meses y todavía no pueden concretar, esa era la noche, vos venías de Madrid, de Israel, de Denver, de Ottawa, de las cataratas del Niágara y no llevabas más de 10 horas de haber vuelto a Montevideo.  Pero tenías que irte rápido (cómo siempre), por eso esperé en el living que te cambiaras de ropa. Cuando volviste nos besamos. El aire afuera estaba empapado de rayos y Palermo era sede de seres mitológicos, minotauros y sirenas imponentes, altas hasta el cielo, tu mano en mi espalda,  pero ya tenías que irte, me iba a quedar con la heladera al hombro, un auto estaba frenando en tu puerta para llevarte. Nos soltamos y entonces siete rayos descargaron al unísono, formando casi un círculo alrededor de la ciudad de las bestias menores. Todo el aire quedó blanco, todo se quemó por una fracción de segundo, pero entonces un segundo diluvio cayó como una bomba de agua universal que cauterizó diciembre y nuestras vidas desde entonces. No te fuiste. Todos los músicos del recital al que ibas a ir se cayeron de culo y tuvieron que volver a enfundar sus guitarras para que no se las comiera la lluvia, la persona que te esperaba dentro del auto, solo llegó a estacionar por diez segundos, se iba. Te quedabas...






domingo, diciembre 06, 2020

Escribir queso

 


Occidente todo lo come con queso. Nuestra civilización se volvió una turba de zombies del queso en la que sólo "más" es "mejor" Vi a un aldeano pakistaní (de una villa perdida de Alá, en medio de la más cruel montaña) de setenta y pico de años, en el canal Reactistan, que al probar por primera vez en su vida un cacho de pizza napolitana preguntó, en su caprichosa lengua: "por qué todo tiene que tener queso?", para rematar con la siguiente reflexión: 

 -Qué pasaría si a algo no le pusieran queso?

 Manifiesto ser uno más de estos zombies, un cuerpo que ha sobrevivido a base de queso, tomate y harina, mal dotado con ese paladar tapado con grasas y almidón que tenemos todos los Montevideanos. Para mí que chorree la muzzarela es uno de los símbolos más representativos de lamentable ostentación de un proletariado desposeído de inquietud cultural, pero profundamente afectado por la idea de un lujo persa (que desconoce), mal criado en latitudes dónde los influencers gastronómicos te meten el queso por los ojos , vulnerado por la vanidad hedonista de la novelería, e incansable persecutor de esa imagen vacía por su excesiva suntuosidad. Esta idea se ve amplificada en la irrupción del queso (?) chedar. No puedo decir que no me gusta, porque la verdad es que sí, pero ese no es el punto. Cada 100 gr de chedar, te comes 6 de solo de sodio, y después 33 gr de grasa, 21 de los cuales son saturadas. El feta nada más, por poner el otro primer queso que se me vino a la mente, cada 100 tiene 20 de grasa (21 saturadas) y sodio 1 miligramos, contra los 6 gramos de sodio que tenía el otro. La mozzarella fior di latte, por otro lado trae 16gr de grasa cada 100 (11 saturadas) y menos de un gr de sal. No hace falta seguir detallando una a una, las muy numerosas variedades de éste producto lácteo. Desde el camembert, hasta el gouda, pasando por el parmesano (y toda su prole de imitaciones), el mascarpone, la ricota, el provolone, el suizo y el cuartirolo. Reconozco haber dicho que no era necesario enumerar todas las variedades, sin embargo no puedo escapar de mi condición pariente de la de Monterrey Jack (el personaje de Chip y Dale, no el queso) y ni bien me propuse no enumerar, comencé a hacerlo.. y podría seguir, pero tampoco me interesa retomar el punto, porque sería renunciar al propósito de carecer de punto en este breve texto. Pido disculpas si por un momento di a entender que el punto era la preferencia caprichosa por un queso de dudosa procedencia como el chedar, en detrimento de todos los demás. Tampoco era mi intención versar sobre ese costado de nuestra civilización global que de manera permanente nos quiere reunir a prepo bajo la bandera de una industrialización despiadada, que muestra su cara más feroz en los alimentos que minuto a minuto la humanidad mete dentro de su cuerpo con la más pasmosa naturalidad. Es verdad que por un breve momento intenté explayarme sobre el crimen que se comete contra el trigo antes que lo metan en esas tristes bolsas de papel, bajo el engañoso rótulo de harina de trigo, ya que en realidad se trata de harina de endospermo de trigo (parte menos saludables del noble cereal, que a su vez es la que más gluten produce, para único beneficios de una vida en la que se busca minimizar las esperas sin reparar en consecuencias), blanqueada químicamente y adicionada con ácido fólico, cómo para poder decir que tiene algún tipo de nutriente. Por favor que nadie vaya a creer que esto se trata de un alegato a favor de la vida ni a favor de la conciencia ni de la salud pública. Sólo quería escribir queso.