lunes, abril 30, 2018

Sola noche

Radio New York Live acaba de poner The Passenger de Mr. Pop. En el desvelo placentero de mi cama, escucho solo el Lailaleo que mandan from the very heart of Manhattan. 

Me paso para una de Smooth Jazz y la semilla de la madrugada germina en mi vientre, volviéndose nube, grito y ráfaga cortando el cielo rastrero. Un contrabajo a tierra vuelve gelatina al silencio por fuera de mi auricular, golpean las corcheas de la batería y yo que la tuve tan presente, bellísima V.

 Leo las hojas repetidas de algún sentimiento que se le escapó al amanecer, ebria de mi sexo y del vino infinito que solo existió en nuestro abrazo, en nuestro roce de manos fugaz , perdido ahora tras el telón definitivo de la distancia. La música ya se enrareció y tengo que buscar otra cosa en la FM de este mundo lleno de ondas y de frecuencias que lo atraviesan todo, menos mi amor por ella. 

Aterrizo de golpe en una de chill out, vengo de fracasar en otra de música clásica, pasaban una escena sonora demasiado narrativa para mi estado de ánimo.  Desde la robótica y la fusión de los sintetizadores, parece que no quedara ni un huevo que no haya sido cascado. 

Como si todas las aves volaran. Pero no es así, y llenos de crudeza nos retovamos ante el destino y paff.. Nada sucede. Queda atomizando una gotera en los ecos de la noche y un mosquito demasiado agudo me despierta una súbita y resignada ira, al tiempo que la aplicación de radio se detiene sin aviso para que yo siga repitiendola en mis dedos, en mi abdomen, en la voluntad irremediable de mis esfuerzos. 

domingo, abril 29, 2018

Fuegos en la nieve

Todavía hay reclames cuadrados flotando en la ternura del domingo. Alienígenas en la televisión, realidad aplomada, huella que se demoró en la lluvia. Un café en la mesita ratona que está sobre el suelo donde le hice el amor una vez. Yo fui a comprar guaraná y la noche tenía eternas tropas de mendigos, dispersos, húmedos y aferrados a un despojo que reconozco humano. Me muero en el cerquillo y la sonrisa de Felicitas. Giro y me pierdo entre sus morrones y su ojo de bife. Es que una mujer cuando cocina con amor... A mediodía me perdí buscando sus ojos en cualquier fotografía y al encontrarlos temí al sospechar que todos sus abrojos prenden todavía en la capa donde mi noche es eterna y la suya es casi ya menos que un recuerdo. Y siguen los reclames cuadrados, y rompe la noche en el murallón de la noche por Cebollatí. Y yo en la Unión elegí no cantar este domingo, elegí la televisión y el postre de bajón solitario, amainar dolor de gambas, dejarme estar fané después de incontables semanas de bar, de madrugada continua, de miles y miles de caras que, pelotudeando en el salón de Baker's, brillan idiotamente contra la luz de su Whatsapp. Don't be one of them, me repetía mi cabeza anoche, cuando en medio del servicio de las 100.000 pulsaciones, los cuerpos adormecidos por el escabio y la multitud me llevaban puesto, al son cobarde de su constante desentenderse del otro, de su "ya no puedo ver al que está al lado", cobardes en su elección de soledad, como yo, este domingo donde volví a extrañar su cabello negro colgar en aquel abrazo. Me voy con Mallmann a sus vientos del sur. 

A huevo

Dejo una marca
Un borrador obligado
En medio de mi sequía.

Digo que la poesía me aparta
Y que una débil voluntad
La persigue casi con desgano

Lamento hacerlos esperar
Pero así es...

Casi todo lo que escribo
Me duele un montón
Entonces me repliego
Y pongo juntas estas palabras
Que podrían ser demasiado
Si fuesen algo. 

sábado, abril 28, 2018

No lo pude hallar

Minuto de ébola
Mar en una paciencia
Que atropella
Un desfile de luces tristes

Me duele esto
Me desgarra escribir
Haciendo de cuenta

Necias las musas bailan
Lejos de mi caverna
Erato con sus lunas
Pretende no conocerme
Y la veo aletear
Contra las luces mojadas

Un taxista viejo
Me devuelve a mi colchón
Y yo la extraño
Y me jode admitirlo

Y el viento junto a la murga
Se mofan huyendo

lunes, abril 23, 2018

Borrador al Barrio

Cruza un domingo por ese espejo
Pasa chiflando una canción
Y de nuevo en Las Palmas
En medio de otro florecer

Valor y contralor
Teclado roto
Sentarse a escribir
Vencimiento aplazado
Rotación y humanidad
Haciéndose pedazos
Sobre el cielo de Canelondres.

Azota un resplandor apagado
Las bajas carpas del cielo
Se hacen arroz todas las princesas
Y la muerte se jubila un momento
En la esquina de mi barrio
Donde las flores del otoño se desmayan
O te encontras los monstruos del silencio
Atorados tras recuerdos
Tan solo hechos de sombra
Y algún tipo de amarra.

Acá también hay adoquines
Y las plazas perecen
En un tránsito de mendigos
Que se insinúan constantemente
Bajo los aterradores racimos
De un par de luces naranja.

Acá cerca está el Pasteur
Que ruge como lamentándose
Un pabellón de tango y de mulas
Que se irán volviendo ceniza
Conforme la madrugada
Se vaya haciendo cargo de todo.

La contraseña Saltimbamquis
La Unión de curvas 
  y de rectas infinitas.

Borde cascado
Pretil que se aferra
Al borde del derrumbe

Noche convaleciente
Alianza tácita
Entre la voluntad 
   y el tiempo. 

Nacer al otro lado del tiempo
Para desvincularse 
O ser capaz de erigir un obelisco
Que nos defienda de la muerte
O la desgracia

La Unión de cordones
Y veredas todas partidas
Cantina y tubo luz
Los fantasmas de la feria de Serrato.
Unión con la guitarra del viento
Con mayúscula arrogancia
Con la humildad del diariero
Y la mirada mordáz del cuidacoche.

La tarde es igual a la mañana
Junto a los carros de pancho
Que germinan entre los que venden
Puchos de contrabando
Hasta la última hora de luz
Cuando todo se vuelve ladrillo y gris
Todo otra vez madrugada y péndulo
Ráfaga de cristales como langosta
Devora el presente.



domingo, abril 22, 2018

Caudal

Por qué la esquina de Paysandú y Ejido significa tanto para mí. Por qué la luz marchita, enredada en el letrero de Bonilla tiene ese efecto en mí, que en usted, lector, se vuelve nada más que una mera referencia geográfica y unas ganas de pasar página. Cómo haría para que la palabra "Natural" tenga en sus ojos, el revuelto de cangrejos que en mí corazón es casi total e indiscutible. Cómo podría yo escribir "abrazo" para que usted sienta esa sed ancestral que me habita, para que usted vuelva a descubrir a través de esas 6 letras, lo que en mí es casi todo lo que existe. 
Estoy conociendo los páramos más inhóspitos de la fatiga. Estoy conociendo al ángel de la soledad, que entre la incontable multitud, cuida de mi desbocado afán, reparando con devoción de amante, las alas rotas de mis labios. 
Cómo escribirle esta nota de amor y de fiebre al borde del olvido sin tener que mencionar su nombre. Cuánta eternidad cabe en el olvido. Qué Astophet de mierda fue la que nos arrojó el uno al otro, hacia esta instancia en la que apenas seremos "somebody that i used to know".  Cuántos caminos, insospechados o cantados, harán falta para llegar al puerto donde mi deseo encuentre nuevos afluentes. 

sábado, abril 21, 2018

Y dormir

Meditado volver
A las Palmas
Me aguanto el orín
Y me duele un poco

Son ya las 6 y media de la mañana
Pero todavía no amanece
Una ventana de celeste viejo
Ostenta una trasnochada de viernes
Mientras abril es un bandoneón
Y acá hay cerveza para rato.

Hoy, Sebastián Teixeira
Cantó a capella, para el equipo
Cuando el bar hubo cerrado
Su voz, junto a la lluvia
Fue, aunque me parezca raro
Una luz que detuvo el tiempo.

La noche con lluvia sacudió espejos
El mundo de gris rojizo
Desencadenó hileras de conventillos
Y acá ahora sí, el amanecer
Cocina frías compotas de sueños
Para contener el sábado
Que se nos viene arriba.

De pronto en mi mesa
Hay 4 personas
Y sus ojos brillan
Como queriendo algo
Que no querría
Ni podría comprender.

La alarma de una pick up 
Se fue de mambo al gritar
Por guayabos, junto a mi mesa
Y hacer de 25 segundos
Una catástrofe insignificante

Las rubias gruesas del amanecer
Me miran llenas de libido
Pero  me hacen volver a tierra
Cuando creo que mientras escribo
La charla en la mesa se enrareció
Y ahora hay apologias
Y se menciona a Cicerón
A Rick y Morty
Y a Martín Freeman
Y el mozo nuevo nos cambió de mesa
Y de 5 personas, 3 se llaman Federico
Póquer de Efes.
No conozco a casi ninguno.
Me dejo ir un poco.

Entonces alguien me trae a la Unión
Y me fumo un último cigarro
En la luz de una mañana de sábado
Que la lluvia aún no ha soltado del todo
Y viene un tapíz como si fuese un auto
Y quisiera entrar, para acostarme
A dormir. 

viernes, abril 20, 2018

El aguante o la resistencia

Dos aves cantan entreveradas, provocando al amanecer.  Todavía es todo noche la ciudad. Llego abatido a fumar sin esperas, el último aliento de la madrugada. La musa me ha dado vuelta la cara y no paro de sentirme un poco vacío. Las palabras me invitan como mirándome con pena, pero en medio hay un vidrio, sonrío triste y hago otro poco de tiempo en la parada bajo la torre de canal 4. Es como si estuviese drenado, envuelto por el calamar tormentoso de la soledad. Apenas recuerdo el día, con su río de corbatas y sus pezuñas llenando los bondis. Mi cerveza va perdiendo efervescencia y ganando temperatura, chapaleando en la humedad con que el tiempo ha inundado mi corazón y vaciado mis manos de versos y carreteras por donde flote la luna en danza y llamarada. Hago que espero un taxi pero en verdad me deutve a juntar mis escombros y echarlos en un asiento para llevarlos a casa. La murga que escucho suena a purgatorio y a epopeya de amor que se astilla en la lejanía de su océano. Supongo que este gusto ha de tener el desamor y la resignación a una vida sin su abrazo. 

martes, abril 17, 2018

Tres estrofas de una vieja retirada

Vuela un perfume de ciudad
Rompiendo soles con las alas
Gira y empieza a amanecer
Llega el futuro con ganas

Vamos de nuevo a renacer
En la más frágil realidad
Y a descubrir la mañana
Para escuchar su verdad

El viento que arranca las hojas
Del árbol que nos inventamos
Y un miedo que se desaloja
Ya no nos quema las manos



domingo, abril 15, 2018

Sostener algo

Vieja arrogancia de saberse mortal. Paseo en las nubes, los ojos enceguecidos de tanto placer. Las manos azucenas, tomadas con única levedad. Llovió y vino la noche lavada y fría, como un solo de retirada que la clava en el ángulo. Es casi increíble cómo ando en taxi, impensado en épocas anteriores, no demasiado lejanas, cuando era parecido a la brisa o al viento. Apagón en 8 de Octubre. Magia de todos los cantores que no han dejado borrar sus pasos, sobre el polvo de la eternidad. Pero qué te voy a decir de la eternidad, esa culebra que se come a sí misma como un juego de mierda, al que está sujeta sin que le importe. Lo absoluto es el abrazo. Era nuestro abrazo, absoluto era mirarnos a los ojos, y descender sin salvavidas al fondo de las pupilas, que revelan sus secretos en códigos larguísimos, cuya exacta configuración ya en verdad no recuerdo, y me da pena, o cariño o ternura, pero me da para escribir cavernas y atardeceres de invierno, donde la luz era la exacta y su pecho perfumado de lavandas y de tigres, me esperaba convulsionado, con un ramo imaginario de azahar, temblando en peligro. Me cuesta abrir la ventanilla, forcejeo al tiempo que Troilo, en mis oídos, va embadurnando la noche con pedazos de conventillo e interminables callecitas de adoquín, donde una Luna pelea entre los balcones y donde las plazas duermen su misa narcótica. Mi mano aturdida se niega a repasar los contornos de su pelo, mi piel toda aferrada sigue evitando los extensos laberintos de su recuerdo. Las fachadas y las puertas de madera, se me antojan a esta hora, como tapas para hornos apagados, en los que se cuece el germen de esta ciudad de tiza y de jazmines. Entre ahogos sigue la murga, ave de paso que aborda silencios y soledades, para dejar sobre el pensamiento, la simplicidad de sus acordes y su cadencia de gorrión, ave cantora de callejones y baldosas. Me percato lo larga que ha sido la noche y me imagino el día como a una piscina sonriente en la que todos flotan, menos nosotros, los que somos la noche. Los que hacemos La Noche. 

viernes, abril 13, 2018

Raíz de maíz

Vuelve a volar
La rosa fugitiva
De su lejanía
Vuelvo a volcar
Y vuelco
Vuelo en su vacío
Seco en penumbras
Con arroz en los rincones
Y amaneceres parecidos
Como pétalos
Que van saliendo.

Corta la madrugada la katana
Y la guitarra es como un pulpo
En el que el mundo adquiere
Un sentido inexplicable.

Un pabellón de viejos transparentes
Tras la ventana, volverá a dormir
Y entonces de vuelta
Volver
A pensar
En su amor. 

jueves, abril 12, 2018

Tan

Vuela la despedazada golondrina, revolcándose en sus cadenas, la noche noticia vieja que me encuentra con la soledad de la lluvia antes del amanecer. Una onda. Un jardín inmóvil. Finales que se acumulan con relojes abandonados, mientras la multitud que duerme, de a poco se irá despertando para ir a trabajar. Por eso en el instante justo de bajar, la musa se vuelve un tango de Troilo y yo la sigo, la voy siguiendo con algo que tampoco es la vista. Si me preguntan diré cisterna, diré súbito galopar y montones de vueltas dando vuelta adentro de una vuelta un poco más grande... Y así.

 Más guapa que nunca aparece en mis labios, a mala hora, el trazo definitivo de su recuerdo. La materia latente que desafía al olvido y que se resigna noche a noche a un recuerdo idealizado y una señal. Vacío rebota en la lluvia que sigue picando, rejunte de bandoneón, trueno del piano y se va.


Bella Bartok

Noche como brócoli
En la vereda un sucio elíxir
Es el alma de la ciudad.

Llueven botellas
Y el cielo es un abrojo
Que se me pega en el pelo

También una estática
Hace un bucle en las esquinas
Y cualquiera diría
Que el tiempo está estancado
O que yace debajo de los charcos

Fernández Crespo casi se secó
Y hay dos semáforos en verde
La sangre como una sombra
Oscila perpetuamente
Y el automóvil tiene voces dentro.

Nos detenemos.


lunes, abril 09, 2018

Tango de las 5 am

Volver, como una sombra sonriente, agazapado bajo las luces de una amnesia arrabalera que domina con su bandoneón, los bordes de la noche, esa noche que se construye a si mismo por los tejados con sarna y bulevares donde solo algunos travestis, bancan el mostrador del otoño. Hora que precede al lunes, en la ciudad que entre terrores, amortigua todos los silencios, apilándolos, amontonándolos bajo la piel del dolor. Callando de forma enfermiza la congelación que la inmoviliza, que la vuelve eternamente una hora inmóvil, previa a la primer claridad de un lunes gris en el que seguramente una llovizna provocará la muerte de cien corazones con alas. Entonces solo la Luna es verdadera, cuando el ardor nos carcome, dejándonos siempre con un hilo, una fibra de cobre, que puede bajar a tierra la ira de todos los cielos, de todos los rayos y resguardar, al final, algún destello de bondad en el espíritu. Madrugada salta en el piano de la orquesta de Troilo. Velas en hileras larguísimas. Lágrimas que adornan candombes que ríen llorando, bailarinas de ocre y purpina, que cargan en su sonrisa ilimitada, el dolor de lo imposible, la mueca de horror de la resignación. El beso de la eterna agonía, el tango que es matador en la vereda del olvido. Mundo de un sueño olvidado. Nocturno. Puteros cascados que albergan a viejos mal barajados, con camperas de cuero que remiten a la violencia y a las derrotas de cárcel, en fascinerosa ostentación de libertad. Dentellada del perro de la melancolía, duro apretando el gañote, revólver, amasijo, tuertos de este tiempo imbécil y arrogante. Baldío donde los perros bípedos pululan comentando la tabla de un campeonato de putrefacción e idolatría vacía. Soledad arrolladora que habilita a un guante de gasa a acariciar las cicatrices , rascándose con venenos de la selva ecuatorial. Hay otro perfume atrás del perfume odioso del carbón y de los adoquines tapados de humos que como tumbas, decoran la ciudad. Hay algo más allá del muelle de penumbra en el que regalamos la vida a la primer pelotudez que ande suelta. Vendré de la escollera y del río de la plata. Sin flores esta vez, solo sonriendo, como una sombra agazapada bajo el mostrador y las esquinas. Cantando: algún día volverá Carnaval. 

domingo, abril 08, 2018

Los Tigres

Ojalá algún día L y L dejen de recordarme la época que no me querían. Despedirse en la esquina del Bar con motivo de un largo viaje. Balas plateadas al ritmo de las palabras del tachero que me lleva a casa. Plástico que se va a ir derritiendo conforme un reloj de arena vaya vomitando alguna especie de relato. A veces por querer acortar... La virgen que pedalea, el morral que contamina el trigo y al primer arrebol del alba, que aún no aparecio, pero que se insinúa siempre. El destino  me avisa cuando no debería haber prendido ese cigarro, pero solo lo sé después, en el festival de tormenta y cartas en hojitas perfumadas que jamás han de llegar. Máscara y sudor marcando la arena con todas las tripas de todos los corderos del mundo. Somos nosotros. Haber sacado ese gato del baño diciendo "todo bien pero NO" es lo que en última instancia nos hace decididamente contestatarios. Me acabo de dar cuenta de la huevada que  escribí en la línea anterior y justo afuera suena un motor, muy a lo lejos, avisando que el mundo es finito y que vos sos idiota. 

viernes, abril 06, 2018

La distancia

Celular en falso
Ventilador
Susurros
Nuevo escenario
Donde apenas ayer
Fui yo.

Volver a la calle Lenguas
Con los mansos vítores
Del amanecer otoñal
Tiene ese dejo ocre
Que patina en algunos balcones
Y hace bucles y maromas
Resagando el final.

Me urge la caricia
Como una sábana
Que me avise destino
Me urge el abrazo
En esta rubia cercanía

Dudo de mi humanidad
Cuando repelo
Me afirmo en mi libertad 
cuando me duermo.
Luego la tarde se parece a la mañana
Y el cielo gris
Y la luna negra
Y el humo azul
Y mis manos cortadas
Sobre el bandoneón
De la melancolía.

Las ventanas apagadas
Susurran azucenas
Para que los niños mudos
Jueguen a la rayuela
Y griten penumbra
En la fangosidad de su risa.

No hay jugo en mi camisa
Ni libertad en las palomas
Solo escaleras que suben
Indefinidamente.

Los dados ruedan pa todos lados
Salen letras, soles,  caracoles
caricias solo imaginadas
Pero nunca besos
Nunca caricias en mi pelo
Y el romance está en los libros
Los árboles y la distancia.

miércoles, abril 04, 2018

A Roma

Cambio súbito en la brisa
Colapso, cataclismo
Botellas deformes rondando
Libertad de plagas y rubíes

Automóvil yendo por el agua
Bicicleta que hace ruido
Subiendo Pablo de María
Afán por acariciar una cabellera
Que aplaque la tempestad
De este silencio.

Vuelvo a Roma. 

Las Ánimas -25-

 Una brisa de no sé dónde nos refrescó al llegar a la cara oeste. Casi en un acto reflejo, desmonté para admirar el paisaje con los pies sobre la tierra. Sentí el agradecimiento respetuoso de la yegua al poder disfrutar de aquel panorama liberada y naturalmente. La visión era la que tantas veces tuve en el pasado. El mismo lugar. La misma época del año. El terreno verde y vasto extendiéndose como palmas hacia el horizonte, con los dedos de la sierra tratando de asir las nubes blanquísimas y finas. Cada cosa en su justo sitio desde los inicios de mi memoria. Me tumbé improvisadamente en el suelo, con la espalda en una roca que arrojaba su sombra. Brotó en mi memoria emocional, primero, y luego en la visual, el recuerdo de la primera vez que recibí el golpe de aquella visión de la tierra. Fue la primera vez que monté en Ladiana, justo dos meses después que mi abuelo Máximo me la regaló para mi cumpleaños de 16. Ladiana y yo no nos entendimos desde el primer momento, nos temíamos, o acaso por la incomprensión propia de nuestra juventud, desconfiabamos el uno del otro. Estallé de alegría cuando mi Abuelo me llamó a Montevideo, la tarde de mi cumpleaños, para avisarme que tenía un regalo para mí. Supe instantáneamente de qué se trataba. Pedí a mis padres con toda la seriedad del mundo para poder viajar solo a la sierra esa misma tarde. Me lo permitieron y tras acompañarme a la terminal, partí rumbo a Minas, donde el abuelo Máximo me esperaba en su viejo Ford negro. Al llegar a la casa, un ratito después, bajé precipitadamente y corrí por la casa hasta el fondo, donde mi tía Olga, sonreía de pie, acariciando el cuello de la blanca yegua joven. Su belleza rompía el aire, los ojos gigantes daban miedo, como dos platos grises, planetas de lluvia enganchados a la carne. Se inquietó apenas la palma de mi mano. Se posó en su costado, el abuelo y la Tía se rieron sobresaltados. Yo no quise resignarme a que ella no se sintiera tan reventada de amor ante mí como yo lo estaba por ella. También me reí, pero haciendo uso de la buena condición atlética que tenía en aquel entonces, la monté de un salto, con un movimiento ágil e inesperado. La yegua se llevantó rampando y tratando de quitarme de arriba. Por supuesto caí de ojete, raspándome apenas el antebrazo y clavándome algunas espinas en la palma de la mano. El abuelo Máximo y la Tía, estallaron en carcajadas hasta que les vino tos. Su risa pareció, no obstante, apaciguar a la agitada bestia, cuyos ojos finalmente regresaron al quicio de sus órbitas. 

martes, abril 03, 2018

Ruptura

Brisas botánicas
Cruzadas con cemento
Derritendo durmientes
Cerros comidos por la pólvora
Y todo tipo de insectos
Son casi lo único que encuentro
Al volver en un tala-pando
A la sigilosa noche de la Unión

Se siente el sofocón de la ausencia
Y se manda por la ventana
La enredadera opresiva
Que florece en la iglesia
De la calle Estero Bellaco

Donde  encuentro una flor
Que se perdió entre las fotografías
Y  vuelve a mí el turbio amor
De aquella dama tan blanca

Y por mucho que patalee
Y trate de desdibujar con su recuerdo
El tinte sombrío de mi viaje
La noche sigue siendo la noche
Y bailan calaveras y fantasmas
Al son de los últimos motores

Me pongo murga para zafar
Me prendo un pucho en la puerta
Al llegar.

Toco el consuelo del perfume
Que parece ser de flores
Pero que es el olor del amor infinito
Que solo se arecia ahora. 


Desantenar

Ahí me da por pensar que la noche es como un serrucho, aunque inmediatamente sea incapaz de detetminar por qué. En lugar de sucumbir al aplaste de la oración, me afirmo, cagándome en el porque y repito, ahora como si fuese una verdad, que la noche es un serrucho. Y voy a más: la noche es un serrucho que va compartimentando el tiempo, cortando sus ramas incomprensibles y cantando extrañamente, como animado por las cerdas de un arco. La luna es patrona de la masacre que se acuña en el seno de este silencio sospechoso. Yo, ahora convencido de los postulados descabellados que me asaltan, voy buscando funciones en la masa informe, atesorando destellos en el mar de oscuridad que por siempre resistirá la debilidad miope de estas palabras. De corrido me viene la realidad, como una inspectora sin sustancia, llena de miedos y recuerdos borroneados, viene con su gorra a querer poner orden en la catástrofe de mi vulgar inspiración. Me encuentra expuesto, vulnerable y permeable a sus latigazos, que son como los de un policía siniestro. Me pega con el canto de su sable para que delate la verdad de este misterio, como un cliente demasiado acalorado que sacude al mago por la solapa y quiere mear en su galera. Me hunde la cara en el agua. Y yo respiro. Ahora le da por llover, suena una chapa, el inmenso aspersor delante de la luna de pascuas, la cortina corrida sobre las 5 y media de la mañana. La ola de la melancolía arrastra hasta mi su voz, la suave cadencia de sus manos, su licor... Mundo de frutilla pulida, su mordida y su zarpazo, que dejó canaletas para siempre en la noche serrucho que ahora sí, es más material que nunca, cuando compartimenta el tiempo, dejando acá una burbuja de lluvia finita; una irrealidad combativa y algo tímida; un morral lleno de ausencias. Aletea la inmortal entre los duendes de mi imaginación, escupe círculos de humo sobre la ruleta sobre la que gira mi suerte y firma como el diablo, reinando en mi debilidad de este amanecer todavía negro, que viene a cortar el chorro de mis letras, el humedal, la llaga, la comezón sin tregua y la fragilidad, en su máxima expresión.