sábado, enero 26, 2019

Tablado

La cara pintada. Un barrio lleno de grillos donde con las últimas chispas del sol, nos encontramos en la puerta. Un pizarrón. Cambiarse la ropa en el baño mientras gente pasa por un pasillo hacia las sillas plásticas. Transformación, transmutación, alquimia. Van y vienen latas de cerveza fría y tras bambalinas calentamos los motores. Cae la noche y al pasar, los niños te chocan los cinco. Saludar al público y mandarse de lleno a la clarinada mientras todo el sueño se vuelve vida. Pisando las tablas, bailamos. La pintura comienza a chorrear por la cara al tiempo que llega la retirada. Nos bajamos cantando y los mismos niños te piden que les pintes la cara. Amigos emocionados que nos fueron a ver. El sueño es ahora sólo un recuerdo. Pero hoy de nuevo. Carnaval. 

domingo, enero 20, 2019

Las Ánimas -42-

    - Pará. - Tití la detuvo en seco. - Me olvidé de colgar la ropa, podrás creer?. No te animrías vos, Beatriz, en un momentito. 
    Sin decir palabra volvió a hundirse en la penumbra de la cocina. La vieja se rió entre dientes y me dio la impresión de que la  aparición le resultó inoportuna. Por algún motivo, Rolo y yo suspiramos con alivio. Tomamos dos o tres mates más, mientras la tía tarareaba una tonada improvisada, con su dulce voz rasposa, casi en un susurro. Se me fue antojando que la melodía iba reproduciendo el contrno de la sierra, podía sentir la silueta de los cerros, la piedra primigenia rozando el pasto, la sombra voladora de los cuervos, acechando las serpientes que toman sol en las grietas del mediodía. De a poco fui visualizando incontables detalles, pero con los ojos abiertos, atendiendo el cántico y la lenta ronda de mate.  El no haber pegado un ojo en toda la noche,  favoreció que la modorra fuese ganándonos de a poco. La placidez era sobrecogedora y nos aflojamos sin presiones ni apuros de ningún tipo, liberando toda tensión corporal y mental, al abrigo de la sombra del paraíso, junto al fogón en el suelo.  Así pasó una buena media hora, tan liviana y ágil como la brisa de la mañana. Tomando mate. Dejando la cabeza volar.
    Beatríz apareció de pronto y con paso lento, traspasó el umbral hacia nosotros. Su imagen era la de la paz y a su vez resumaba un antiguo dominio de sí, una especie de sabiduría ancestral, que terminó de darle al ambiente, un aire decididamente místico y trascendental. Rolo y yo la veíamos venir como en cámara lenta. Ya no sentíamos miedo, sino un abandono y una placidez casi narcótica. 
    - Ahora sí - susurró Beatriz, tras mirar su muñeca izquierda - Los están esperando. 
    Recuerdo haber observado que no llevaba reloj, pero después no vimos más nada. Una espesa niebla nos envolvió instantáneamente. No había piso ni techo, solo gris y rojizo, alternando como en lentos relámpagos. Rolo estaba muy cerca de mí, no lo veía pero estaba ahí. Tampoco tenía miedo. Estaba parado en la misma niebla y se sentía entregado, relajado y lleno de una inocente curiosidad, igual que yo. Parecíamos estar flotando. Sin embargo no fue esto lo más inusual, sino que en otro abrir y cerrar de ojos, nos encontramos sentados en la cima del Cerro Enano, con Noelia y Valeria, a ambos lados, formando un cuadrado y habiendo olvidado por completo, el paso por aquella zona desdibujada e ingravida. Todo el cielo armaba una escena panorámica que me conmovió por su belleza y tranquilidad. Nos perdimos un momento en la contemplación. 
    - Bueno, chiquilines... - dijo Valeria, al final. - Ahora sí podemos hablar tranquilos. Qué les pareció la meditación?
    Ninguno de los tres pudo responder la pregunta. Solo emitimos expresiones inarticuladas de relajación y somnoliencia. En ningún momento nos pareció raro el hecho de aparecer en la cima del Cerro. 
    - Pero... Y cómo sabemos que esto no es un sueño, también. - preguntó Noelia, con cara de cansada.
- No se sabe... Nunca se sabe. - repuso Rolo.
- No. Esto no es un sueño. - dije yo mirando mi reloj de pulsera, que marcaba las 8:10 am.
- Es verdad que no es un sueño. - certificó Valeria. - Pero eso no te lo asegura el reloj.
- Cómo que no? Nunca podes mirar la hora en un sueño. Y menos la fecha... 27 de enero. 
- Cierto. - terció mi primo, mientras estiraba sus brazos por sobre la cabeza. 

lunes, enero 14, 2019

Las Ánimas -41-

    Ni diez minutos pasaron y la tía volvió a salir, trayendo en una mano, un plato con un repasador encima. Bajo el brazo, un termo, y en la otra mano un mate nuevo. Era cierto, el nuestro ya estaba lavado. Se paró frente a nosotros mirándonos fijamente. No tenía dónde sentarse.
- Dale, bobo, arrimále una silla a tu tía. - le dije a Rolo, que parándose de un salto, corrió hasta donde estaba su poltrona de mimbre. - Y algo para apoyar, ya que estás. 
- Dale, bobo, arrmále una tía a tu silla - se burlaba de mí al traerlas. 
    La tía se sentó y puso las cosas sobre la mesita plegable, bajo la sombra fresca de uno de los tantos árboles del fondo. Destapó el plato y bajo el repasador estaban unas medialunas de aspecto increíble, doradas y perfumadas, todavía tibias bajo el brillo de la jalea. Rolo y yo las mirámos atónitos. Se veían realmente tiernas y deliciosas. Los dos nos tiramos desesperados sobre ellas y comprobamos quedarnos cortos con la suposición, estaban extraordinarias, más allá de toda descripción posible. La mantecosa textura, la justa cantidad de jalea liviana de manzana, todo cedió ante la primer mordida, remontándonos a ambos en un éxtasis inmediato. Las dudas que ambos tuvimos al verlas, sobre cómo y en qué momento las había elaborado, se dispersaron ni bien la esponjosa masa se deshizo en nuestras incrédulas y fumetas bocas. 
- Pasaron bien anoche, veo. - diagntosticó la tía con aire de aguda observadora.
- Sí, la verdad que sí. - repuse. - fue como si nunca me hubiese ido. 
- Comieron cosas de la huerta de Valeria? - preguntó como al pasar.
- Sí, se pasó Hernán, hizo un fondue de queso que "mamita que lo tiró" y después lo puso todo arriba de esos vegetales que trajo la gurisa, - haciendo ampuloss gestos, casi obscenos. - uh!! enserio que eran una cosa especial. Algo se ve que aprendió de vos, tía.
- El queso era lo de menos. Hernán siempre le echa queso a todo. Y vos, qué alcahuete que sos, Rolito. Qué va a aprender? Todavía no aprendió nada, éste. En ningún momento se preguntó por qué esa comida era diferente de todas las otras comidas. O por qué era mejor no echarle tanto queso y mejor hubiese sido armar un aderezo simple, una emulsión bien liviana para mojar los bastones asados y no semejante cacho de queso derretido.
    Acto seguido, hundió la fina bombilla de plata en su mate recién aprontado. Ni Rolo ni yo relacionamos sus palabras con los sucesos acontecidos. Sinceramente, pensé que lo decía con un poco de celos ante lo que yo aún consideraba como una genialidad. Después de todo estaba demasiado rico. Las aves ahora eran más potentes en su canto que nunca. Cebó y un abanico de frescos aromas herbales se desplegó en torno nuestro. Se tomó el primero con toda tranquilidad y luego, dejando que la bombilla enfríe un poco, le ofreció uno a Rolo, que con los ojos brillantes, tomó también y agradeció con muecas y pamento, exhaltando su inusual pero delicioso sabor.
- Mmh.. Tití, qué rico éste mate! Qué le echaste?
- Ah, una pavadita. Son yuyitos para maridar con las medialunas. Vieron como soy, cada cosa va con cada cosa. No como otros. - refiriendo a mí sin disimular en absoluto.
  La combinación era insuperable, se podía percibir una amplia gama de hierbas, alimonadas, maduras, terrosas, pero a su vez era tan balanceada la totalidad de los sabores que era difícil distinguirlos por separado. Admito ahora que cuando escuché la palabra yuyitos, presentí que se trataría de aquellos mates típicos de la tía, que yo justamente por eso siempre intentaba evitar, ya que mi padre me acostumbró a consumir siempre la misma y única marca de yerba. En Buenos Aires era muy difícil de conseguir y no pude hacerlo hasta ya pasados los primeros seis meses de mi estadía. Sin embargo tuve que ceder y admitir la verdad. 
- Vos sabés que no soy mucho de los yuyos en el mate, tía, pero te tengo que reconocer que está de re chupete. 
- Ustedes del único yuyo que saben es de esa porquería que fuman. Todo lo demás, ni pelota. - Sonó la voz clara de Beatríz, apareciendo también en el umbral de la puerta. Un miedo inesperado se apoderó de mí y de mi primo. 

sábado, enero 12, 2019

Las Ánimas -40-

 El eco de mi tos, reberveró fugazmente y ambos nos callamos mientras tomábamos mate y dejábamos por la mitad, en el pastito, el inmenso caño. El verde y el celeste del paisaje se iba llenando del canto de los pájaros. Una chicharra, escondida en algún árbol cercano, daba la primer señal de otro día de calor en la sierra. Pasaron unos cuantos mintuos de silenciosa relajación, a medida que el sol escalaba sin apuro desde el naciente. De pronto y sin previo aviso, Rolo empezó a hablar y retomó la conversación. Fue como si todo ese tiempo estuviese tratando de hacerlo, sin éxito. 
 - Cuando dice "nada de hablar", pensé "y ésta mina de dónde salió?". Yo estaba eufórico, con eso que soñé, estaba seguro que a los cuatro nos pasó la misma cosa y quería hablarlo para confirmar que fue así. Pero enseguida me di cuenta que no, que Valeria tenía razón y que era mejor no decir nada. Fue medio ilógico, pero tuvo sentido. De toque se me fue la molestia con ella y hasta me pareció lo más natural no decir nada. Hasta ni me molestó no haberme ido con Noelia. Pero fue así, no? Los cuatro estábamos... Fue como una especie de... Sueño en conjunto. Vos estabas, a vos te pasó lo mismo, no?
- Qué sé yo Rolo, no sé. - repuse acatando aún, la orden de no hablar del tema, más por miedo que otra cosa.
- Estábamos los cuatro en un cine, mirando una película 3D. Una sala viejísima, era...
- Ta, pelotudo, cortála. - Lo interrumpí, con un gruñido.
- Cada uno iba cambiando la película con la mente y los otros mirábamos. Estábamos sólos en la sala, me acuerdo clarito. Valeria sentada sola al medio, en la fila de adelante y atrás, con un asiento de por medio...
- Calláte Rolo, la concha de tu hermana.
- Viste!? Yo sabía!!! - exclamó mi primo, adivinando en mis ojos, la espeluznante sensación que me estremeció. - Nos comunicábamos sin hablar. Fue demasiado real, boludo, en una, cuando yo elegí lo qué ver, entraron a salir animales de la pantalla y se acercaban a mirarnos...
- Enserio, por favor, que me estoy cagando de miedo. 
 Algo dentro de Rolo se había quebrado y lo arrastraba más allá de sus cabales. Tenía los ojos desorbitados y estaba un poco pálido. Creí que no seguirle la corriente era la única forma de no correr la misma suerte y sucumbir ante el oscuro temor que me acechaba. 
- Me están jodiendo, no puede ser!! NO PUEDE SER!!! - gritó él, pedaleando un poco el aire, desde su silla. 
- Se puede saber qué es todo éste escándalo, a ésta hora!? - sonó la voz de la tía, imponente desde el umbral de la cocina. Aplastando con su aparición, todas nuestras locuras - Siempre lo mismo con ustedes, salen de joda, llegan a cualquier hora y no dejan descansar a los demás. 
- Él empezó, Tití. - dijo Rolo, escudándose tras de mí, del mismo modo que lo hizo durante su infancia y adolescencia. 
- Yo no pregunté quién empezó, lo que dije que a ver si maduran de una vez, semejantes veteranos, chillando como gurisas, se tiene que enterar todo el pueblo que ustedes son dos trasnochados, calaveras, inmaduros, caramba. 
- Perdoná tía - dije con un hilo de voz culpable. - estamos tomando un matecito acá, te querés sumar, o te vas a acostar de nuevo?
- Pero vos qué te crees, nene? Que yo me levanto a las nueve de la mañana como ustedes, bah, cuando se acuestan. Son cinco y media, casi las seis de la mañana. Yo aprovecho el día, no voy a vivir durmiendo.
- Es lo que yo le dije a él... - añadió mi primo con infantil complicidad. 
- Bueno, está bien. - dijo la tía, tornando la severidad de su voz, en su afable tono familiar de siempre. - Pero denme un minuto así preparo algo de desayunar para acompañar ese mate, que hasta lavado y todo lo deben tener....
 Se dio vuelta y desapareció cocina adentro, dejando nuestro ánimo sereno y aliviado. Todo el episodio del parque pareció no más que una de las tantas travesuras que hicimos de chicos. Nos reímos casi en silencio y suspiramos con exageración, haciendo a la vez, con nuestras manos, el gesto de quien se seca el sudor de la frente.
- Zafámos. 

viernes, enero 11, 2019

Escapar de una cosmología

Nos espera la fuente
Inmutable
Los nudos estáticos
La lluvia de cristales
Detrás del atardecer

Victoria sobre la muerte
Sencillez sin nombre
Para un viaje de locos

Pasos de baile en una isla de flores
Y la más absoluta soledad
Esa que tienen los dioses



martes, enero 08, 2019

Las Ánimas -39-

 El primero en romper el silencio fue mi primo, pero al pronunciar la primer sílaba de quién sabe qué admiración, Valeria volteó hacia él y lo detuvo en seco. 
- No. Nada de hablar. Vamos a levantar campamento en total silencio y cada uno vuelve por donde vino. 
- Pero... Y yo? - preguntó asustada, Noelia, quien había llegado hasta ahí con Rolo.
- Vos te quedás en casa. - Sentenció Valeria, sin dejar lugar a objeciones.
 Yo me hallaba todavía inundado por las sensaciones del místico episodio, pero todas mis dudas e inquietudes se apaciguaron ante la inusitada autoridad de Valeria, que emanaba un poder y un dominio de la situación que despertó en mí, una aceptación y una armonía que me hacía acatar, con gusto y sin reproches, cualquier cosa que ella dijese. 
 Sin hablar, levantamos todas cosas al tiempo que, desde el este, el cielo comenzaba a franjearse con los primeros tonos arrebol del amanecer. El equipo funcionaba de forma orgánica y en menos tiempo del esperado teníamos todo listo. Pude adivinar que ninguno de nosotros sentía sueño, sino que por el contrario, todos nos hallábamos con gran energía. Valeria le hizo seña a Noelia para que se adelantase. Rolo ya caminaba rumbo a la casa de la tía con el bolso colgado al hombro. Ella y yo nos miramos, supongo que adivinó en mis ojos algún tipo de pregunta y se aproximó a mí, poblando el aire que nos separaba, con la fragancia mágica de su piel. 
- Descansen un ratito y después hablá con tu socio allá en Buenos Aires. Que te vas a quedar un día más acá, decíle. - me ordenó, sin dejar lugar a que pudiese desplegar excusa alguna.  
- Bueno... Pero qué..?
- A las 7:30 andá con Rolo y nos juntanos al pie del Cerro Enano. - interrumpió, sabiendo lo que le iba a decir. - Capaz entonces podamos aclarar algunas cosas. 
- Primo! - sonó la voz de Rolo desde el límite del parque.
- Andá. Nos vemos en un rato - dijo ella y dándose media vuelta apresuró el paso para alcanzar a Noelia. 
 Llegamos a la casa sin mediar palabra. Aún nadie se había levantado, quedaban ya muy pocos familiares y era evidente que todos dormían. El silencio era exquisito, reinaba una paz de ensueño y sólo las aves acusaban algún tipo de existencia mientras el sol asomaba su cresta por algún rincón indefinido entre los cerros. Rolo y yo compartíamos el mismo estado de excitación y ninguno de los dos tenía intención de dormir. La cara de mi primo revelaba frescura y vitalidad.
-Apronto el mate, entonces?. - dijo.
- Y, yo diría. 
- Estás como pa' fumarte uno?
- eh... Sí, por qué no?
- Bueno, entonces armá mientras yo hago el mate. O no, mejor vos hacé el mate, que te queda riquísimo, y yo armo una rica OG Kush que tengo acá. 
- Me parece justo. 
 Ambos entramos en la cocina y Rolo salió al fondo con su lata mágica. Puse agua a hervir y el mate a hinchar, y mientras tanto, ordené la mesada, barrí y pasé un paño húmedo por el piso, dejando todo tal cual estaba. 
 Al cabo de unos minutos salí también al fondo, mate en mano y el termo bajo el brazo,  una sensación de paz como hacía mucho no experimentaba, me llenaba por completo. Rolo tenía ya listo un buen porro en su mano y me miraba sonriendo. Me senté a su lado y le entregué el termo y el mate, aduciendo que sus habilidades de cebador, superaban ampliamente las mías. Lo recibió orgulloso y cebó el primero. Prendí el faso.
- Qué te dijo Valeria, cuando nos íbamos. 
- Que a las 7:30 nos encontramos los cuatro en el Enano para ver si aclaramos un poco las cosas.
- Y vos no te tenías que ir hoy temprano?
- Ah, sí. Que llamara a Miguel y avisara que me quedo un día más acá. 
- Fah, primo, qué dominio que tiene esa guacha.
- Es increíble. - tosí, atorándome con el humo dulzón y potente. 

lunes, enero 07, 2019

Las Ánimas -38-

A penas unos minutos después, caí en un profundo estado de conciencia. No estaba dormido, nunca llegué a abandonar el estado de plácida vigilia en el que estábamos, ni siquiera recuerdo haber cerrado los ojos, y sin embargo era de día y los cuatro estábamos en la plaza desierta de una pequeña ciudad desconocida. Parados encarando los cuatro puntos cardinales, nos mirábamos entre solemnes y divertidos. El sol estaba en lo más alto pero no detectaba yo ninguna incomodidad producida por el calor. Recuerdo estar plenamente consciente de la inmediata transición entre la madrugada en el parque y el cachetazo de luz solar, a tal punto que me sentí ligeramente encandilado. Súbitamente comenzamos a caminar en total silencio. Valeria iba a la cabeza, Rolo y yo lado a lado con Noelia cerrando la marcha justo en medio, detrás. Todo estaba desierto, y traspasamos la plaza, cruzando una circunvalación, con rumbo a una de las pequeñas calles adoquinadas donde las casas  se hacían a un lado y al otro, visiblemente vacías. Me extrañó la facilidad con la que nos condujimos sin tener que decir una sola palabra. 
 Caminamos de éste modo, amplificando a cada paso, la solidez del entorno, por unas dos cuadras. Durante ese tiempo, me di cuenta que podía ver cada vez más lejos, distinguiendo una gran montaña de pico nevado, elevándose imponente, más allá del final del pueblo. Sus contornos, difuminados por la distancia, se volvían cada vez más precisos y detallados. 
En determinado momento paramos. Sin llegar a decir nada de manera verbal, debatíamos sobre la dirección a seguir. Nos mirábamos y de ese modo podíamos interpretar nuestras intenciones y deseos. Esta vez fue Rolo quien tomó la iniciativa y con él a la cabeza partimos en dirección de un curioso camino de tierra perpendicular a la calle por la que veníamos. 
Transitamos fascinados este nuevo sendero, al final del cual se alzaba una formación rocosa, más erosionada que la anterior pero también bastante alta. Las casas, ahora dispersas y pequeñas daban impresión de primitiva pobreza, con jardines de tierra y bajos arbustos algo amarillentos haciendo las veces de cercos. Por algún motivo no visible, parecía haber más vida aquí que en la calle anterior. De manera instintiva me percaté que los otros sentían lo mismo. Aminoramos el paso con una sensación de lo más peculiar y al final nos detuvimos. Nadie expresó nada y el viento comenzó a traer los ecos de una música festiva que era tocada en algún punto indefinido de la lejanía. Por detrás de Valeria, que ahora estaba a mi derecha, delante, se aproximó una persona, también en completo silencio. Sin mayor sobresalto los cuatro nos volvimos para encararla. Era un hombre de unos 60 años con atuendo campesino y piel curtida. No dijo nada, solo nos miraba y nosotros a él. Me di cuenta que todos lo encontrábamos conocido sin poder identificar de dónde. Luego una mujer se aproximó a nosotros, también a vernos inexpresivamente. Luego otro y otra y dos más, hasta que en derredor nuestro había una pequeña multitud de gente que nos miraba. 
Volvimos los cuatro en si, en el nocturno paisaje del parque donde estábamos, todavía era de noche. Era como si no hubiese pasado el tiempo, cuando toda la travesía por el pueblo nos tomó como poco unos buenos 25 o 30 minutos. El fuego en la cuna del parrillero seguía igual de convaleciente que cuando lo vi por última vez, antes de la inusual circunstancia. Noelia se paró agilmente y sin decir nada, nos dimos cuenta que los cuatro tuvimos la misma experiencia, Rolo me miró maravillado, Valeria esquivaba las miradas y apuntaba sus hermosos ojos tristes hacia la negrura del horizonte. 

miércoles, enero 02, 2019

Las Ánimas -37-

 - Bueno que voy a servir. - avisé.
- Trajeron platos?. - preguntó Valeria como adivinando que ninguno de los dos se avivó.
- Te dije que agarraras. - mintió  Rolo.
- Menos mal que es un genio de la gastronomía. - acotó Noelia con gran tino.
- Eso dice Olga, que es su tía, claramente. - le respondió Valeria, agachándose a levantar una bolsa con platos y pasándome uno. Su sonrisa era un paisaje hermoso. - Tomá, zapallo. Viste por qué me precisas en Serrana.
 Serví cuatro porciones y ellos se sentaron a la mesa del parque. Eran las 3 de la mañana. Con la ayuda de un trapo, saqué la asadera pequeña del calor y sobre los platos de vegetales, dispuse con elegancia, el untuoso fondue. Siempre me había causado un placer infinito ver queso derretido caer sobre cualquier tipo de comida. El resultado era una total delicia. Comimos sin apuro entre chistes y vasos con vino. Algunas aves nocturnas cantaban para nosotros en la madrugada. 
Adoraba ver y poder analizar de cerca, las expresiones en el rostro de mis comensales. Puedo decir que mas allá de la simpleza del menú, estaba delicioso, el ahumado, la oliva, los condimentos, la sedosa contundencia del queso, los delicados crocantes, todo fluía en armonía bajo los altos astros. 
 Noelia era quien menos disimulaba su goce y, sin decirlo de manera explícita, estaba maravillada. Valeria, por su parte, intentaba no traslucir demasiado, el placer que la recorría en cada bocado. Sus ojos brillaban en la noche de la sierra, la comisura de sus tiernos labios bailaba y se enderezaba al tornarse demasiado obvia. Rolo, quien trataba de no elogiar demasiado mis destrezas, en ningún ámbito de la vida, me felicitó sonriente, con los labios brillantes de aceite. 
La ingesta en lugar de provocar somnoliencia y modorra, una vez concluída, levantó los ánimos y disparó una animada charla sobre series de Netflix, que derivó en observaciones más que interesantes y variopintas sobre la conducta y la naturaleza humana, que derivó en planes y proyectos utópicos para el año que acababa de empezar, y que finalmente y con total naturalidad derivó en un profundo y sobrecogedor silencio, apenas turbado por grillos lejanos y el minúsculo susurro de las estrellas arriba. Estábamos cómodos y satisfechos junto a los últimos rescoldos del fuego. No demoraría en cortar el alba.