jueves, mayo 31, 2018

Las de siempre

Volvió el gris montado por las barandas, ese perfume como a colonia de lluvia amanecida, vuelve a los balcones y a los suelos y a mi alma. Pesadas, las flores del otoño cabecean próximas a su muerte, la expectativa del abrazo que añoro, junto a ellas, se balancea casi indiferente en el límite de su inmortalidad. Y hay novelas y mates vaporosos y murga a la medianoche y una pasividad tierna y la magia condensada en las historias de Dolina, pero no está ella ni ninguna otra para sostener el farol de mi mirada. Solo esos cantos de aves, solo el botánico, todavía humedo y solitario. Solo austeridad y reposo, después de las innumerables noches del bar. Todavía necesito sacudirme la sensación de que me han arrancado las mangas del uniforme. Voy tratando de hacerme entender, aunque sea por escrito, que mis alas son las de siempre, que mi voz todavía es capaz de retumbar en las calles vacías, que este amor imposible no es más que un reflejo refractario de mi amor por mí. Entonces fotos del complejo América, ráfagas de amanecer en la Aduana, diapositivas sexuales de la calle Luisa Dominguez, chispazos de eternidad, sales de cuerpos bañados por fuegos Santos. La escalera de mi poesía es casi una línea recta que sobrevuela la inexplicable espiral del tiempo. Ahora, vuelvo a Bucovina a buscar la significación de sus monasterios. 

domingo, mayo 27, 2018

Subtítulos

Hoy no sobra agradecer
El haberme levantado
Remado el barro
De difusas señales
Para llegar a temblar en el poniente.

Darle una flor a quien me ha injuriado
No romperle la cara
Fue una muestra de agradecimiento
Aunque un momento deseé
Hacer que sus vinilos se desparramen
Junto a la sangre de su nariz
En Emilio Frugoni.

Uno por ahí elige
Uno por ahí se apresa
Se delimita imposbile
Tras soledades parlantes

Pero no hoy
Cuando es claro
Que fui amigo mío
Y saltando de la frontera
Me aventuré al día imprevisible
Dueño de mí
Guardián de mi paz
Bajo toda circunstancia.

Una acordeonista me acompañó
Durante el crujir de dos largas horas
En medio de la monótona multitud
De la feria Tristán Narvaja,
Y en sus zambas y valses
Iba la vida acodada. 

Otro rincón

No podría decir más que bandoneón
Pero digo mesa fría
Digo tropilla de caballos casi castrados
Digo ternura acalambrada de esperar
No podría decir más que "te extraño"
Pero digo epopeya 
Y corralón
Y fondo de miel
Y demasiadas otras cosas
Que significan "su abrazo"

Es que tanto recorrí su desamparo
Tanto me embriagué con sus silencios
Que ahora que tengo letras
Solo me da por escribirle esquina
Pequeña-gran ciudad
Cordón de la vereda
Alquimia la murga
Y tantas otras cosas
Que a ella no le interesan
Y al final de cuentas
A mí tampoco

Pero el refilón de su mirada
Sus uñas de Dragón
Su madrugada sin tregua
Me hacen sufrir un yo la quiero
Y es así
Nada me va a hacer desistir
Porque no hay más que esto
Para mí el furioso mal de la esperanza
Quisiera jamás saber
Qué fue que le pasó
Y capáz...

jueves, mayo 24, 2018

Junto al mío

A M.V.T.

El frío maravilloso
Como un espolón de gallo
Araña las ventanas del castillo
Y mis pies cometas
Y mis manos perchas
Y su luna membrillo
En la sopa delirante
De mi deseo sin tregua

Ella sabe lo que quiero decir
Cuando digo orilla
Cuando digo abrazo
Cuando digo helada.

Ella sabe los círculos de fuego
Sabe la brisa y la llovizna
Aún sin poder explicarla
Aún sin que yo sea capaz de entenderla

Camina por calle atigrada
Le llueven agujas de reloj
Le duelen los pasos
Y la apacible serenidad
De sus propios barrotes

Sobre la capa con roce
Su antifaz ahora ajado
Flota sonriendo triste
Sobre sus manos llenas de vacío.

Alguien dañó su corazón
Después de mí...

Es muy fácil ver la niebla
Cuando Junio está tan cerca
Toda mi piel adormecida
La busca sin acusar viejas muertes
La busca mi vida nueva.

Mi riqueza ahora empobrecida
Tomó el color de sus aguas
Inesperadamente. 

Yo tomo limón
Acurrucándome
También "toco las sábanas"
Pero sin renegar nunca
El hecho mismo. 

Sale fuego de todos los pergaminos
Mata León la nevada con sus vidrios
El siglo muerto de su ausencia
Está por sucumbir ante inevitable amor

Tomo azúcar
Agua caliente
Dos mantas
Sobre mi cama
Que la escanéa
En la distancia.

Me devuelve a la vida
Su ademán como de saludo
Tomo un té
Y me hago la cabeza
Que su eje se desplaza
Junto al mío. 

miércoles, mayo 23, 2018

Las Ánimas -34-

 - Ese par de viejos hermosos...- comenzó Valeria. - te estaba esperando desde no sé que hora, sentados allí. Tuvieron la generosidad de confiarte un animal que aman para que vos puedas empezar a amigarte con vos mismo y con tu pasado... Y vos tenes el rostro para ofenderte y trabajarte un recio, justo cuando la señora nos venía a saludar. - se afirmaba ella, y yo me iba dando cuenta que sí, que evidentemente actué de manera muy descortez e inmadura y que en realidad carecía de cualquier cosa parecida a un argumento que justificase mi falta de respeto. - Para peor estoy segura que vos te pensas que tu tía te esta boludeando, que te quieren hacer entrar para reírse de vos. 
  Valeria no parecía enojada ni molesta, solo me leía con la naturaildad de quien lee una revista de moda y me analizaba con acertiva puntualidad. Dejé de lado el papel de víctima y comencé a perderme en el sonido de su voz. Me dio hambre. 
 - Vos ya comiste, Vale.? -tiré, como un ancla justo cuando su voz se pausó por un instante. 
- No, si cuando iba a garronear una de las empanadas de tu tía me arrastraste a esta aventura nefasta.
- Me imagino que habrá algo allá en casa que pueda usar para hacer de comer. Si te preparo algo rico y casero en pocos minutos, podrías pasar por alto mi conducta de recién y por ahí comenzamos de nuevo y con el pie derecho.
- Vos estás loco, ir a cocinar ahora a lo de tu tía, están todos acostados ya!!
- Ta, tenés razón, no pego una esta noche...
- Podríamos juntar las cosas y hacer algo en los fogones del parque. - Propuso, encendiendo en sus ojos un brillo de diversión casi de niña.
- Yo no tengo nada de sueño, pero tengo pila de hambre. A vos no se te hace tarde?
- No me hagás esperar hasta las 6 de la mañana tampoco. Son la 1:45... Qué decís?.
- Son la 1:45... A las 2:30 estamos comiendo.
- Estás seguro? Mira que hay que agarrar todos los ingredientes. Qué pensas cocinar?.
- Uy! Esas fueron miles de preguntas. Ya tendríamos que estar apurando el paso si queremos cumplir con la meta.
Valeria aceleró el paso de forma muy considerable. Yo la igualé. Ella intensificó más aún la velocidad. Volví a empatarla echando mano a mi máxima destreza. Echó a correr. Corrimos. 
 Entre risas y jadeos volvimos a la entrada de la casa familiar.  La puerta no hizo ningún ruido al abrirse, pero igual nosotros fingimos gran cautela mientras cruzábamos la sala principal. Yo aún estaba agitado, me llamó la atención que la respiración de Valeria se normalizó con total rapidez. 
 Un rectángulo de luz amarilla recortaba la puerta rebatible de la cocina. 
 Al empujarla y entrar, vi a Rolo y a una muchacha que yo no conocía parados junto a la mesada, comían de forma casi bestial las empanadas que quedában en la canasta. Sus rojísimos ojos delataban que su consumo de marihuana reciente había sido colosal... Y muy reciente. 
 Quedaron congelados, con migas en la pera y expresión de roedores sorprendidos. La risa de Valeria fue suave pero muy contagiosa. Acabamos riéndonos los 4 lo más bajo posible y sin más motivo que el chistoso cuadro que formábamos. 

martes, mayo 22, 2018

Las Ánimas -33-

 Llegamos sin hablar mucho más, me aplastó su confianza, la liviandad con la que había decido todo, y peor, la liviandad con la que yo mismo tomé como cierto e indiscutible, todo su entramado plan. Tanto así que fui incapaz de sostener o de proponer algún tema de conversación después de eso.
 A diferencia de la vez anterior, no fue incómodo el silencio, sino que actuó como un bálsamo en el que la vista del pueblo en el umbral de la madrugada, se me volvió la imágen de una especie de pintura hiperrealista. Una ensoñación que traspasaba el límite de lo real para convertirse en una exquisita sinfonía de colores, aromas y oscuridades de dudosa procedencia. Todo parecía salido de mi imaginación, todo parecía la idealización de una mente melancólica y enloquecida.  En un momento tuve la agobiante sensación que estaba viviendo un sueño. Entonces Valeria entró a tararear algo, un pedazo de canción desfigurada que me transmitió, al instante, mucha paz y armonía. Me dejé llevar más allá de mis delirios paranoicos, perdiéndome, de este modo, en la contemplación de aquella maravilla y la curiosa sensación de estar viviendo un momento único e irrepetible mientras la yegua me respiraba a un lado y Valeria canturreaba bellamente al otro. 
  El viejo estaba sentado con su mujer bajo el alero de la casa. Ambos reposaban en rústicas poltronas de mimbre mientras una luz amarilla les caía encima.
 Al reconocernos y con impresionante agilidad, el viejo se puso de pié y se aproximó solícito hasta la portera. Nos saludó y con gesto trémulo acarició la frente de Frontera quien a su vez le respondió con un sacudón de felicidad.
- Cómo se portó esta señorona?- dijo el viejo.
- Una reina, la verdad. Le agradezco un montón habérmela prestado.
- Para nada Barbero, si fue ella sola la que me dio la idea.
- Ah.. - respondí a esto último como queriendo hacer que no entendí lo que dijo.
- Ta preciosa la noche, no?
- Una belleza, sí. - terció Valeria, visiblemente divertida. 
- Viste que es igualita a Ladiana. - ahora la mujer del viejo intervenía mientras se arrimaba caminando con una sonrisa.
 Por un momento sentí que todo formaba parte de una conspiración en mi contra. Me ofendí. Se me antojó que todos sabían de mí y de mis temores, me sentí burlado y molestado. Me pareció evidente que todo era un intrincado tinglado, montado por Beatríz y por mi tía solo para entretenimiento de unas mentes perversas que se regocijaban ante mí y mi tragedia. Sospeché veladamente de la complicidad de Valeria. Me vi manipulado e indefenso, vulnerado por su inteligencia superior. Estaba furioso.
- La verdad que sí. - dije, hosco y ya visiblemente perturbado. 
- Bueno un gusto verte, Hernan. A ti también, mi vida. Vamos adentro viejo que ya mirá la hora que es. - la vieja, educadamente demostrando que había captado mi enojo.
- Eh? Sí claro! - el viejo, también al tanto de mi molestia pero sin perder la caballerosidad. - Que tengan buena noche, muchachos. 
 Nos despedimos. 
 Miré a Valeria conteniendo el enojo. Ella me miró con una sonrisa, sus ojos se clavaron en los míos y sentí como si su sola mirada activara fibras secretas en mi interior, devolviéndome sin el menor esfuerzo al estado de maravillado incrédulo que traía antes de la interacción con los viejos.
- Pensas demasiado en vos. - me dijo.
- Eh? - le respondí yo, ahora ido en las curvas melodiosas de su voz.
- Que sos medio pelotudo.
- Ah!

sábado, mayo 19, 2018

Las Ánimas -32-

 Las tres sonríeron casi con un mismo gesto hasta de pena ante mi sumisa expresión al disponerme a ver qué sucedería.
 - Vine porque quiero hablar contigo, Hernán. - dijo Valeria, fresca pero algo solemnemente.
 Un breve silencio. 
 - Dale Olga, acompañame a devolverle la yegua al viejo.
  - No! Dejen que yo la llevo - intervine tal vez mostrándome muy precipitado.
 -  Ah, pero vos sos bobo, nene. No te dijo la muchacha que vino a hablar contigo? - La tía. 
- ... Sí... Disculpá Valeria, estoy medio estúpido de la siesta todavía.
- "De la siesta" - dijo Bea.
- Beatríz!! - dijo la tía.
- Valeria, vos me acompañás hasta lo del viejo a llevar la bicha?
- Eh... - dijo ella.- Sí, dale.
- Deeeeegh! - profirió Beatríz imitando a un idiota, a mí.
- Beatríz!! - dijo la tía.
- Olga!! - dijo Beatríz.
 Valeria se rió encantada y salimos, liberé el nudo que ataba a Frontera al poste de alumbrado y ambos caminamos para el rumbo opuesto de donde está la pendiente, y la llanura, y el montecito, y el cerro Enano. 
  Yo iba, con mi mano derecha, guiando al animal que caminaba al mismo paso despreocupado que nosotros. 
 La madrugada parecía betún enchastrando el aire serrano, un calor soportable permitía que ambos enseñasemos la piel de nuestros brazos. La suya era pálida, tensa y presumiblemente pecosa. La mía no. 
  Una vez que hicimos el silencio incómodo que era casi obligatorio, Valeria comenzó a hablar como si interpretase un guión bien estudiado.
 - Vos trabajás en Serrana de Buenos Aires, de hecho sos uno de los dos dueños. Yo hace muy poco heredé de mis abuelos maternos, una propiedad en Retiro y algunos dólares que me van a permitir amoblarla a mi gusto y con suerte comprarme un auto, aunque en el tránsito capaz mejor sea el subterráneo. 
- Ajá..
- Bueno, la cosa es que yo soy aprendiz de Beatríz.
- En serio?
- Y quiero irme a vivir allá y trabajar en Serrana. Vos cuándo volvés a Buenos Aires?
- mañana a la tarde. - dije, lamentando haber elegido la expresión "a la tarde" antes que el más uruguayo "de tarde".
- A la tarde? - dijo ella.
- Sí, de tarde, a las 20:45 embarco en el Francisco, allá en la Aduana, y a la noche, de noche ya estoy de nuevo allá. 
- Genial. Vamos juntos entonces. O te molesta?
- No, en absoluto. 
- No, porque si te molesta me tomo el siguiente, todo bien.
- No jorobes, Valeria. Cómo me va a molestar compartir el barco con vos.
- Bueno, me alegro, voy mucho más tranquila entonces. 
- Ahora hay que ver eso de trabajar en Serrana, allá.
- Pff - dijo ella.- Eso es lo más fácil.

Esto NO es el 100

Ciruela de porcelana verde
La ilusión de settle down
Que me da el castillo
O el hecho que respondas
A mi única pregunta:

Estás ahi?

El resto son excusas
Porque queda mucho más que viento
Queda tanto más que viento

Queda el misterio de tu rosa
Haciendo ceritos en la luna creciente
La incertidumbre siempre alerta
Hace ruido a motor por los rincones
Y la madrugada que se avecina
Y me tomé un cuarto litro de caña
En la merienda

Y vos no podés esperar el 100
Y yo no puedo esperar el 69
Y esperar no puede ni 1, 2, 3.
Porque están maduros por el aire
Los ceibos del reencuentro

Porque en el frío de Marzo
Mis dientes castañetean
Al lado está siempre la seccional
Y hoy vi a mi padre
Y a mis tíos y mis primos
Todos vivos
Incluso los muertos 
Vivieron nuestro banquete 
De guiso, de vino y de caña
Y de café y de estufa leña
Ese panal de gritos
Que es la familia humana

Quisiera ...
El orden natural
La ventana entreabierta
Tu mano y sus planetas
Todos tus ojos volcándose
Sobre mi clavícula
Y mis manos repletas
De tu aroma de estancia y caverna.

Montar tu tropilla de moros
Tu parral bajo las estrellas
Recorrer el tablero
Con intimas eternidades
En las que dedo penumbra
Cabello relámpago membrana
Caña de pescar que se arquea
Casi hasta quebrarse
Porque un pez demasiado gordo
Se debate entre la profundidad 
y la muerte

Recuerdo estar despuntándome
Sobre la cresta de tu abismo
Y vivir desesperadamente
La infinita fugacidad de cada instante
Recuerdo morir de seda y arroyo
De fino caudal de agua entre el monte
Escribirte cuando estabas en Haifa
La caravana en forma de espiral
Un laberinto en el que conocí 
Los tormentos y claridades
De este amor insólito y acanalado
Forja de fundición
Martillos y tijeras
Toda variedad de dardos y chumberas
En las que las perlas 
Dejarán crecer sus alas

Un verso viene a completar el otro
Y la llovizna en la ruleta de la ventana
Y un auto pa'ca y otro auto pa'llá.

Nunca se corta la cadencia
En la hamaca de su validez
Se aloja también mi veneno
Pero el Halcón es como un triángulo
Y ella no está en mi cama
Sino en el movimiento nervioso
De mis pies y de mis manos
Ella vive y reina en la presión
Que pone mi pecho en pausa
Justo antes de recibir su correo.  

viernes, mayo 18, 2018

Y seguiré esperando...

Las diez de la noche pasan su cuchillo
Y el Prado se estremece y parece crujir
Cuando entre cigarros y Dolina
Repaso todas las hendiduras de tu cuerpo

Allá lejos va el bandoneón del carnaval
Y un olvido que se marchitó
Vuelve a germinar en mis palabras
Porque quisiste inocular en mí
El fugaz milagro de esta alegría

Yo te voy pensando
Me voy haciendo a la idea
De entre miradas que rematan
Sacarnos mal y rápido la ropa
Y que se caigan las monedas. 

Contra el frío me recorto las ganas
De lamer tu espalda
De beber tu sexo
De bloquear puertas y ventanas
Para que nadie oiga tu voz
Quebrarse en bestial agonía
Para que nadie sienta el impacto
De nuestro frenesí conciliatorio.

Secuestrar tus arrestos de demencia
Y que me obligues rebanándome
Para que entre fotos con silencios
Y lunas verdes renacidas
Nos hagámos baba y poesía
Atendiendo el último balcón
De la madrugada.

Sé muy bien que tu mano
Decapitó la eternidad del silencio
Para saludar a mi viento leve
Sé que no es tan difícil para vos
Dejarte patalaear en la penumbra
De esta centenaria correspondencia
Para volverte seda y arcilla fresca
En la sola intensidad de la idea
De ser ladrillo y vino

A la sombra de las palmeras
Como enredaderas de espinas
Creciendo en taludes dormidos
Nos vamos encontrando
Reconociendo en cada estocada
Que nada hay ni habrá parecido

Remontar con mis manos tu cuello
Que hundas tus garras en mi pecho
Devorarnos en remolinos de cristal
Para estallar de alegría a un mismo tiempo.

Quiero que vuelvas a morder
Vas a dejarme taladrar
Tus dulces orillas sin fondo
Esperé demasiado
Aunque esperaría aún más
Por tenerte así de cerca
Respondiendo con urgencia
Y meditada impuntualidad
A las minúsculas provocaciones
Que dicen "Te Amo"
En el hielo quebradizo 
Que hay en la cara del reloj

Dibujo ruletas y desiertos
En esta cama apenas tibia
Busco en mi bajo vientre
Rescoldos de tu hoguera grande
Ventanas de tus mares negros
Y encuentro una necesidad
Que acabo de intentar describir.


jueves, mayo 17, 2018

Millán

Triangulando su perfume da vueltas
Una captura de gris 
  tras faroles con escarcha.

Una palmera me mira
desde la comisaria
Ambos estamos temblando
Y un pedregullo
Un sentirse vapor
Colgado del cigarrillo
Me viene a socorrer
Con su dulce flecha.

Cruzo la ventana
Hacia el sueño de su abismo.
Un olor de floripón
Sopapea los viejos postigos
3era noche en la mansión gris

Jamás un lugar tan adecuado para mí
Esta fortaleza, esta pieza histórica
En la que duermo y despierto.
Su vastedad de cemento crudo
De baldosa antogua
Una segunda planta
Decorada por arcadas 
y pechitos de Paloma.

Me estoy cagando de frío...
Pero frente a un castillo.
En este casco de vencida exuberancia.

María, María María.

Descoser sonrisa de cristales
Abandonarse hacia la orilla
Pulverizando espuma de la pura noche.

Me está escalando el temblor
Robándome la garganta

Recuerdo aquel tiempo
Cuando todo su ser se humedecía
Con tan solo hablar al amanecer
No paro de preguntarme qué sería..
Y Por qué ya no lo dice más.  

Al compás de la muerte del otoño
Vuelve a mí la ilusión de tu perfume
Las horas de almendras y de olivas
En que tu inmensidad y tus temores
Se hacen una bolita frente al consuelo
De las miradas. 

Sabés bien de lo que hablo.

No puedo controlar el temblor
Mi pecho se sacude con el frío
La casa promete ser inclemente
Y mis dedos casi no hacen pié...

Viene ya la noche por Millán. 


miércoles, mayo 16, 2018

Las Ánimas -31-

 - Ustedes lo supieron todo el tiempo, me hicieron toda la caída, no sé si abrazarlas o mandarlas a cagar.
- Epa! Qué forma de hablar a tu tía es esa - dijo una cuarta voz también a mis espaldas. Las sorpresivas apariciones parecían sucederse como en un guión de Sofovich. Miré hacia atrás. Era Valeria. 
 Al darme vuelta, el pulso de mi corazón tuvo un quiebre y durante el tiempo que permanecí viendo los rojos labios, la piel tirante y deseable, como protegida por la perfumada cabellera, creí que el aire no bajaría jamás al fondo de mis pulmones. 
 - Hola mija, vení, sentáte. - le dijo Tití, palmeando con simpatía, el asiento de la silla que estaba a su lado.
 - Permiso, Olga. - Se sentó. - Y a vos? Cómo te fue en tu cabalgata?
 Me dio otro poco de miedo que ella supiera de mi actividad. Miré a la tía y a Beatríz con un reproche avergonzado y ambas ríeron como niñas.
- Nosotras no le dijimos nada. - apuntó Bea con un toque de malicia solapada. 
- Nadie me dijo nada, no seas paranoíco, yo te vi.
- Ah... Pensé que... Bueno viste cómo son estas dos... Cómo... Cuándo... Eh dónde me viste, porque justo... - yo, sin poder dar una linealidad a mis pensamientos. 
- Hago Yoga - dijo Valeria - y la cima del cerro Enano es un lugar especial que me ayuda a relajarme y a cortar con la máquina de la cabeza un poco, viste?. Te vi cuando venías bajando, montado en tu yegua blanca. La verdad que dabas una imagen imponente. Es igual a la que tenías antes, no?
 Su voz, sumada a su rostro, sumada al hecho de saber que me había visto y que encima hasta ella se acordase de Ladiana, me hizo perder la confianza con la que me levanté. Busqué temerosamente la ayuda de las dos viejas que nos miraban hablar, sumidas en una exagerada actitud de enamoradas. Mi tía hizo un gesto con los hombros que yo entendí como un "nosotras no sabemos nada". Arriba de su sonrisa, la mirada de Bea tomaba tintes casi mágicos, su intensidad me hacía doler un poco el centro del esternón. Tambien ella hizo un gesto como de impotencia, abriendo un poco las manos y levantando ligeramente los pulgares. 
 - Así que haces Yoga, mira vos...
- Sí, hace años que hago. Deberías probarlo, tenes pinta de estar muy tenso.
- Qué hora serán ya? Yo sigo con sueño. - lancé yo como parándome de un salto, sin darme cuenta que no hacía más que reforzar la idea de que estaba mortalmente tenso. Lo estaba.
 Me vino un impulso de huir de la escena, volver al páramo de inconsciencia en el que tan protegido estuve. Me recorrió el temor de imaginar que las tres mujeres estaban confabuladas para hacerme alguna cosa que yo no era capaz de identificar. Me paré.
 - Volvé a sentarte Hernán, no seas ordinario. - Me escupió Beatríz, haciendo que con su voz, todos mis músculos se paralizaran. Volví a sentarme. 

martes, mayo 15, 2018

Las Ánimas -30-

 Me escabullo, como despegándome entre telaraña y una neblina. Me ladeo, me vuelco un poco a penas, voy zafando de un ámbito amarillento para entrar, salir, volverme pesado y físico en los colores de un mundo que no logro identificar como el real. No hay pensamientos, solo esta búsqueda por hallar una estabilidad de que de golpe se hace absoluta y me arroja, me cincha sin clemencia, a la oscuridad de la sala donde me dormí. Tardo en darme cuenta dónde estoy. La voz de mi tía sale a ayudarme. 
- Estás en casa, mijo. Andá a darte una ducha que estas apestando a caballo. 
- Eh? - respondí, teniendo de un golpe, acceso a todo lo ocurrido y todo lo rememorado. 
- Que van a ser la 1 de la noche, nene, que te vayas a bañar y te pases para el cuarto que me cagaste todo el sillón con tu olor a gaucho.
- La una ya...?
- Pero qué hablo yo? Chino? Griego antiguo? Dale que ya te puse ropa y toalla en el baño de arriba, andá y vení a comer algo que ya casi se fue todo el mundo y los que se quedaron tan dormidos ya. Dale y después te acostás en la cama como una persona.
- Rolo se fue, ya?
- Tu primo anda en las de él... Vaya uno a saber. Ahora dale! Dale!!
 El efecto reparador que tuvo el agua fue insospechado, así que cuando vuelvo a la cocina de mi tía, siento algo como una solidificacion de incontables piezas que estuvieron sueltas durante años. Me siento pleno, cansado pero dueño de una tranquilidad que jamás experimenté antes. La tía leía un viejo libro sobre la mesa central y sobre ella, sobre la mesa, una cesta de mimbre cubierta con un paño grueso a cuadros.
- Bueh... Por lo menos se puede respirar cerca tuyo ahora. 
- Tía, me acordé de Ladiana. 
- Qué hablas, Hernán?. Vení, sentate y comé algo que te perdiste la cena por andar durmiendo como un bobo.
- Ladiana, tía!! La yegua blanca que me regaló el tata, no puedo creer que no te acuerdes?.
- Ah! Ahora que te acordaste vos queres que todo el mundo se acuerde.
- No puedo creer que te hayas olvidado de Ladiana.
- ... Ni yo puedo creer que vos te hayas olvidado de tu yegua.- interrumpió la voz de Beatríz por detrás de mí. 
- Ta, ustedes me están tomando el pelo, no? 
  La cara de mi tía estaba toda colorada, se le notaba con claridad que se aguantaba la risa. Bea, por otro lado me veía con una seriedad de ultratumba. Sus ojos emitían chispazos de energía. El rictus de sus labios escondía tristeza e indignación. Yo estaba petrificado mirándola.  El gesto de pánico en mi cara terminó por aflojar las risas de mi tía y estalló con agudísimas carcajadas. Yo la miré ofendido, como un niño malcriado se ofende ante quien no lo hace sentir tan importante como cree ser. 
- Tu tía no tiene la culpa que vos seas un banana.

lunes, mayo 14, 2018

Tembloroso

Pisando charcos en el misterio
Huelo el aire corrosivo
Acaricio el hueco de su ausencia
A penas parlante. 

No sé cómo decirle que la espero
Porque siempre que espero
Me muero en un desvelo de meses

Su voz lejana
Sus letras que no dicen
Lo que su corazón desea
Sé que no me olvidó
Pero no se si todavía existe

Los minutos que demora su respuesta
Son más largos que el año de la muerte
Mi dolor de entrevero
Resbala entre azucenas
Para no salir a buscarla

Siento que es al pedo escribir
Pero acá estoy
Con viejo beso en los labios
Tembloroso.

sábado, mayo 12, 2018

Qué bien se ve con luz

Hay que ver cómo quedé
Reventado y embarrado
Cantando al atardecer
Al son de un impulso recto
Con la sonrisa que el dolor enseña
Quedé con las ruedas pa arriba
Alumbrando rincones
Con la mirada.

Gira el escolazo escupiendo noches
Distintas y simétricas
Calcadamente imposibles
Gira igual a un reloj
Dándome vértigo o valentía
Para atrapar al menos una
De las estrellas que me rozan
Esas mariposas, orzuelos
Maniquíes ventanas baraja
De amor imposible de romper.

Vuelve la ola a la playa
Vienen gaviotas de sombra
Entre la luz derretida
Existe La Magia de las Canciones
Al menos hoy existió.

Me calzo mi abrigo de espinas
Mi gorro con Luna y tormenta
Las suelas siempre gastadas
Y todo el olor de mi cuello
Ante tan sólo una señal
Ante tan sólo un banco de arena.

martes, mayo 08, 2018

Otro adiós ácido

Vetusto almacen de sueños cortados a cuchillo. La palangana de la noche atrapa polvo estelar y ruge expirando interrogantes y desvelo que se sospecha desde el primer párrafo. 
Pocos mensajes, atardecer que es piedra de afilar, mancha de azufre en las fronteras que la lluvia fue borronoeando. Apagón que se volcó sin querer arriba de los tejados de la calle Requena, mientras que alguien arriba, aparece solitario, apostado en la baranda de su azotea. Se astilló un vidrio cuando los pájaros sin sombra, abrieron su pico y sus ojos desfondados. Todo fue negrura y arcoiris de aceite junto a la calzada tambaleante que cruza la calle Guaná. Charrúa. Baker's. Lunes de nadie y el semáforo que se olvidó alguno, vagando por ahí. Un miedo que tienen los tendales de ropa en la azotea. Bicicleta farra, querer decir y no querer. Cesto donde susurran acuarelas, mares de polvo que el rocío revivió con un destello. Sueño de risa otoñal. Se desenfocan espejos por la ciudad.
 Se vuelve a manifestar un extraño símil de carnaval. Ya todo parece inútil. Justo ha de venir sobre la noche en villa dolores, con bicicletas cárie explosión y reloj de arena. Veta peligro al son de grillo dale que dale con su guitarra hecha de almendras. Palabra viva Hoy. Noche borracha y barriobajera, bandera roja en la niebla. La tonelada de amarillo idiota entre los monstruos portuarios, silencio metálico, algo sustancioso pero inenarrable pica sobre los adoquines de la terminal Río Branco. Yo lo siento clarito atrás de mi cigarro. El 230 de Lau ya debe estar por Libertador y yo que busco otros nombres para "Guillotina" y digo rara flor, digo todos los ciclos, digo acá y ahora, como dije recién acá, y ahora. No hay frazada que engalane mi arrogancia, no hay escupida que sofoque la gracia de mi vieja galera de harapos, porque a la vuelta de palacios momentáneos y noches de estrellato, sigue estando la calle Paysandú que no me ha dejado mentir, hasta ahors. Acá la lentitud es libre de abombarse y las ventanas que todavía no se apagaron, tienen la eternidad que mi poesía es apenas capaz de buscar. Veredas vómito de Picasso, almas que en su ausencia se vuelven pozos o Confiterías Bonillas o porcelanas y espumaderas, colgando hasta el día que el amor vuelva. Nadie acuchilló el marmol crecido del alba, nadie desangró con saetas el cuerpo de este delito obligado, nadie abultó con rosarios y estampitas, la cripta donde esperan mis crisálidas. El boleto que hace minutos apoyé en el asiento de junto, quiere ser una gaviota, no imagina que yo, a su lado, soy inconsciente de todo, no imagina que mi gaviota es una enredadera y que el último albatros murió picado por escorpiones que no duermen. Solo se sabe que el bondi da vuelta al ritmo de la calle, que la Seregni cuenta episodios de eternidad y que la vereda a cada hora, se la puede sentir más viva y más pudiente. De momento esto no va a ser la noticia de ningún pariente, que con alarmista decrepitud, toque las campanas del fuego. Voy a trepar los andenes para dejar este pedo de cristales y baratijas, colgado al arco de los libros más antiguos. Le voy a apuntar a los sesos, con la pelota cuarteada y con el rebenque de la miseria, sacando chispa para que se agiten fantasmas espantosos. Viene ahora sí la despedida de este breve trillo, donde quijotería y fuerza vieja, fueron manojos enteros de llaves funcionando. 

domingo, mayo 06, 2018

Las Ánimas -29-

 Tomé el camino más largo, me abrí unos 600 metros, cambiando el rumbo oeste por el sur y apuntando a un costado del pequeño monte que se nutre con el agua del Cerro Enano, me encaminé al regreso. Demoré unos 20 minutos hasta llegar a los primeros árboles amuchados,  la yegua me llevaba al paso de mi meditación, dándome reparo para poder procesar las magnitudes e implicancias de este recuerdo. 
  Tras un breve paseo bajo las sombras y los troncos del montecito, vuelvo a salir al pie de la loma que me separa de la casa. Remonto el repecho de pasto como tantas otras veces que ahora puedo recordar, y que tan solo 2 horas atrás, eran inexistentes en el archivo de mi memoria. Me parece tan evidente la maniobra dd mi tía ahora, que no entiendo cómo no lo pude prever. Su técnica es admirable. Tal vez nunca hubiese podido recordar los sucesos y sentimientos involucrados en aquella tragedia. Hice un buen trabajo para esconder todo eso de mi mismo, pero un mejor trabajo hizo ella, volviendo a ponerlas de frente a mis ojos,  hasts hoy nublados por la lejanía.
  Desmonté frente a la casa, cerca de la camioneta Corsa de mi padrino. Me sentí liberado, casi pleno, más consciente en terminos indefinidos. A la vez muy cansado, con muchas ganas de acostarme a hacer la siesta. Serían casi las siete y recién el sol arrancaba a apoyarse en el poniente cuando volví. Dos de mis primos chicos bajo el alero de la entrada, construían algo con maderas, pedazos de cartón y hojas. Se comprometían mucho con su parte y cuando pasé junto a su lado los oi decir "ta, pero vos no eras el que mandabas de todo, dijimos que íbamos a votar" y otro niño que le respondía "votar?, no podemos hacerlo más rápido?"
 El olor de frutas y mantecas volaba en la penumbra. Una lucecita amarilla avisando gente en el fondo.  Vainillas. Almíbares y ron. Me tiro en el sofá de puro agotamiento. El padre de Rolo, en el fondo, se afirma en su guitarra y canta "El gallo Azul". Lo escucho acá lejos, de costado con la cara en el sillón y apenas me da para pensar: Ladiana...
 Me duermo.

Volver a mudar

(entrada 1400)

De nuevo es noche de mudanza
La Unión otra vez que dice Adiós
Y el corazón no termina de enredar

Se va entre las primeras brumas
El suspiro del vapor y la campera
Viene la incertidumbre mañana
Vestida como una orquídea roja

Será cosa de afilarse
Y apuntar con precisión
La antena con rayo
La mano que no duda
Un punto y una coma
Y dónde iremos a parar. 

Última noche de este perro que se echa
Última de este rincón donde la abracé
Última de un diario de 60 páginas
En el que amé la vida
Y dormí casi sin soñar. 

Será un cuarto de pensión
Que abrigue mi amanecer
Será una luz prístina y provocativa
La que me guíe hacia adelante
Entre el pantano
Y el recuerdo
Y la lejanía. 

1 fecha en el banco



Verja. Papas primate entre boñato y zanahorias cibernéticas. A sacar el teléfono para hablar-escribir lo que aprendo a callar, con el mero propósito de volcar en éste páramo siniestro, lo que resta de mi fe y de mi magia. Solo una honda bocanada de fernet con coca cola y mi cuñado templando la lonja de su piano Núñez. Mareo de las seis y media de la tarde. Suspendido de mi labor por indisciplina, (nada de lo que extrañarse)  Llora la nena, es desgarrador. Hay comida recién hecha y lps gritos por encima. Cae la bondad de otro niño, una especie de héroe de la inocencia. Casi un caballero infante que atiende con honesto consuelo, los gritos de la niña peinada. Esa tortura amable, esa tarea que mamá hace a desgano pero presumiblemente complacida, con un amianto maternal que la protege del fuego del llanto. De golpe una tormenta de tambores revienta en la cuadra para que los pájaros escapen y el barrio salga a la calle a chancletear y sonreír al ritmo de incontables parches. Además un olor a lluvia que no necesita explicación. Yo encuentro, a través de la cocina, una ventana por donde me escabullo de la borrachera tempranera. Levantar fondo de panceta, cebolla y cerdo con un vaso de fernet con coca. Tomate y queso. Romero, tomillo y orégano de una maceta. Aceite de oliva. Huevos. Sal y pimienta. Después las luces verdes de Emigrante, una blonde a precio, dos chicas que me miran. Sordo desinterés y esta cantidad de birra que desde hoy... Fede Graña toca Race Against the Machine, acá abajo y es todo un metal.

viernes, mayo 04, 2018

Las Ánimas -28-

 Flash de sus ojos que se apagan. Flash de mis manos buscando el pulso que se viene desde el pánico a la nada. El sol. El pasto. Un candado me pone freno ahí. No me acuerdo de más, me parece que no quiero, da lo mismo. El paso de la yegua que ahora monto me disipa de la nube, me devuelve en el golpe suave de su anca, al cielo de presente. Parece que aquello fuese solo una idea, parece un temor, una moción de pánico en la creo recordar a mi yegua que se muere. Pero no lo fue, fue cierto. 
 Fue mi culpa. La precipité hacia las fauces de la muerte por hacerla correr más de lo que podía aguantar. La reventé en un capricho queriendo escapar de algo que no solo no recuerdo ya, sino que hasta hoy me sigue persiguiendo. Recién ahora, tantos años después, andando por la misma pradera, retornado del olvido y de un exilio auto-impuesto, a lomo de otra yegua blanca, estoy afrontando el remordimiento madurado y reposado en cascos de secreto. Sólo a mi tía fui capaz de contarle toda la verdad, como siempre. Su juego, finalmente, había cuajado. Estoy llorando, llorando con hondos gemidos. Frontera, llevándome, se compadece e intenta con su paz, aliviar la ferocidad de mi llanto. No hay caso, no quiero volver a la casa, no quiero seguir andando, me siento aturdido, responsable no solo de haber matado a Ladiana por un estúpido berrinche de malcriado, sino por haberme permitido olvidar hasta hoy, todo lo ocurrido. Estoy a casi dos kilómetros del descenso del cerro, comienza a ladearse el astro, sobre el cielo altísimo de la sierra. Desmonto, me froto la barba con los puños y bruscamente, lanzó la abundante mucosidad de mi nariz con un impetuoso soplido. Me corren las lágrimas, siento que me faltan las vísceras. Estoy abrumado y a la vez me precipito sin reparo y temerosamente hacia las profundidades de la culpa, una culpa rastrera y forajida que me va despellejando porque la dejo, porque me abro a que recorra mis músculos y me queme por completo.
 El llanto, como si fuese lluvia, va escampando y mis irritados ojos, al final, vuelven a abrirse a la realidad del verano. El recuerdo de la muerte de Ladiana, liberado por fin, me hace en este momento definitivamente más liviano, me siento herido pero más humano, me siento real. Abandono las cadenas que me preservaron de su peso lacerante y cuando ya ni un surco brillante se deja ver en mis mejillas, elijo sentarme y respirar con tranquilidad, invocando un sosiego, que por fortuna me alcanza en menos de un minuto. Me abrazo a esta sensación cálida y dejo pasar un poco de tiempo antes de volver a pararme, acariciar a Frontera en su musculoso cuello y volverla a montar. Ahora sí, rumbo a casa. 

Caso

Cielo gris
Días sin respuesta
Me nace cantar
Pero callo
No hay dormir
Que sea suficiente
La calle vacía
Mis manos vacías
La Luna incógnita
Todo lavado
Y soledad al por mayor

Estoy encarcelado
Presa de mi piel
Y de la suya
Que es ya nada
Sólo películas
Cubriendo mi recuerdo

Llegó mayo
Con su sueño incesante
El perro me golpea la pared
Y la paloma de monte
Me hace acordar 
A la esposa de Franklin
Y a su rostro durmiente
A despertarnos juntos
Por el fuego y la lluvia.

No hay caso...

jueves, mayo 03, 2018

Del camino

Soy
Porque, como arena
Su regazo es solo tiempo
Disuelto entre orquídeas

Soy
Porque con ardiente anhelo
La vida me trajo para ser

Soy 
Porque todavía
Y entre penumbras
La quiero abrazar

Llenándonos de ceniza
Para prevalecer
Ante las espadas marciales
Y las manchas que la roña dejó
En el trigal y el agua
De un imperio nunca nacido. 

Ahora
En el piso de mi cuarto
-Lavado de esta mañana-
Encuentro un anillo
Hecho con delgada goma
Color violeta. 
Trepa hasta mis ojos
Para apretar la base
De mi anular derecho
Tras ponerse casi solo
En la intimidad de mi mano. 

Soy
Y se gatilla un ánimo de esperarla
Un disparo de atesorarla
Que es encontrarnos
Eventualmente
En el camino del andar.

miércoles, mayo 02, 2018

Las Ánimas -27-

 Cuando terminamos de comer, hicimos unos 10 o 15 minutos de sobremesa, el abuelo me preguntó por todos los parientes o amigos de la familia que vivían en Montevideo, sin olvidarse ninguno. 
 En determinado momento me puse de pié y tras ayudar a la tía a remolcar los platos hasta la pileta, con paso relajado pero con determinación y confianza, remonté la cocina, abrí la puerta y me asomé a la mañana celeste, ventosa y límpida de finales de octubre. En medio de incontables matices de verde estaba ella, Ladiana. Con su blancura de manchas grises, viviendo la luz del día precioso y  mordisqueando unos brotes de pasto. El abuelo Máximo la había ensillado con una montura de cuero marrón clarito, color tan, recado de corderito y unos estribos redondos como de bronce. Tenía ya sus riendas y su freno y la lacia palidez de su crin bailaba al ritmo del viento seco de la primavera. La imagen fue inolvidable. Aunque ahora, sentado bajo la sombra de una roca en el Cerro Enano, me percato que me había olvidado por completo de la imagen. Me doy cuenta que el recuerdo de mi yegua fue bloqueado de manera sistemática en mi memoria por haber dejado de ser rememorado. Que la vida en Buenos Aires también era, por eso, más triste de lo normal.   
 Entonces me da como si fuese una ira, como un enojo también triste, tal vez estoy sintiendo una ráfaga de inesperado remordimiento. Me paro, puteo pateando el polvo. Me rasco la cabeza al chocar con la mirada, el celeste impersonal del cielo. Me vuelvo a montar. Ladiana rebuzna. No. No es Ladiana, ahora es la yegua del hermano del vecino del hermano del consuegro de la puta que los parió a todos. Frontera. El sentido de la realidad se me está volviendo desfigurado, se me van las míseras certezas que creía tener. Echamos a andar rumbo a la tarde, bajando, antes de subir, las primeras etapas de la irregularidad. Son todos brujos. Somos todos brujos. La realidad es una cagada. Me empiezo a perseguir con que todavía hay más, con que todavía no termino de acordarme de toda la historia de mi bellísima yegua muerta, mi amada Ladiana. Se murió y yo no me acordaba. Estaba muerta. Se murió a mi lado, en un lugar no demasiado lejos del que ahora transito. Miro el horizonte y así como adivino para dónde ir, me termino de acordar de todo. 

La Otra Noche

Amanece.
El barrio en silencio total
Hasta que una sirena
Hasta que unos pajaritos
Hasta que las primeras flores
Hacen aparecer su color
Y amanece
El barrio de plomo y cemento
Comienza a hacer circular
Su sangre de vidrio
A batir tiernamente las alas
En medio de esquinas y balcones
Que todavía no despiertan.

Se abren las tumbas
Los muertos se adormecen
Las arañas en los rincones
Parecen no hablar de romance
Sino de ausencias
Y postales de matrimonios
Que tienen lápidas.

Yo vivo en la noche
Soy la noche mientras la escribo
Susceptible a su canto grave
Y sus encantos fríos
Soy la noche cuando ella me escribe
Rehén de amores olvidados
Prófugo del día y sus misterios.
Soy la noche. 


Las Ánimas -26-

 Aquella noche me fui a la cama con el dolor del golpazo y la indómita rebeldía de hacer de ese bicho arisco, mi medio de transporte viviente en las temporadas de verano en la Sierra. Me dolía bastante la palma de la mano, sabía sin siquiera haberlas visto, que tenía al menos 5 o 6 espinas gruesas clavadas ahí.
 A la mañana siguiente, cuando me desperté, la tía Olga me esperaba sentada a la mesa de su cocina. A pesar de mi joven edad, pude notar, por la forma en que un rayo de luz matinal la envolvía, que algo importante quería hacer o decirme. 
- Hernan.
- Tía.
- Vení mijo, sentáte acá con la tía, vení. 
 Golpeó una banqueta. Fui.
- Poné acá la manito.
- Uy!
- Sí, poné que Tití te va a sacar las espinas que te enterraste ayer. 
  De su delantal multiuso sacó una pinza de cejas viejísima y una aguja de coser clavada en un pequeño rollo de hilo. Quemó con su encendedor apenas la punta de la aguja y con precisión de cirugía me las retiró una a una con tanto amor y tanta técnica como utilizaba para cocinar. Casí ni sentía dolor cuando escuchaba a la piel circundante reventar como con un chasquido ante la dura frialdad del metal, que inquiriendo las capas mas superficiales de la piel, abría paso para que la pinza hiciese su trabajo. Fue una media hora de ininterrumpido silencio entre nosotros. No volaba ni una mosca. 
  Al terminar me dio un beso en la frente y me mandó a lavarme las manos. Cuando volví había puesto una suculenta y deliciosa mesa de desayuno. Quedé impresionado al ver los brioches y el jugo de naranja. La fuente de vidrio con uvas, las gruesas fetas de mortadella, el huevo revuelto, la tabla de quesos y  el termo de café negro que el Tata siempre prefería ante el eterno mate, solo después de bañarse y afeitarse a la mañana. Eran las 7.
- Fah, te pasaste. Cómo hiciste?
- Magia.- dijo la vieja.
 El abuelo Máximo bajó y trajo su brisa de colonia que siempre me hará acordar a antes del tiempo. Traía una toalla de mano doblada sobre la nuca. Se sentó sonriente y me miró. 
- Bueno, hoy sí, señor. 
- Usted dice, Tata?
- Por supuesto, desayune liviano y vaya a echársele encima a esa yegua, que ustedes dos son el uno para el otro. 
- Parece como si no me quisiera.
- Pero ya te va a querer, no tengas dudas. Y vos a ella. 
 Él y la tía se rieron. Me sentí algo confundido mientras me comía unos brioches rellenos de mortadella y tomaba jugo de naranja recién exprimido.