martes, mayo 08, 2018

Otro adiós ácido

Vetusto almacen de sueños cortados a cuchillo. La palangana de la noche atrapa polvo estelar y ruge expirando interrogantes y desvelo que se sospecha desde el primer párrafo. 
Pocos mensajes, atardecer que es piedra de afilar, mancha de azufre en las fronteras que la lluvia fue borronoeando. Apagón que se volcó sin querer arriba de los tejados de la calle Requena, mientras que alguien arriba, aparece solitario, apostado en la baranda de su azotea. Se astilló un vidrio cuando los pájaros sin sombra, abrieron su pico y sus ojos desfondados. Todo fue negrura y arcoiris de aceite junto a la calzada tambaleante que cruza la calle Guaná. Charrúa. Baker's. Lunes de nadie y el semáforo que se olvidó alguno, vagando por ahí. Un miedo que tienen los tendales de ropa en la azotea. Bicicleta farra, querer decir y no querer. Cesto donde susurran acuarelas, mares de polvo que el rocío revivió con un destello. Sueño de risa otoñal. Se desenfocan espejos por la ciudad.
 Se vuelve a manifestar un extraño símil de carnaval. Ya todo parece inútil. Justo ha de venir sobre la noche en villa dolores, con bicicletas cárie explosión y reloj de arena. Veta peligro al son de grillo dale que dale con su guitarra hecha de almendras. Palabra viva Hoy. Noche borracha y barriobajera, bandera roja en la niebla. La tonelada de amarillo idiota entre los monstruos portuarios, silencio metálico, algo sustancioso pero inenarrable pica sobre los adoquines de la terminal Río Branco. Yo lo siento clarito atrás de mi cigarro. El 230 de Lau ya debe estar por Libertador y yo que busco otros nombres para "Guillotina" y digo rara flor, digo todos los ciclos, digo acá y ahora, como dije recién acá, y ahora. No hay frazada que engalane mi arrogancia, no hay escupida que sofoque la gracia de mi vieja galera de harapos, porque a la vuelta de palacios momentáneos y noches de estrellato, sigue estando la calle Paysandú que no me ha dejado mentir, hasta ahors. Acá la lentitud es libre de abombarse y las ventanas que todavía no se apagaron, tienen la eternidad que mi poesía es apenas capaz de buscar. Veredas vómito de Picasso, almas que en su ausencia se vuelven pozos o Confiterías Bonillas o porcelanas y espumaderas, colgando hasta el día que el amor vuelva. Nadie acuchilló el marmol crecido del alba, nadie desangró con saetas el cuerpo de este delito obligado, nadie abultó con rosarios y estampitas, la cripta donde esperan mis crisálidas. El boleto que hace minutos apoyé en el asiento de junto, quiere ser una gaviota, no imagina que yo, a su lado, soy inconsciente de todo, no imagina que mi gaviota es una enredadera y que el último albatros murió picado por escorpiones que no duermen. Solo se sabe que el bondi da vuelta al ritmo de la calle, que la Seregni cuenta episodios de eternidad y que la vereda a cada hora, se la puede sentir más viva y más pudiente. De momento esto no va a ser la noticia de ningún pariente, que con alarmista decrepitud, toque las campanas del fuego. Voy a trepar los andenes para dejar este pedo de cristales y baratijas, colgado al arco de los libros más antiguos. Le voy a apuntar a los sesos, con la pelota cuarteada y con el rebenque de la miseria, sacando chispa para que se agiten fantasmas espantosos. Viene ahora sí la despedida de este breve trillo, donde quijotería y fuerza vieja, fueron manojos enteros de llaves funcionando. 

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