martes, abril 03, 2018

Desantenar

Ahí me da por pensar que la noche es como un serrucho, aunque inmediatamente sea incapaz de detetminar por qué. En lugar de sucumbir al aplaste de la oración, me afirmo, cagándome en el porque y repito, ahora como si fuese una verdad, que la noche es un serrucho. Y voy a más: la noche es un serrucho que va compartimentando el tiempo, cortando sus ramas incomprensibles y cantando extrañamente, como animado por las cerdas de un arco. La luna es patrona de la masacre que se acuña en el seno de este silencio sospechoso. Yo, ahora convencido de los postulados descabellados que me asaltan, voy buscando funciones en la masa informe, atesorando destellos en el mar de oscuridad que por siempre resistirá la debilidad miope de estas palabras. De corrido me viene la realidad, como una inspectora sin sustancia, llena de miedos y recuerdos borroneados, viene con su gorra a querer poner orden en la catástrofe de mi vulgar inspiración. Me encuentra expuesto, vulnerable y permeable a sus latigazos, que son como los de un policía siniestro. Me pega con el canto de su sable para que delate la verdad de este misterio, como un cliente demasiado acalorado que sacude al mago por la solapa y quiere mear en su galera. Me hunde la cara en el agua. Y yo respiro. Ahora le da por llover, suena una chapa, el inmenso aspersor delante de la luna de pascuas, la cortina corrida sobre las 5 y media de la mañana. La ola de la melancolía arrastra hasta mi su voz, la suave cadencia de sus manos, su licor... Mundo de frutilla pulida, su mordida y su zarpazo, que dejó canaletas para siempre en la noche serrucho que ahora sí, es más material que nunca, cuando compartimenta el tiempo, dejando acá una burbuja de lluvia finita; una irrealidad combativa y algo tímida; un morral lleno de ausencias. Aletea la inmortal entre los duendes de mi imaginación, escupe círculos de humo sobre la ruleta sobre la que gira mi suerte y firma como el diablo, reinando en mi debilidad de este amanecer todavía negro, que viene a cortar el chorro de mis letras, el humedal, la llaga, la comezón sin tregua y la fragilidad, en su máxima expresión. 

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