lunes, marzo 21, 2011

De las cosas que habla mi pueblo


Yo soy así, o paso una semana sin escribir, o escribo todos los días, o escribo un día por medio, o dos días si y uno no. Sin embargo mantengo siempre una constante, que es la falta de calidad literaria. Muchas veces sé y comprendo que mis textos se alejan bastante de lo comúnmente llamado popular ya que intento deliberadamente excluir de mis escritos la mayor cantidad de lugares comunes, tarea en la cual casi siempre fracaso rotundamente. Esta vez, mientras venía caminando bajo la intermitente sombra de los arboles pensaba que debería acercarme más al sentir de mi pueblo y a lo que ellos mismos no pueden parar de pensar. En eso fue que pasabamos junto a una pareja de mujeres de mediana edad y las escucho decir que "sí, porque hay como 10.900 desaparecidos". Inevitablemente, porque de alguna manera pertenezco, me debo a mi pueblo y su sentir generalizado, decidí que apenas llegara me plegaría a esta preocupación haciendo lo poco que puedo, que es escribir algo acerca de todo el tema este de Japón y el dichoso Tsunami. En el siguiente texto, por lo tanto, haré una suerte de recopilación de los datos que van y vienen en las bocas de, no solo mis hermanos uruguayos, sino de una buena parte de la población mundial.

Bueno, por un lado lo primero, la ola. Las imágenes de la ola recorrieron el mundo a la velocidad del agua, la lengua negra del Tsunami devorando de forma atroz e irrefrenable los plantíos, las casas, las gentes, los autos, las casas, los autos, los plantíos, las gentes, las casas, todo en una marejada densa y oscura, llena de muerte y destrucción, llena de una fuerza destructiva tan ancestral que desconoce e ignora por completo todos los métodos humanos de contención. Imágenes de la televisión local, imágenes de celulares, todo tipo de imágenes mostrando una misma y terrorífica cosa. Es sencillo espantarse hasta la médula al ver como la pasión renovadora y dinámica de la naturaleza hace con los elementos lo que se le antoja sin que haya persona o colectivo capaz de detenerla o de mitigarla. Es entonces donde aparece la primera de una larga fila de dudas filosóficas: será que la tecnología de las comunicaciones y el (relativamente) nuevo boom de los medios de comunicación de disfrazar el sufrimiento ajeno de periodismo, es en última instancia la verdadera responsable de tanto horror a nivel internacional. Será que las nuevas televisiones LED nos acercan más a nuestros hermanos japoneses en su horrorosa tragedia. Será que en una antigua televisión a blanco y negro, la cantidad de compadecimiento no es tan alta como lo sería a través de la Alta Definición o High Definition. Retrotrayéndonos a la vieja triquiñuela griega que duda de la existencia de un estruendo en medio del bosque, producido por la caída de un árbol si no hay nadie que lo presencie, podríamos decir que en el caso de no existir las transmisiones satelitales inmediatas, nadie estaría conmovido por la magnitud de la tragedia japonesa?. Cómo funcionará la psique de un beduino que a mitad del desierto carece de los medios tecnológicos como para acceder a la información del Tsunami?. Será esta persona menos sensible y compasiva que la vecina, el vecino que asiste religiosamente a la actualización diaria, al seguimiento compulsivo de la noticia en el informativo central? Bueno, la dejo picando.

Por otro lado, el tema de las centrales nucleares, segundo pilar de una tragedia infernal que parece no tener más solución que el ahínco y la paciencia del pueblo japones. Yo nunca había visto (quizas por no haber presenciado de modo consiente la tragedia de Chernobyl) a doña María o a don José tan empapados en temáticas tan complejas como el funcionamiento o la vulnerabilidad de una planta de energía nuclear. Que la coraza, que el reactor, que la radiación, que el plutonio enriquecido y que por favor no se vaya a fusionar el núcleo porque ahí si que mamita que lo tiró. Ahora, dadas las circunstancias y sobre todo la extremada masifación del suceso, cualquiera es capaz de aventurar una hipótesis sobre el tema. Hasta yo, desde mi total y más absoluta ignorancia sobre el tema, puedo decir que esta bravo el tema, que pa' mi que se van a tener que ir a vivir todos adentro de las montañas porque la radiación que anda en la vuelta no la saca ni Magoya. Es entonces que a uno se le da por pensar que lo que realmente nos interesa no es la incalculable pérdida humana sino el mero hecho de tener un tema de conversación en una preciosa tarde de principios de otoño, la mezquina posibilidad de tomar partido con vehemencia en un asunto que no nos concierne más que como colectivo humano. Lo cual es comprensible dado la condición de nuestro país de ser un verdadero país "fotografía".

Qué es entonces, en resumidas cuentas y con una mano en el corazón lo que nos lleva irremediablemente a discutir el tema una y otra vez, a querer estar informado al respecto, a ver y a rever en youtube los vídeos de la ola, a necesitar compadecerse del pueblo japonés y a temer y a estremecerse con este nuevo y abrumador revés de las aguas y las placas tectónicas. Vaya uno a saber... por suerte ahora está el tema de la guerra en Libia, digo, para variar un poco, no?.

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