lunes, julio 30, 2018

Un poco magra

Y justo en medio del barro, apareció la luz fría. El sol de azafrán lejano que tan poco tira, apareció a la mañana como un regalo para los jardines destruídos y los balcones astillados. Mi alma vagó siempre al borde del sueño mientras duró el celeste arriba. Me hallé desconcertado sin la lluvia acaparadora, no entendía porqué en mis venas seguían croando las ranas y escondida la luna, si los edificios suspiraban aliviados, con un aliento de gratitud colgando para afuera en forma de medias y de fundas. Me pica de forma insistente la cicatriz que tanto atesoré, mientras los ojos, secos ahora, se dejan apoderar por la enjuagada inmensidad del presente. Alguien que quiero va a viajar. Alguien que apenas olvido, me recuerda al pasar. Los que desconozco ni siquiera me ven remontar la peatonal Sarandí. Noto que tengo en la carne, el estremecimiento que me dejó una murga al marcharse. Los que extraño irremediablemente, desde su cementerio, se aparecen vivos en mis sueños. Y todavia falta agosto. 

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