sábado, julio 24, 2010

Carta perdida en la noche

Moviéndome por las aceras oscuras de la ciudad del invierno he llegado al margen de interminables lagunas, monstruos de olvido liquido estancado. Ahí es cuando miro la luna redonda, pálida y congelada sobre mi propia cabeza y recuerdo los ademanes blandos de tu mano, la roja hemorragia de tus labios sobre la penumbra de tu carne temblorosa. Pierdo la cuenta de los meses solitarios, de los meses hondos en que han florecido estos poemas de nadie, que nadie recoge, que nadie lee, que nadie mas puede sentir... Esta noche esta llena de eso, de esto, de aquello. Los que creen conocerte piensan que saben quien sos en realidad. Sin embargo yo tengo una serie totalmente distinta de postales, una colección de diapositivas exclusiva donde paso el día recorriendo los antiguos palacios de tu perfume, donde me pierdo las estaciones por oler a penas el reflujo dulce de tu cuerpo en mis brazos. Todo me lleva a esconderme en esta bruma siniestra que ha tomado la ciudad, todo me lleva a callar este sufrimiento de hoguera que germina en la profundidad de mi alma. Espero poder con esto enderezar, formular, desentrañar el profundo secreto de esta sensación sombría. Espero tocar de nuevo la certeza perfecta de tus muslos, encontrar sus dos mundos distintos, su universo helado y su reverso lleno de fuego y de perversas mariposas. Este reloj que me tiro dios por la cabeza cada día da una hora distinta, unos días es una hora sórdida y reventada, otro día es una hora de lunes que vierte lagrimas perdidas en la esquina deshabitada, otro día es una hora luminosa de paloma y verdes campos de fútbol.... pero casi siempre resurge la veta envenenada de tu aroma de reina, de tu armoniosa presencia de animal esperado.

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