martes, marzo 08, 2022

Ese nombre

 Existió en las venas distantes del tiempo, una noche en la que Sila era todavía jóven. Solo una o dos personas aquella madrugada de excesos sospecharon que aquel muchacho pelirrojo iba a escupir llamaradas sobre el Foro y se cagaría en la madre del tercer fundador de Roma. Esa noche el Aventino estaba precioso y Sila era todavía jóven. La pequeña Flavia, una hija feliz de la violenta cultura de la prostitución, se había perdido para siempre en los ojos del futuro dictador. Aquellos ojos grises, se posaron levemente en la piel de la joven mujer, la miró con la curiosidad que sienten en esos casos, las grandes personalidades de la historia. En una de las oleadas amargas del vino de la medianoche, Lucio Cornelio Sila pensó que el humano es una criatura de lo más apasionante. Desnudos entre otro montón de sueños torcidos, yacían repleto de un éxtasis casi religioso. Aquel momento recóndito de la madrugada recordó Lucio Cornelio Sila en batalla alguna vez. O retirado ya en su villa de Puteoli, el aire se le volvía Flavia y le todo era aquel Aventino justo antes de amanecer y nada jamás volvía. Sólo ese nombre y nada más. 

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