domingo, septiembre 13, 2009

Hojas Marrones Deshechas - Entrada nº500

En esta montaña de rosas a medio marchitar
vengo buscando el rastro herido que me persigue.
Justo en el momento en que brilla una estrella
todo se resetea y parece quedarse como flotando,
suspendido en un manto de sueños cansados.

Tantas veces he querido,
muy pocas veces he amado.
Ahora se corta la respiración
y este instante se vuelve inmenso,
mientras hablamos de política
o de aviación o de ensueños.

Las cosas que hemos dejado pendientes
se van volviendo una materia viva,
mientras rechinamos nuestros dientes
y lamemos nuestras propias lamentaciones.

Queda una bocanada de aire,
queda esa poesía informulada
y muchas formas complejas
todavía sin descubrir.

Marchamos, en ésta finita procesión,
con la vista suelta en dos mil puntos
negando una buena introspección
a causa del abrasivo dolor de nuestros pies.

Muchas veces intentaré estar contigo
y más veces todo se hará pedazos
no interesa quién seas,
y al fin de cuentas, tampoco quién sea yo,
solo interesa esa aguja de perla
que atraviesa el infinito
agarrándose de todo
y lastimando la pasmosa continuidad
con un metafísico afán de misterio.

He vigilado este firme paredón
desde el comienzo mismo de mis días.
Nada parece cambiar sobre su rostro de piedra
pero cuando miro por detrás de mi hombro
veo la desolación de las infinitas muertes
y el brillo flaco y renovado de todos los nacimientos
que completarán el ciclo de nuestra propia desaparición.

Me quedo con mi única respuesta
esta anodina sensación de estar viviendo
para siempre sobre el filo de un cuchillo.

Hoy no tengo un tonto poema de amor,
solo un manojo de hojas marrones deshechas
y esta armadura de carne que duele por la vida misma.

Me quedaré esperando la gris resaca de las olas
y mantendré mi mano en alto,
esperando la palabra
y sintiendo el tiempo por adentro.

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