miércoles, abril 19, 2017

Aquella época devorada por vegetaciones

Claridad, lejana distante separada
línea de mestizaje desgarrado
porque la ciudad vieja
como caparazones de tortuga
se agazapa en medio de las calles
y la bahía con sus dragones metálicos
funde de aspiración la lentitud del tiempo

Vacío de canciones de amor
en una repetición tediosa
mis entrañas dolientes
mis pensamientos ultrajados
mi corazón que triunfa en medio de la tempestad
mi corazón tormenta que muere en medio de la vida
mi sangre oleaje impuro
entre vientos de alquitrán 
que aturden a las estatuas. 

Mis cansados relojes
decoran el fuego violeta
y sus ojos
más lejos que los míos
renunciados al carnaval
beben su propia ausencia
por calles y bares
que jamás se cruzan con los míos

Ramas desnudas
en vientos temblorosos
han dejado huellas de arsénico
en la ingravidez sin palabras
murmullo decorado con latidos
pulsos vacíos parecen inconducentes
y este afán de vomitar
toda su ternura
porque tras mis párpados
habita indeleble
el fulgor de sus pupilas
un dolor indecible
que se vuelve mariposas de ceniza
en las vísperas de otro mayo frío
sin ella.

Ventanas en colección maratónica
la noche hecha con perros sueltos
alaridos subterráneos que pululan
tras telones de piel
y lágrimas añejadas en pestañas

Soy experto de soledades
soy domador de búhos 
en noches de cristal definitivo
paseo con una herida
desde la garganta hasta la ingle
por donde la corona de mi esternón
reulce como una joya de nadie
vaciada de magias.

Cada tanto hago buches con mi veneno
escupo el cielo decorado de perlas
me cubro los oídos ante los tambores
huyo entre grietas del brillo de una serpentina
me voy sangrante frente a la alegría del vino
y soy insonoro mural de bestias
en decadentes espejos que a nadie acechan.

Miro entonces con asombro
la yema de mis dedos profanados
y encuentro multitudes de lunas menguantes
que albergan blanca malicia de fósforo
el ventanal y su muchedumbre
el arrabal y su melancólica agresividad
me desenvuelven o me atrapan
en brisas peligrosas.

Hay un automóvil
hecho con cosas que nunca sucedieron
avanza entre fantasmas
a toda velocidad
en charcos de espíritu 
y sogas de ahorcados
Se detiene en una esquina de nadie
alguien sube
alguien que a su vez es nadie
sube con el cuerpo desnudo
e intenta perderse tras abanicos de humo.

Calla entonces lo que atrapan mis ojos
el cerro a lo lejos parece desvincularse
y un cielo de plomo y hollín 
escupe azucenas delirantes
para realezas de cadáveres
y sombras ralentizadas 
que finalmente tampoco son nada
ni nadie

Se queda todo como está
mientas el universo
es ferozmente devorado por sí mismo
un rumor eléctrico llena la madrugada
de un vacío por momentos insoportable







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