viernes, julio 28, 2017

historia de Valentín Fonseca (parte 1)


  •    Parece normal ahora, pero no lo es y hasta yo mismo puedo advertirlo. Incluso aunque mi concepto de normalidad diste mucho del suyo estimado lector o lectora, reconozco que estas experiencias, de las que voy a dejar constancia en el presente texto, escapan por completo a cualquier intento de digestión intelectual guiado por el sentido común. Ha pasado más de un mes desde la primer instancia, de la que guardo un estremecedor recuerdo y cuya singularidad me causó en ese momento, un terror paralizante que me impidió hasta ahora, intentar compartir con el mundo lo sobrenatural de los inusuales acontecimientos. 
  •  Era un martes gélido aunque soleado de principios del invierno y me hallaba yo en casa de mi mejor amigo , convidado por este a tomar unos mates y conversar de nuestras pasiones. Después de un buen cuarto de hora de conversaciones terrenales, mi amigo me invitó a que aprontase el mate. El frío dentro del apartamento era a esa horas, próximas al ocaso, como una presencia incómoda y dolorosa que a cada minuto se volvía más intensa. De modo que fui a la cocina y abrí la jarra eléctrica con el propósito de llenarla con agua para la infusión, desde la sala mi amigo me avisó que en el termo aun quedaba algo de agua y que la reutilice. Nada pudo prevenir a mi tranquila psiquis de lo que estaba por suceder, abrí el termo y cuando volqué su contenido dentro de la jarra pude distinguirlo con aterradora claridad: un cuerpo de agua sólida. Dentro del flujo que vertía en la jarra, un cuerpo informe y de apariencia casi gelatinosa se camuflaba con el agua y se perdió dentro de la jarra sin emitir sonido alguno. Fue tan clara y sustancial su presencia que ahogué un grito de sorprendido espanto dentro de mi boca y soltando ambos implementos di dos pasos hacia atrás. En ese momento me vi en la disyuntiva sobre si contarle o no a mi amigo acerca de lo que acababa de atestiguar y si bien la imagen no dejaba lugar a dudas sobre su aterradora realidad, decidí no compartirla, ya que por supuesto, cuando revisé dentro del aparato, no lo volví a ver. Me sentí pálido por unos segundos, hasta recuerdo haberme mareado un poco. Sin embargo toda sensación de molestia se desvaneció de pronto y en 15 segundos su impacto fue naturalizado en mí a tal punto que proseguí con la tarea que me habían encomendado y puse el agua a hervir e hirvió y tomamos mate y comimos pan con dulce de membrillo sin ninguna intervención ni del cuerpo misterioso ni de su recuerdo en mi cabeza. 
  •    Esa noche, ya en mi propio apartamento, maltratado por el frío del camino, tuve ganas de preparar un té para llevarme a la cama y realicé el procedimiento con absoluta cautela pero finalmente sin ningún tipo de sorpresas, así que descarté lo sucedido en casa de mi amigo y me fui a la cama con total tranquilidad. Caí dormido casi de forma automática tras haberme terminado el té e ingresé al mundo de los sueños promovido por un cansancio físico algo extraño para mis habituales noches de soledad. Eran poco antes de las diez y media de la noche. 
  •     El día siguiente se desarrolló con regularidad hasta poco antes de las seis de la tarde, cuando me hallaba apostado en el balcón mirando al sol sumergirse en las violáceas aguas del poniente invernal. Fue entonces que el recuerdo vívido del sueño me asaltó con despiadada claridad. Había soñado que estaba sentado al cordón de la vereda en una calle absolutamente familiar y que bajo mis pies corría un agua verdosa y pestilente y que me estaba humedeciendo los bordes del calzado, entonces me paré de un salto y fijé toda mi atención en mis pies, un poco molesto por no haberme dado cuenta de donde los había puesto. La molestia cesó y en su lugar surgió una honda sensación de curiosidad al ver como el minúsculo caudal de agua podrida se convertía en un delgado riachuelo de aguas cristalinas y el entorno trasmutaba de urbano a agreste con esa naturalidad que solo en los sueños sucede sin ocasionar profundos sobresaltos. El cielo era inmenso sobre mí y reinaba el silencio apenas perturbado por el fluir del agua. Me invadió una calma inusitada y me centré en la contemplación de la nueva escena, pero apenas se restableció la continuidad de mi percepción pude distinguir frente a mis ojos, en medio de la tenue corriente, un cuerpo sólido que parecía flotar delante de mí, se trataba de la misma materia acuosa que habitaba en el termo.En el acto lo asocié con la insolita experiencia en la vigilia durante el día y sentí una especie de curioso cariño por aquello que claramente había vuelto a mi encuentro dentro del sueño. De modo que me tendí en la fresca grama de la orilla y me dispuse a mirarlo con detenimiento, intentando, de algún modo, entablar una comunicación con el cuerpo que en ese instante se me antojó no solo vivo y consciente de sí mismo, sino amigable y más aún, ansioso por tener un contacto conmigo. Fue en ese momento que miré hacia abajo y me di cuenta que mi ser carecía de sustancia, es decir, al enfocar mi vista en el suelo, en lugar de mi cuerpo y mis pies, solo pude ver el mullido césped siendo apenas acariciado por una brisa delicada. Al volver a dirigir mi mirada al agua y al extraño ser que en ella parecía flotar, el agreste paisaje se disolvió de la nada y quedé entonces como entumecido en una infinita penumbra de gris rojizo, donde un ululante zumbido presidía el aire y dentro del cual, y frente a mí, a unos dos o tres metros, este fascinante ser acuoso me miraba. Digo miraba porque sin un ápice de dudas pude sentir el peso sobrenatural de su mirada, aun cuando carecía de ojos y de cualquier otra característica organica, hundiéndose en algún lugar indefinido de mi pecho, tocandome con una vibración muy grave, portadora de la seriedad impersonal de los siglos infinitos, sentí su afán por comunicarse conmigo y lo sentí con la profundidad de su remota personalidad. Aquel cuerpo liquido pero mágicamente encapsulado, estaba ahí, había venido desde alguna remota gruta de la inmensidad a comunicarse conmigo. 
  •   Una singular variedad de emociones me recorrió como un estampido y desperté con el sonido de la alarma del celular, sin recordar absolutamente nada del sueño hasta la tarde, cuando después de atender a mis obligaciones diarias, el recuerdo de las opresivas sensaciones padecidas, asestó en mi  ánimo un golpe devastador. 
  •    Se había puesto ya el sol, junio era una marmita de denso gris y el viento capitaneaba las esquinas de la aduana, donde la gente ya había dejado de transitar. 
  •    Esa noche me costó muchísimo caer dormido y recuerdo con cierta difusión que hebras sueltas de sueños sin sentido pero muy intensos, se entretejían con una molesta vigilia en la que parecía siempre estar despierto. Miré miles de veces mi reloj de pulsera y si bien conciliaba el sueño de forma breve, la parte vigilante de mi ser parecía no darse cuenta que cada breves intervalos se sumía en ensoñaciones fugaces pero puntualmente intensas. Advertí desde el inicio que estas experiencias no solo serian complejas de entender si nos guiamos solo por la común racionalidad y nuestras facultades de uso frecuente, sino que además serían aún mas complejas de narrar por su inusual ascendencia en la totalidad de mi propia psique.

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