miércoles, octubre 25, 2017

Otra vez a la muñeca

Volver, después de un año de mate lavado y 51, después de la rabia y de la amnesia, de 300 lunas vacías y 5 o 6 botellas, volver entre los brotes de las veredas, al barrio de mi murga, donde canta hasta la medianoche la gran muñeca de mis amores profiados. Vuelvo enamorado del desamor, como siempre, cantando un cuplé de viejos carnavales y mascando el chicle junto con las ganas de abrazar este presente lleno de calles y de barriles. Por avendia Italia, con la inyección de olvido que es menester en estos casos, vuelvo a la isla, a dormir la grapa aguada, a fumar en mi silencio, que es otra vez, el cantar de la murga.
Entre las sábanas viejas de una canción nacen los pétalos nuevos, reverdece la esencia y vuelve a sonreír, distinta, parecida a siempre pero hecha completamente por células nuevas, cavidades donde la vida revoluciona y se arman los acordes, los solistas despliegan sus colores y yo brindo y aplaudo con el corazón para mis adentros, mientras sonrío como si fuese un niño de humo.

Ahora ya espero el bondi, los grillos acallan al último susurro de una moto que se pierde en la distancia y dobla un chevrolet gris y la vida sigue y acaso su recuerdo pulsa un sol menor en mi viejo corazón de caballo. Existe una constelación donde todos los miedos son trompetas y donde un abrazo equivale a un costal de trigo. Ahí la recompensa es solo un recuerdo tras el cual vamos a tientas, tristemente esperanzados.
Llega al fin la medianoche, demorada entre dobleces, pero inflamada de una paz movilizadora, se trata de cazar el poder, recuperarlo entre latigazos y fuegos de metralla. Se trata de visualizar la luz que se resblandece bajo el agua y encausar el nado, deseando que algo valga la pena, que tenga un significado y cristalice antes del último desenlace. Los murguistas se tomaron ya su ómnibus, Nico Grandal se fue en Uber, yo me hago eterno en la parada mientras dobla otro chevrolet y pienso en gasalla. Pienso en el señor N y en la vasta madrugada de su cyber, donde el fanjo adornaba en girnaldas y donde la mañana llegaba siempre con total puntualidad.


60 ciudad vieja. La ciudad cambia sus ojos para los que, al fin, vamos camino a casa. Resuena otra despedida, por los viejos pasillos donde la perdí y en los que grité por ella. Ahora el omnibus es como una pecera, rabiosa, llena de nada, en la que suena Serrat y se escucha el silencio, hacerse fuerte entre el motor y los pozos, entre una tos y un olor acre, entre Santiago de Anca y Colombes. Siempre en el 60. La noche se mueve de a poco, definitivamente no estoy levitando. Pienso en lo comida que es la Diva, en lo comida que fue esa morocha de mi muerte, en lo comida que soy yo, pataleando por el mundo, lastimando a la gente por el placer de no sabernos letales, por la angustia de querer ser aquello que nunca será. Qué comidas! Suben las veinteañeras al 60 y pienso en lo comida que ha de ser también la rusita de mi volver a padecer el deseo, la gema de adrenalina que se confunde en los bailes de moda, donde es la nieta del fletero y es, definitivamente, el golpe del bajo y la batería sobre el caballete de la noche... Siempre enel 60, Ciudad Vieja.

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