lunes, enero 24, 2011

Carta de amor a Valizas


Regreso hoy de tus arenas ardientes, de tu playa indescriptible, de tu cielo hasta el tope de sueños ... regreso pero no puedo volver todavía, estoy atascado en el balastro fino de tu calle principal, estoy atorado en tu ambiente de duna inmensa, en tus alas de patos, en tus ojos de lobo marino, en tus besos de medusas, en tu luz de vela, en tu olor a monte, a sal, a desierto. Estás en el medio de la realidad y el ensueño, en el medio de la fantasía y el olvido, entre el mundo y el cabo polonio estás, Valizas, divina como una esmeralda inmensa entre la agreste pradera de palmas silenciosas. Todos tus colores danzan en perfecta armonía, sobre el húmedo sabor del reggae somnoliento y fiestero que despilfarras en cada esquina. Sonriente poblado de estrellas, guardiana de una forma simple de vivir, de una paz honda y delicada. Me tienes atado en tu paisaje de botes, en tus antorchas de circo callejero, sigo vibrando en el ardor de tu arena al mediodía, regreso a casa y sin embargo te tengo pegada en la retina, en la yema de mis dedos, en la punta de mi nariz, en la triste comisura de mis labios. Me baño y me lavo la cabeza intentando remover los jirones de tu ensueño maravilloso, mientras pienso en tu sereno, mientras sigo recordando los acentos y los rostros lugareños que te dan esa vida única y preciada que tan hondamente cautiva a quien oye el crujir de tus ramas, a aquel que siente el bravo rugir del océano indomable a aquel que encuentra los lobos muertos en tu orilla sin culpa. La luna como un berberecho gigante saltaba del mar perfumado y buscaba hundirse desesperada en las arenas mojadas del cielo. Iba trepando la escalera oscura del espacio y dilapidaba su luz en alumbrar nuestros rostros maravillados, nuestra honda expresión de gratitud, de amor y pasión sin restricciones. Tendré que volver ahora a pretender que he regresado a mi casa... cuando en realidad mi casa es la bella suavidad de tu verano, Valizas...

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