miércoles, septiembre 27, 2017

Historia de Valentín Fonseca (parte 9)

- Qué quiere decir con que vive acá?... - pude esbozar finalmente tras un instante en el que creí que toda aquella escena descabellada se iba a disolver lof el peso de su absurdo flagrante, pero no fue así.

- La unica forma de saberlo es estando de este lado. Solo digalo, exprese su deseo de quedarse aquí y podrá averiguar todo sobre esta nueva forma mía y saciar su curiosidad de maneras que todavía le son imposibles de concebir.

   Durante un momento la vista en derredor me cautivó tanto que me fue imposible continuar con la charla. Los edificios de 18 de Julio habían adquirido un nivel de detalle ampliamente superior al que me era posible percibir durante el estado vigil y ahora su complejidad y el entramado de sus formas y colores se estaba llevando mi atención como la atención de un niño es capturada y arriada en una juguetería. Pensé que aquella vez era la primera vez que estaba en presnecia de formas y colores de verdad. Fui consciente que jamás antes se me habían aparecido con tal totalidad.

  Me sentí entonces flotar, acercarme a las molduras cenicientas, ver a través de los vidrios de las ventana la muerte fresca de las oficinas, el mutismo de los escritorios, las líneas blancas de la calle en su paralelismo, contrastando contra el gris envejecido de la avenida. La plaza, con los dibujos insospechados de sus baldosas, se revelaron ante mis ojos de una manera que solo el que flota sobre ellas es capaz de conocer. La estatua de Artigas en su caballo improbable, la altura simiesca del Radisson Victoria Plaza, la cantidad de antenas que coronaban los edificios en torno mío, todo me apabullaba en su inmensidad pero sobre todo me sentí dominado por la claridad sobrenatural con que todo Montevideo se desnudaba para mí. Yo flotaba, volaba sin arrastrar la pesadez de mi cuerpo, solo como un cúmulo gaseoso, intensamente consciente de sí, veloz y ligero, yendo y viniendo en lo que parecía ser la volatilidad de un domingo soleado en el centro de la ciudad.

   Escuché la voz del doctor Fonseca hablando en mi cabeza que me decía: ha visto o sentido alguna vez algo de similar porte. Verdad que nunca pensó en esto como una probabilidad tangible y tan cercana como lo esta su decisión de permanecer acá, lejos de la muerte y de la mediocridad de un cuerpo orgánico, para siempre tan ligero como un soplo de conciencia, con total libertad de recorrer a su antojo el mundo entero y también más allá del mundo ...

- Esto es real?- pregunté ahora enclavado en la duda vital acerca de la realidad de toda la experiencia. Y cuando lo hacía, la intensidad con que mi percepción trabajaba se disminuía de manera casi total y me podía saber en mi cama, sentir el color de mis sábanas, percatarme que estaba sudoroso y frío. Tenía la sospecha íntima de que todo se trataba de un simple sueño, pero a su vez, la solidez de lo atestiguado, su homogeneidad y su perfecta continuidad, en verdad me estaban pareciendo más real que el resto de mis experiencias durante la vigila.

- Por supuesto que es real, amigo. Está usted volando sobre la plaza independencia como lo hacen esas palomas que pasan ahí.

Entonces volví a la escena, ahora apostado contra un vidrio de lo que supuse se trataba del edificio Libertad, estaba dentro, dándole la espalda a un cuarto donde no había nadie. El efecto de intensificación de mi percepción se restableció.

- Y cómo es que nadie me ve?

- Digamos que estamos en un estrato más alto de la misma realidad, vibramos en una frecuencia que toda esa gente de ahí es incapaz siquiera de concebir.

   Entonces descendí la vista y me fijé en las personas que esperaban el omnibus, en los techos rojos y blancos y negros y verdes de los autos que se detenían en el semáforo de la calle Andes. Era consciente del pulso vivo de la ciudad, su personalidad algo distante, su olor de mar dulce, del flujo de pensamientos y sentimientos que la recorrían como sangre por arterias de baldosa y alquitrán.

  - Le voy a enseñar una cosa, permítame.

  Me di vuelta y nuevamente estábamos en la cúpula del Salvo, con la ciudad derramada a nuestros pies.

  - póngase cómodo e intente dormir.

  - pensé que ya estaba dormido.


  - se va a sorprender, se lo aseguro.

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