lunes, noviembre 13, 2017

Dudas

Estoy como perdiéndome en el laberinto de sus ojos. Creo reconocer en el color del amanecer, sus manos, el suspiro angustioso de su borrachera. Tengo miedo, pánico a que me encegezca, a extrañarla, terror de necesitarla. Me despierto a las 6 de la mañana a escribirle esta melada deconstrucción de mis sentimientos en forma de carta. Sé que no voy a tenerla solo para mí, pero a su vez, el deseo de volver a surcar su cuerpo se hace cada vez más invasivo y me duelen las manos, me arde la boca, febril y opresivo en mi cama, le escribo como si fuese una playa que en vísperas de un verano tardío, le pide al mar el más elemental de los abrazos. De momentos también me afilio a la sinrazón de creer que no fue lo correcto, pero mis huesos descartan al final, cualquier arrepentimiento, porque después de casi un año de engordar mi soledad en noches de nadie, pude abrir la tranquera y dejar que un rayo de luz, acaricie la sequedad de mis claveles. Y así ando ahora, en este domingo amarillo con viento, calado por una impresión, ansioso en mi pantano de silencios, con mis ojos acrílicos y mis manos ausentes, escribiendole...

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