viernes, noviembre 24, 2017

Exposición de la mortalidad

1.30. Necesito escribir. Mis enunciados son cada vez más delgados. La noche dolor es noche púrpura. Los ojos del muerto y la caricia de aquel espejo negro. Llueve en los montes de mi melancolía, siempre. Las nubes de arroz cubren la ciudad con abalorios y los delfines apenas existen. Saltan los fantasmas en su tristeza absoluta, cantan los cuervos mientras los gatos lloran de amor insólito y allá viene otra vez el terremoto. Hay un mosquito en mi cuarto, hace como 200 años... Los ladridos llegan como por un tubo hasta mi cerebro y por más que llore o grite o escriba caravanas de poemas, el gato de Schrödinger, está vivo y muerto a la vez. 

Hoy vi a un empleado municipal, pararse arriba del esqueleto de una mujer, para separar de los huesos, la vieja lonja que fue una vez su piel, vi una cuchilla de mango blanco que se hundía en lo que una vez fue si carne estremecida de amor. Vi los huesos de mi abuelo, como palitos y flecos. Pero mi abuelo usaba shorts a cuadros, cuidaba sus lentes, ponía siempre las cosas en su lugar, hacía pollo a la parrilla y se enojaba seguido. Jamás estaría dentro de un cajón lleno de telarañas y moho. Ahí no había nadie y mucho menos él. Lo supe instantáneamentete. 

Sin embargo mi mamá lloraba tanto... Que yo era un témpano. Un domador de mis horrores que casi no había dormido. Tenía restos de pintura en mi cara y mi cuello. Pero pude dejarla a ella en un banco, lejos de la hilera de féretros, en un banco perdido del cementerio mientras yo me las ingeniaba para no sentir más que un leve olor a humedad y la certeza absoluta que nuestro tiempo es finito.

Entonces... Siempre que me encaro con la mortalidad pienso en ella. En su abrazo, en la ráfaga de vida que nos partió al medio aquella tarde casi tántrica. Me duele nuestro silencio, pienso que ninguno de los dos podrá mirarse a los ojos cuando éstos sean polvo de alas de polilla, echados al viento de la eternidad. Por eso quiero creer que ella me esta leyendo ahora, en este momento y que en algún lugar de su corazón vivo, sabe de lo que hablo y que va a ensanchar sus casillas para darnos otro abrazo. 

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