viernes, abril 17, 2009

Una mancha en la pared

Hay una araña.
Una araña oscura y antigua
que ata con su tenebrosa tela
los millones de cabos sueltos de la noche.

Dan sombra...
sus alas invisibles
logran las sombras más oscuras,
sobre los ángulos perdidos
y las claraboyas solitarias.

La calle Cerro Largo
visitada por lejanos fantasmas
se funde en los comienzos de la Aduana
mientras el polvo corre libre
en el cordón de la vereda.

Y esa araña,
que camina por las paredes
del azul profundo superior
y envuelve con la canción de su tela
a todas esas interrogantes vacías,
a todas esas mulas leprosas
que no tienen norte ni dueño
ni salvación ni olvido ni sabor.

La gente en la plaza de los mendigos
siente a la potente cachila del tiempo
y tal vez sin darse cuenta, también,
es atacada por esa araña infinita.

Mis manos temblorosas
solo piensan en dormir
en ésta hora de manzanas verdes
y de primeros soplidos de otoño.

Creo haber visto una mancha en la pared,
como una humedad viscosa que fluye en su sentido.
Creo que siento, ahora con vasta claridad,
la helada compulsión de sus infinitos telares de plata,
que al final terminan de atar a la noche
a éste páramo de sueños
sin retorno.

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