domingo, octubre 09, 2016

LVIII

Unos días antes de eso, volviendo yo de a casa de Lucía, allá en Solymar, estaba sentado escuchando radio en un asiento sobre la ventanilla. Las calles hijas y nietas de generaciones de polvo amarillo claro pasaban frente a mis ojos perdidos en la emisión radial. Escuchaba como siempre que podía a Julio César Migues y sus Migues News.  Estaba bien. En una de las paradas que salpican las márgenes se avanza Gianatasio, distinguí una esbelta figura femenina que portaba una guitarra desnuda. Se subió. Habló con voz alta y segura aunque con gran ternura e invitó al pasaje a escuchar su interpretación de pensando in voce o como mierda se escriba pensando en ti en portugués. La cosa es que por el pasillo se acodó en el asiento libre a mi lado y desde ahí se lanzó en una afinadísima interpretación, el cuerpo liviano de su voz tenía un color casi celeste, blanco pero no pálido, sino  un intenso tono pastel. Cantó y de nuevo, segundo día consecutivo que me estremecía hasta la coronilla con el canto de un artista del volante. 
    Me deleité con su canto como si de verdad fuesen chorros de algún tipo de luz. Cuando mandó la segunda estaba yo tan absorto en la suave textura de su cantar que me es imposible recordar que canción era. En un momento no sé, me dio como el impulso de hablar con ella, cosa que nunca, pero mi mente giró y se balanceó sin hallar el ángulo por donde establecer una breve conversación, un contacto como mucho. Pensé enseguida en Facebook y preguntarle si estaba en la red social. Sonreí, me pareció carecer de la necesidad de hacer eso. Termina el tema y la aplaudo, todos la aplauden y ella , muy bonita y de gran prestancia, sonríe agradece y pide las colaboraciones. Cuando vuelve del fondo a bajarse por la puerta delantera, vuelve a agradecer y dice: mi nombre es O.P. si quieren pueden buscar en Facebook, tengo una banda, hay cosas subidas y eso. Se bajó. 
   Apenas tuve acceso a la www ingresé a buscarla. No sólo la encontré sino que ya era mi amiga, entonces le escribí felicitando su talento y su gracia. Habrá demorado poco más de 20 minutos en responder. Cuando lo hizo hablamos unas tres o cuatro nubes cada uno. Aproveché el momento para contarle de mi vocación de escribir. Ella se mostró entusiasmada y me preguntó qué estilo me gustaba escribir. Le mostré un poema secreto de uno de esos días (durante aquellos días me tenía limitado el recurso poético para la construcción de esta novela).  Le gustó, mucho dijo. Quedamos en que le mandaba algo más tarde. 
   Inexorable, el ocaso llegó apenas más tarde que el día anterior. El cielo con algunas nubes vaticinaba una noche fría de primavera. Empezaba a crecer la luna alta en la vastedad del universo. La brutal agitación de aquellos días me hizo en determinado momento estar esperando a Andy en un banco frente a la Facultad de Derecho. Demoró bastante y la agitación de la hora pico era vertiginosa, estudiantes iban y venían, mujeres rubias de mediana edad en la última fase de su pelo largo antes de cortarlo bien cortito en pos de la tranquilidad de parar in poco de cuidarse el pelo. El 103, el 60, el 180. Los ómnibus borroneaban el escenario de vidrieras en 18 de Julio. Dos muchachas muy bellas y sonrientes se acercan a mi y me piden fuego, yo les doy pensé, pero me limité a sonreirles y darle el encendedor. Se perdieron tras la esquina mientras un viento malicioso despertaba sus jóvenes cabellos. La pelusa puta de los putos plátanos de mierda flotaba triturada en el aire fresco de la proximidad del ocaso. Fumé otro tabaco inmundo con mis gafas de sol puestas, de nuevo olía bien y en cierta forma ridícula y extraña, emanaba luz y onda. 
     En ese momento desenfundé el teléfono y comencé a escribir una canción para que O.P. cantara. Tras unos 7 minutos de concentración el resultado fue este:
"Si algún día te dejo de querer
Y quedan sin rumbo cierto
Las aves del amanecer 
Te dejaré en el aeropuerto 

Voy a dar vuelta los relojes 
Y correré de nuevo en la arena 
Apagaré el retrato de tu mar
Si una vez te dejo de querer 

Porque es tan larga tu ausencia 
y tan aguda mi soledad 
Que tendré que morir mil veces 
Para volver a respirar 

Quedará en la calle vacia
 un rastro de melancolía 
Y una flor rota sin nombre 
Si una tarde no logro recordar 

Tus ojos vivos
Tu olor de fiesta
Tus pasos fríos
La noche abierta 

La madrugada 
De nuestra orquesta 
Y el alba tibia 
Con su protesta 

Me perderé en la luna
Tras una nota errante
Y volveré a la tierra
Ya sin querer tocarte 

Porque no habrá regreso 
No quedarán jazmines
Las ventanas cerradas
Y el sol no tendrá brillo 

Si una noche 
Yo te dejo de querer. 
"
Esa misma noche primero a su musa inspiradora y luego a O.P., mandé el texto a a través de Facebook. La segunda me respondió casi enseguida diciendo que le había fascinado por su poesía y musicalidad, que le encantaba la idea de trabajar en conjunto la composición de algunas canciones, por ejemplo esa. V no respondió sino hasta la mañana siguiente cuando me escribió: qué triste. Pero linda. Pero triste.

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