domingo, abril 17, 2016

Arrullo asustadizo

Sé que ya lo dije como treinta veces
-a veces no es suficiente-
la eternidad amarrada a un poste de luz
que a veces da sombra
proyectada en grises alas de palomas
sinsabor de acostumbrarse
y un reiniciarse inmaterial
porque te estaría buscando más allá de las palabras
y encuentro inconsistencias
trozos de desgarros rodando por el suelo
un suspiro adornando un rincón sin luna
la locura que destornilla la razón
canción de arrabales que detienen el tiempo
pero cada hora se hace más larga
más tediosa, más llena de látigo 
desencontrada y arremolinando purezas
en la boca de un aljibe desfondado
empañado, el vidrio atormenta el pecho
porque no pasa ni una caricia
más allá de todas esas ganas locas
me quedo pensando largamente
es como un queso de grandes agujeros
donde el universo empequeñece
pintado en el canto de un ladrillo
quisiera poder abrazarte
y que al menos una vez me dijeras
lo que quiero escuchar
pero si lo haces... 
el reloj volvería a derretirse
la casa se haría un pantano
crecerían líquenes en los sillones
y sin respiración, volvería a retorcerme
por la vanidad volátil de tu abrazo
por la curiosidad inocente de tu mirada maravillada
por la playa de tus piernas
una herida en el corazón del alba
impertinente imprudencia alcanzando mi médula
atorada de apuros urgentes
parece que te reservaras para mí
pero no se si creerlo
no se si en verdad hay algo más que espuma
en el vaso melodioso y aterciopelado
de tus bellas palabras
perdona que te lo diga así
pero hay horas en las que a mi también
todo se me pone en duda
horas de garza en las que el hervidero de la inconsciencia
aturde multitud de párpados
en la apesadumbrada inoperancia de mi corazón 
tengo miedo que todo sea mera fascinación
y tu abrazo remonte antes del fin
mi callejón adoquinado
para retirarse pa siempre
a otras latitudes más verosímiles,
quiera el amor que no sea así
que mañana al despertar
sigan tus ojos velando mi calma
sigan tus besos perfumando las mañanas
siga tu cafe con leche entibiando la tristeza de algún lunes
porque para mí no hay otra cosa 
que dejar mi sangre en la arena de tus manos
y enderezar los latidos
contra la catedral de nuestro propio destino

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