lunes, abril 25, 2016

mañana de multitud con frío

Es la hora de plomo
casi todas las ventanas 
están derretidas
y el viento canta grave

Afuera, su mordisco
es casi incalculable
porque batalla
porque en medio de todos los silencios
lucha 

La luna en su profunda presencia
es pedestal de la noche
es para la noche lo que para mis ojos
un manantial de cuarzo 
salvajismo virtualmente inmóvil

Todos los paredones estan empapados
y sobre las olas de la rambla
silban las barbas de Neptuno
mientras algunos veleros
perdidos en el horizonte
sufren irreparables rasgaduras

Y el tiempo es tiempo
es plomo, es brasa y humedad
manto y tijera, tierra y muralla
mas allá de este puñado 
de constelaciones errantes

Rindiéndole culto a la noche
mis ojos neblinosos 
colocan una tras otra las letras

Pero en la parra quedan
algunos racimos de ojos
colgados de un hilo
y tu nombre lleva y trae
una chispa de ánima 
por las canaletas de la madrugada
y quedan pájaros de papel
doblados junto a la cama tibia

Mirando la velocidad del córcel
crece el pasto y las setas y las flores
el árbol en su vegetativa lentitud
siente el universo en su propia savia

El último quiosco del domingo
yace ahora congelado
por la escarcha de un lunes afiebrado
mañana de multitud con frío

Los bares contraerán el cólera de las letrinas
pero algunos posillos, junto con sus mascotas
prevalecerán al tedio de los balcones de Bartolomé Mitre
la fuga de la peatonal vejará a la supuesta 
Puerta de la Ciudadela

Porque el viento se acumuló de golpe
y los gatos tuvieron que irse a dormir
clavar sus garras en los almohadones
y abandonar su grácil musculatura
a los dominios apacibles de Morfeo

Porque en los arroyos de la periferia de Montevideo
hay una exhalación que pronto estará congelada
y todo aquel que deba atravesar caminando ese puente
sentirá que un millón de fantasmas apuñalan su carne con frío
y espantos tristes de épocas pasadas. 

Hasta que el tris de un semáforo
haga cambiar el infinito para siempre
y se agoten las balas de la duda y el miedo
para rebatir la mordaza 
que nos apaga la magia. 

Es entonces que llega la última de las estrofas
cuando nuevamente el viento coyote
anuncia la muerte del otoño




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