jueves, abril 28, 2016

Primer estufa a gas

Eternas escaleras en pendiente irreal y continua
se escucha el tambor de los pasos
aniquilar la serenidad de los rincones
y dejar sin espacio a el último aire 
recóndito en su naturaleza intrínseca
agazapado entre nieblas y hollines
ese caudaloso mar de espanto y tinieblas
la opresión que gobierna el segundero 
descontrol por todas los ciclos naturales
éxtasis de trapecista apuñalado 

La descostillada frivolidad de los colores
ha paralizado hasta los hielos glaciares

Antiguos en su embate silencioso
rompen relaciones diplomáticas con el alba
en una seguidilla de días oscuros
y noches sin tiempo,
hasta las tetas de herrumbre
y escorias de metales pesados
flotando por el aire. 

Se fue la penúltima mordida
ese tarascón tirado al viento.

Ahora se apresuran ansiedades sin nombre
por vastos paredones en sistemática transformación
Por todo el tiempo que dure una lágrima 
sobre cualquier otro canto de sirena
que anuncie tormentas y pedestales
avanzará el silencio, arbitrará debates de ahogo
mientras cada día dura un poco menos
y la noche se va haciendo infinita
entre mayo y la concha de la lora.

Por la lira de armonía ausente
que está atornillada a mis párpados
que no suelta otra carta que agonía
y temor arrollador frente a la estufa. 

Es una melaza tan gelatinosa
y estática que aturde hasta a los no videntes
porque en los hocicos del diablo
caen los pasos que no hemos dado
a causa de alguna loca impresión
o un duro y áspero presentimiento. 



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