sábado, junio 04, 2016

Por Pura Cortesía

Por eso la azucena croa en el filo de las paredes y por las molduras, también se escurre una palabra que es un nombre. Amanece el caos de las polillas y la tempestad amaina, entregando al frío, la vanidad absurda de sentirnos inmortales. Tan breve es la distancia que nos separa de la oscuridad definitiva, tan ardiente puede ser la vela que acuña interrogantes, solo con detener la voz del comentarista interior, podemos percibir con claridad de vaso, las verdaderas botellas del universo. Tronar los dedos, emitiendo musicalidad de huesos y desnudar la corteza de los sueños, para atajar el pulso de la otra realidad, es posible habitar el cuerpo de quien sueña, encarnando los designios de su atención, enfocando con el abdomen, la indomable correntada de lo desconocido. 

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