viernes, marzo 06, 2009

Cronicas Desiertas # pst 8 - La luz del día

Así de pronto, tan súbitamente como había recibido los tres balazos en el cuerpo, Xavier se despierta en una cama, se siente absolutamente destruido, su memoria es un barrial donde todos los sucesos de su vida han sido inundados con sangre, con su propia sangre. Su boca está completamente reseca, sus vigorosos músculos se hallan ahora atrofiados por el reposo y la falta de actividad. Inmediatamente su mentalidad de soldado traiciona su convalecencia y el primer pensamiento semi consciente que tiene, de nuevo en la vida, es hacer un conteo sistemático de las partes de su cuerpo, las piernas, los pies, los brazos, las manos, los dedos, moviendo apenas, muy levemente y con mucha dificultad cada una de sus extremidades Xavier se da cuenta que si bien su cuerpo es un mar de dolores tristes y mezclados, ya viejos, todo se encuentra en su lugar. Tan súbitamente como había caído en aquel insondable mar de sombras del que afortunadamente no ha llegado a guardar ningún recuerdo, Xavier despierta, sin embargo no puede abrir los ojos, sus parpados pesan demasiado y el efecto de la medicación le dificulta aún más la coordinación de mente. Se siente abatido, exterminado, con nausea, débil y extremadamente confundido, no puede todavía abrir sus ojos. Intenta, sin éxito, mover un poco su cuerpo de lado para encontrar una posición más cómoda. Aun no logra comenzar a preguntarse, dónde está, ni cómo ha llegado ahí, ni cuánto tiempo hace que se encuentra en ese estado, su mente solo le alcanza para enfocarse en el acto más inmediato que es no decaer bajo el peso mortal de esa fuerza que lo hunde permanentemente en el dolor de todo su cuerpo, que le dificulta respirar y que por ahora le impide abrir los ojos.
Las horas pasan y Xavier es permanentemente zamarreado por un sueño pesado, que a intervalos le permite apreciar nuevamente la vida, una vida que aunque escasa y dolorosa, le sabe terriblemente bien. Evidentemente no tiene la capacidad fisica de demostrar sensación alguna, pero cree, que cuando despierta, sonríe. Cree que siente que sonríe, cree que piensa que se salvo, cree ahora más que nunca y con una fuerza todavía informulada que es completamente invencible, su mente una vez más lo traiciona. Las horas pasan, la noche por fuera de su cuerpo es un bazar de silencios, solo escucha so propia respiración retumbar en la tibia oscuridad donde se halla constantemente llevado y traído por un sueño sin imágenes, por un dejarse llevar hacia donde fuere... Repentinamente le viene una palabra a la cabeza "avellana" y se queda masticándola durante minutos que es incapaz de contar o de medir de manera alguna. Avellana, repite y sedado como estaba no siente emoción alguna ante ésta palabra que le baila de un lado para el otro, chocándose a cada rato con un sueño pesado, sin imágenes, que lo zamarreaba en tinieblas, hacia un momentáneo apaciguarse de los miles de dolores de su cuerpo y de nuevo a la realidad oscura de aquella cama cuyo paradero ni siquiera ha comenzado a intentar descifrar. De a poco y con el transcurso de la noche, su mente comienza a adquirir una potencia suficiente como para mover un tantito su cuerpo hacia la derecha, encuentra acomodo al fin... se va dejando llevar de nuevo hacia el sombrío dominio del sueño... antes de caer logra sentir por encima del silbido que de manera intermitente ataca sus oídos, una respiración pesada, como de alguien durmiendo profundamente muy cerca de él. Por un instante en el que no logra discernir lo que ocurre, se siente extrañamente seguro y sumado a que ha logrado mover su cuerpo un tanto, alcanzando de ésta manera la posición que tanto anhelaba, queda dormido de nuevo, pero más cómodo y de manera un tanto más relajada que las anteriores veces. El amanecer amenaza lluvia detrás de los techos por fuera de la habitación donde de a poco, muy lentamente, Xavier se va encontrando con él mismo, dormido, liquidado, pero vivo tal vez y eso era lo único que importaba para él. Vivo.

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