Era tarde tras las tunas de la sombra, pasábamos, juntos pero separados alrededor de un reloj de arena que se derrite y va dejando sus huellas.
Nos miramos, como desconociendo nos o desecando nos en palabras frías y miradas perversas. Todo aquello que una vez nos iluminó se fue volviendo un extraño polvillo que se arrastra sin querer por las estanterías del corazón. Las pinturas en la pared emprendieron una lenta fuga, desde mi desconcierto y tu imprevisible celeridad por refaccionarlo todo en pocas fracciones de meses. Ahora yacemos desde esta nueva vida de perros, ( y lo digo por lo perro y desalmado que se puede llegar a ser) desde esta nueva tarea de mil manantiales diferentes. Sin Nosotros. Sin retornares o Consuelos.
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