-No se qué me pasa Kika
-Estás ebrio, qué te va a pasar?
-No, pero aparte digo, con vos, no se que me pasa.
Kika mostraba su interminable hilera de dientes blancos, redondeados y perfectos, a lo lejos asomaban los primeros rayos de luz. Xavier estaba bajo los efectos del alcohol y el ácido lisérgico y aún así no encontraba la manera de decirla a Kika lo que sentía, seguramente fuese porque él mismo no sabía muy bien qué era lo que sentía. Se encontraban apoyados contra el balcón finamente trabajado, en una de las terrazas amplias que había en la hermosa y rica casa donde amigos de Kika habían instalado un lujoso salón de fiestas, al que asistían periódicamente millonarios excéntricos de todos los puntos cardinales y pervertidos de clase alta de todas las índoles. Allí simulaban gran civilización y elegancia, pero el alcohol y los estupefacientes iban convirtiendo a la refinada fiesta en una increíble bacanal al estilo romano, el nombre del lugar ya de por si era bastante sugerente: El Infra. Ésta noche por tratarse de un día de semana, la fiesta en el Infra había sido relativamente tranquila. Xavier callaba y se mordía los labios y Kika se fumaba un cigarrillo sonriendo y mirando siempre a los ojos del joven.
-Sos un hijo de puta, guacho.
-Ja!, decime algo que no sepa. Vos te pensas que yo quiero esto de mi vida, no mi amor, estoy haciendo dinero, mucho de él, pero además estoy estoy pensando en algo alocado, en algo alocado donde apareces vos.
-¿Yo? Ah, mira... y cómo es eso bien, a ver contame.
-Por ahora no te puedo adelantar nada - ríe entre dientes, como si le costara creerse a si mismo- pero si todo me sale bien en quince días me van a acreditar una suma muy importante - ríe, sabe sí, que es realmente importante -
- Y vos te pensas que a mi me importa la plata nene? Dejame decirte que estas bien equivocado.
- Kika.
-¿Qué?
- Estás drogada.
La pareja suelta una risotada histérica y se mueven en su sitio, el amanecer aflora sobre el horizonte deforme de la ciudad somnolienta. Xavier la toma por la cintura y la acerca hacia si. Ella por un momento esclava de sus emociones siente seguridad al lado de él. El momento se prolonga casi eternamente. El sol a su vez parece cristalizarse en su sitio y demora su salida para no velar la oscuridad de aquellos dos corazones que se encontraban cada tanto para aunar sus mares de desconsuelo, pero cada vez era peor, cada vez sentían cosas más inexplicables el uno por el otro, la vida de Xavier podía acabar cualquier noche de éstas, en una sesión de ciento cuarenta balas, en una explosión en la frontera del enemigo, en una botella de agua envenenada. La guerra que él peleaba era tan silenciosa y letal que si acababa con su vida probablemente ni él mismo se diera cuenta. Salen del club, Kika se acerca a su mercedez compressor y con la mirada le ofrece subirse a Xavier. A las ocho de la noche de ese mismo día Xavier se despierta instantáneamente en el cuarto inefable de Kika cuando suena su teléfono, extrañamente había descansado, se sentía un adolescente común luego de haber tenido horas de sexo con su amante luego de la salida del sol, Kika parecía un legitimo ángel de Boticcelli tendida de espaldas en el somier desordenado de sabanas negras revueltas, revelando lo generoso de sus curvas de encandilante blancura. Era el Alfa, imposible seguir a Kika, había que reportarse, su ilusión se había quebrado. Decide mejor no despertarla, pero ella desde su largo y pesado sueño de casi doce horas lo siente irse, lo siente cruzar la puerta y luego sus pasos en el asfalto de la calle, sigue durmiendo, pero no por mucho más.
-Estás ebrio, qué te va a pasar?
-No, pero aparte digo, con vos, no se que me pasa.
Kika mostraba su interminable hilera de dientes blancos, redondeados y perfectos, a lo lejos asomaban los primeros rayos de luz. Xavier estaba bajo los efectos del alcohol y el ácido lisérgico y aún así no encontraba la manera de decirla a Kika lo que sentía, seguramente fuese porque él mismo no sabía muy bien qué era lo que sentía. Se encontraban apoyados contra el balcón finamente trabajado, en una de las terrazas amplias que había en la hermosa y rica casa donde amigos de Kika habían instalado un lujoso salón de fiestas, al que asistían periódicamente millonarios excéntricos de todos los puntos cardinales y pervertidos de clase alta de todas las índoles. Allí simulaban gran civilización y elegancia, pero el alcohol y los estupefacientes iban convirtiendo a la refinada fiesta en una increíble bacanal al estilo romano, el nombre del lugar ya de por si era bastante sugerente: El Infra. Ésta noche por tratarse de un día de semana, la fiesta en el Infra había sido relativamente tranquila. Xavier callaba y se mordía los labios y Kika se fumaba un cigarrillo sonriendo y mirando siempre a los ojos del joven.
-Sos un hijo de puta, guacho.
-Ja!, decime algo que no sepa. Vos te pensas que yo quiero esto de mi vida, no mi amor, estoy haciendo dinero, mucho de él, pero además estoy estoy pensando en algo alocado, en algo alocado donde apareces vos.
-¿Yo? Ah, mira... y cómo es eso bien, a ver contame.
-Por ahora no te puedo adelantar nada - ríe entre dientes, como si le costara creerse a si mismo- pero si todo me sale bien en quince días me van a acreditar una suma muy importante - ríe, sabe sí, que es realmente importante -
- Y vos te pensas que a mi me importa la plata nene? Dejame decirte que estas bien equivocado.
- Kika.
-¿Qué?
- Estás drogada.
La pareja suelta una risotada histérica y se mueven en su sitio, el amanecer aflora sobre el horizonte deforme de la ciudad somnolienta. Xavier la toma por la cintura y la acerca hacia si. Ella por un momento esclava de sus emociones siente seguridad al lado de él. El momento se prolonga casi eternamente. El sol a su vez parece cristalizarse en su sitio y demora su salida para no velar la oscuridad de aquellos dos corazones que se encontraban cada tanto para aunar sus mares de desconsuelo, pero cada vez era peor, cada vez sentían cosas más inexplicables el uno por el otro, la vida de Xavier podía acabar cualquier noche de éstas, en una sesión de ciento cuarenta balas, en una explosión en la frontera del enemigo, en una botella de agua envenenada. La guerra que él peleaba era tan silenciosa y letal que si acababa con su vida probablemente ni él mismo se diera cuenta. Salen del club, Kika se acerca a su mercedez compressor y con la mirada le ofrece subirse a Xavier. A las ocho de la noche de ese mismo día Xavier se despierta instantáneamente en el cuarto inefable de Kika cuando suena su teléfono, extrañamente había descansado, se sentía un adolescente común luego de haber tenido horas de sexo con su amante luego de la salida del sol, Kika parecía un legitimo ángel de Boticcelli tendida de espaldas en el somier desordenado de sabanas negras revueltas, revelando lo generoso de sus curvas de encandilante blancura. Era el Alfa, imposible seguir a Kika, había que reportarse, su ilusión se había quebrado. Decide mejor no despertarla, pero ella desde su largo y pesado sueño de casi doce horas lo siente irse, lo siente cruzar la puerta y luego sus pasos en el asfalto de la calle, sigue durmiendo, pero no por mucho más.
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