viernes, marzo 28, 2008

Sortilegio

Y yo que caminaba sin sombra por la tarde de venas abiertas buscando un nombre en las paredes de la soledad. Y yo que me retorcía de ganas de saber como sería encontrarte así, tan de golpe, tan de asalto. Nunca imaginé que sería así, tan divertido y alucinante. Tan cegador y fascinante que no pude menos que arrojarme sin paracaídas en la inmensidad de tus ojos marrones, en la claridad sin fronteras de tu sonrisa abierta como unas alas de gaviota perpetua. Lloro, lloro de locura por ésta noche colmada de señales que me llevan a tu cuarto de nena grande, que me llevan sin que yo lo sepa al estampado de tus hojas y la árboleda de tu tinta y tus letras. Tiemblo de ansiedad por sabera ciencia cierta lo poderoso de nuestro salvajismo sin escrupulos. Le temo a la oscuridad de tus horas perfumadas, al terremoto de tu vientre. Pero a la vez lo deseo con todo el cuerpo, con toda la cabeza, con las manos y los labios, lo deseo con todas mis fuerzas de animal adormecido, el temblor de tus párpados sobre mis manos lentas, el canto de tu piel bajo las estrellas perversas que animan el fuego que me consume desde antes, que soplan la brasa de mi condena de espera siniestra, de reptil cazador al acecho infinito. Los minutos corren, el reloj lo sabe todo, la arena se cae sin remedio por el tiempo y pronto estaré ahí, a tu lado tibio.

Para L.