martes, febrero 17, 2009

Crónicas desiertas # pst 7 - Pausa

Morir en una emboscada, joder. Los alemanes se estaban avivando, que raro. Xavier nunca se cuestionó lo ilógico de la misión. Justo Diego Avellana iba a estar ahí en una reunión tan secreta que ni siquiera tenían gente afuera. Avellana era el segundo de una de las facciones que estaban por unirse al mando principal de los alemanes, inflando con sus violentos y decididos componentes, las filas permanente mermadas.
Jirafas rojas, se hacían llamar los hombres de Avellana, que en éste caso resultaban gravitatorios en el rumbo inmediato de la guerrilla. Que locura... una emboscada... por supuesto Trébol, que es el segundo mejor de la fuerza después de Xavier, exterminó a tres de los cinco hombres de Avellana que intentaron sabotear la misión, los otros fueron abatidos por Pablo, quien también se encontraba escondido ahí, pero en otra línea de disparo. A la luz de los acontecimientos, resulta evidente que Avellana nunca estuvo en ese edificio. Ahora el problema sería identificar al eslabón débil, al que pasó mal la información de primera mano al Alfa, porque era una orden directa de él. Por teléfono dijo, Xavier quiero que vayas a ese lugar y le hagas un favor al país matando a ese cerdo hijo de mil putas. Xavier no titubeó en decir que sí, que por supuesto, no dudó en dejar la cama llena de sexo y de sombras de Kika, aunque en el momento en que recibe los múltiples impactos metálicos, desea con todas sus baleadas fuerzas, antes de perder por completo el control de su cuerpo, haberse quedarse con ella, con ella en su regazo suave, sobre su piel estirada y sus senos perfectamente operados. Que horror... solo un perro canta en la negrura de la noche de la muerte, otra noche igual a todas, llena de horrores y de muertos, perdiendose para siempre bajo las narices de los cómodos habitantes, que se ahorraban el sin sabor de estar al tanto de la hecatombe que se producía por las calles menos imaginadas.
La luna vacila al salir, la noche exhala su aliento petrificado y los ecos de las balas están llegando ahora al borde de la ciudad. Los camiones de la feria comienzan a salir en algún lugar hacia el tiempo que no se detiene por nadie ni por nada, salvo en contadas ocasiones. Kika se siente mal ésta noche, sin saber nada de nada aún, se levanta de su cama y vomita en el baño, tiene mucha resaca, y eso que ella nunca, se siente para el carajo, le duelen las piernas a causa de la dura sesión de sexo hace tantas horas ya. Se ve en el espejo y piensa que a lo mejor no debería seguir frecuentando a aquel sombrío ángel asesino que la hacía sentir peligrosamente feliz, humana y lo que es peor, vulnerable. Llama a pedir comida bien liviana, decide que no irá al la "recepción" que ofreceran para agazajar a un primer ministro muy reconocido en Infra a partir de las veintitrés. Sin formularlo plenamente siente que será mejor quedarse en casa ésta noche.

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