lunes, julio 11, 2016

herencia chinawski XIII

   Antes de escribir tenia que limpiar la grasera. Asi que eso hicimos. Mi padre y yo estabamos superando algunas rugosidades en nuestra relacion y el olor fetido que exhalaba la graesera nos mancomuno. Vomito, mierda, grasa acumulada de años, tods los olores nauseabundos del planeta salian de ahi. Fue una tarea dsepreciable, pero haberla finalizado estrecho los vinculos algo deteriorados por las carencias que nos trajo la muerte de la abuela, mi estado de profundo abandono y la mudanza a colon.
   Despues de esto nos subimos a la asotea para retirar grandes pedazos de membrana asfaltica destruida por el tiempo y las embestidas del inmenso nogal que en epocas de crecimiento se apoyaba con tal fuerza en el techo que abrio largos agujeros en el material aislante. De este modo el agua de la lluvia habia empezado a colarse y se presentaba, puertas adentro, con la cara de inmundas manchas de humedad en numerosos puntos del techo.
     Desde ahi arriba se podia divisar todo el pasado. Los 15 años que pasaron desde que fue colocanda la membrana me asaltaron en las alas de incontables recuerdos. Yo era un adolescente medio problematico y en busca de aislamiento trepaba al techo por la ventana del cuarto de mi hermana y me echaba a tomar el sol aplastante del verano que ademas se multiplicaba en la superficie de la membrana. 
    Tambien las horas nocturnas tenian su particular atractivo, ya que cuando todos dormian yo abria cautelosamente La puerta del fondo y lo cruzaba para ir hasta el terreno de al lado a hacer mis visitas de rutina a mi primer novia, quien me recibia siempre detras de la reja de su ventana, donde pasabamos las horas entre besos, susurros, y los primeros cigarros. teniamos 14. Entonces aprendi de primera mano lo que era el dolor de huevos.
    Pero ahora nada. La manta de la tarde con su triste llovizna era todo lo que tenia. 
    Mas tarde prendi la estufa a leña y use como combustible, entre otras cosas, una silla rota que mi abuela usaba a toda hora siempre que no estuviese acostada con la tele a un volumen altisimo.  
    Ahi estaba yo, quemando el pasado, viendo arder las cosas, senti melancolia y mientras leia a kosinski, me fue invadiendo a mordiscones un resentimiento oscuro, un gusto a hernia, a edema, a fractura, un olor a orin rancio, ganas de estar solo y miedo a estarlo en partes iguales. Cene y no pude aunque quise disimular mi cara de culo envenenado. 
   Era tan lento y tan largo el tiempo de la muerte y del olvido...

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