miércoles, marzo 07, 2018

El Mal de Holmes

Escaleras con molestias quieren hablarme de aquellos abrazos indescriptibles. Me tropiezo al subirlas absorto, pensando en su ser, dándome amor. Encontré en mi nuevo hogar, los restos de nuestra última reconciliación, me perdí de imrpovisto en el recuerdo de aquel 12 de enero, en el que lloré con ella, en el que vi su sonrisa, en el que bajó del taxi con toda su magia reunida en un reproche y una entrega que no he vuelto a disfrutar. Se fue, porque se vive yendo, se volvió a ir y yo me quedé con mi vida en una valija, con una flor que se marchita entre todos mis poemas. Anduve dando vueltas, cantándole aunque se tape los oídos, amándola aunque se tape el corazón con un silencio tramposo que muestra la hilacha al dejar su huella camuflada en las calles de este blog, que hace tiempo es SU blog. Porque arranca de mi alma, esa búsqueda vehemente de conjurar lo inenarrable, porque sigue su camino, ese que yo tan sólo atisbé, con lo peor de mi imaginación; porque una noche sin aviso, volvió a matar con ignorancia virtual a mis súplicas de abogado vencido. Me dejó plantado ante el altar de un nuevo carnaval, confirmando sin culpa, la falsedad de todos sus argumentos. Ni siquiera he hecho los números de su aplastante vaciamiento, para no constatar que soy juguete de su deseo, por siempre indeterminado. Entonces me estropeo, tomo café rato después que haya salido el sol, encuentro en la mirada del monstruo, el orgasmo horrible de la soledad. Se desintegra la integridad de mi ser, una fuga ahogada en un mar de gente que toma tragos. Parece que necesitara romper toda la cristalería del orden, para intentar explicar por qué duele tanto dolor. Entonces pienso que es todo una estafa y que los responsables pueden ser seres que ni siquiera concebimos como posibles. Miro los relojes y sé que estan todos atrasados, que la abominable mentira es la única verdad entre tantas chozas de vacío y de violencia. Que alguien entienda la carne cortada a machete, el llanto paralizante de una mujer pariendo. 
 Cómo pararse ante la pura maldad. Cómo agarrar antena cuando la estática revienta en repugnante flagelo. Cuánta culpa tiene uno de todos los males de éste mundo?
  Vagar en la ventana del olvido por ahora es lo único que desearía hacer ahora. El mal de Holmes me aborda de maneras que me resultan agobiantes. Debo anclarme ante las olas de la muerte y soportar todas las ausencias que tiñen mi noche de alcohol y de mesas podridas. 
   Ya amaneció hace rato. Voy a dormir. 

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