viernes, marzo 02, 2018

Las Ánimas -16-


  Me di vuelta para tratar de justificarme,  pero mi tía ya no estaba atrás mío, sino que estaba parada en la otra punta, hablando con mamá, casi en secreto. Estuve al borde de caer en pánico, pero el bowl seguía quemando mis manos y en verdad fue un segundo larguísimo el que transcurrió hasta que mis músculos reaccionaron por si solos, soltando el coso caliente sobre la mesa, casi en cámara lenta. La mirada perpleja del papá de Rolo, me hizo tomar conciencia de todo lo que demoré en darme cuenta que me estaba quemando. 
  Algunos chiquilines chicos vinieron a intentar comer un poco, atraídos por lo peculiar de su aroma, teniendo yo que explicarles que no, que estan locos, que si llegan a comer una cucharada se les puede llegar a morir la lengua para siempre. 
 Antes que los gurises llegaran corriendo a la otra punta del fondo, divertidamente atormentados por mi amenaza, en otro acto de inexplicable pericia culinaria, Beatríz, a sus 76 años, saca del horno con una larga pala de madera, una inmensa y perfecta pieza de pan de campo, y con la gracia de una mariposa milenaria, la depositó sobre la mesa, justo a un costado, sobre una tabla, del bowl de vidrio que yo acababa de dejar ahí. Me quedé mudo. Mi padrino avanzó sobre el pan como si se tratase del verdadero Santo Grial, y Beatríz, esgrimiendo su pala, le dijo a los hombres, imitándome:
- Si llegan a comer una cucharada se les pueden morir las bolas PARA SIEMPRE!.
  Con gran dignidad, mi padrino se retrotrajo hacia su asiento y salió de la escena. Yo seguía sin palabras, me parecía realmente inverosímil que el gigantesco pan hubiese logrado tal punto de cocción en tan poquísimo tiempo. Creí haberla visto poner el pan cuando llevaba yo apenas 4 minutos preparando la naranja. Beatríz se dio cuenta de lo que me sucedía al notarme claramente perplejo. Me tocó con la punta de la pala y me dijo:
 - Fue el leudado a la sombra de este Paraíso lo que me ayudó a que me saliera tan bien. 
- Dejáte de joder, Beatríz. Es imposible que hayas cocinado semejante pieza de..
  Desde atrás surgió mi Tía Olga, con una risita entre dientes que me ocasionó el cagazo de mi vida. 
  Me di vuelta con inmediata palidez.
- Y vos le ibas a enseñar a ella cómo hacer un pan de campo, pero por favor!!
  Ambas ríeron con su llantito de viejas frívolas y yo me amargué al sentirme fuera de la magia de su mundo. Como un nene de mamá en los eternos preliminares de un purgatorio gastronómico, en el que las dos mujeres eran Gardel y Lepera, o Emiliano y el Zurdo, ponéle. 
  

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