martes, febrero 20, 2018

Las Ánimas -12-

- No extrañabas esto cuándo estabas en el exterior? - pregunté tras un suspiro, bajo el inmenso paño bombé de la Sierra. 
- Muchísimo. Pero no me gusta hablar del pasado. El tiempo es esto, solo esto, acá y ahora, entendes? - me dijo sin mirarme, ausente en su contemplación.
- Es cierto, pasa que yo me aferro mucho al pasado. Un problema que tengo, claramente. Vivo mucho de lo que ya pasó y pila de veces me quedo como anclado a un evento, por lo general triste, pero algunas veces alegres también.
- No lo hagas más. Date cuenta esta belleza, boludo. - de izquierda a derecha con la palma hacia arriba, Valeria describió un amplio gesto, llenando con el perfume de su piel el aire que a mi me costaba respirar. - Por más que el cielo sea infinito, que las estrellas tengan miles de millones de años, esta foto, este momento es único, no se va a repetir jamás... ta salado, no?
  Se hizo un silencio. Tomámos de las copas, los taninos abundantes y poderosos le dieron al momento, un golpe de efecto que lo hacía realmente memorable. Aunque me costase admitirlo, por primera vez en años estaba en paz. El silencio se hizo más hondo, ni un grillo, ni una rana, ni un tucu tucu, ni siquiera un ternero perdido se atrevió a alzar la voz en aquel momento de máxima belleza. Mirabamos el cielo. Una larga estrella fugaz lo surcó brevemente. 
- Mirá! Qué te dije? - y se rió aplaudiendo como una niña feliz.
- Sí!! La vi, la vi. Qué bárbaro!!
  El destello pareció reanimar el ámbito sonoro de aquel mundo en el que Valeria y yo nos sentíamos inusualmente cómodos. 
  Después de eso hablamos largo y tendido sobre temas mundanos. Su charla se me hacía encantadora. Sabía escuchar y la vez respondía siempre con alguna ocurrencia. Estábamos sentados a unos 150 metros de la casa de la tía, justo al final de aquella calle empinada en dónde literalmente se termina el pueblo. Más allá era todo distancia, profundidad, lejanía y ahora sí, grillos, ranas y algun respolido perdido de alguna yegua trasnochada. 
  En aquella penumbra solo eran visibles los contornos de su rostro y la luz de las estrellas rozaba con gentileza sus mejillas. Sonreiamos mucho. Fue interesante que en ningún momento hablamos de nuestros problemas ni de nuestras historias personales, ni de trabajo o preocupaciones. Era una conversación distendida y fluida sobre temas para nada personales. 
- Es un mundo de puta madre, este. 
  En eso sonó una bocina, el sonido no podia venir desde otro lado que de la casa. 
- uy! Son mis amigos que ya se van. - dijo ella parándose con agilidad de gata jóven. Intenté imitarla pero la cantidad de vino y marihuana que circulaba en mi sistema, sumado por el disparate de comida que ingerí, dificultó la tarea, provocandome bufidos y resoplos. Ella se rió y me dio un beso, saludándome.
- Casi seguro mañana nos veamos. - me soltó cuando bajó la pendiente en un trotecito que fui incapaz de seguir. 
  - ojalá que sí!!! Nos vemos!!
Suspiré y con la botella y ambas copas, volví a la casa a paso lento. El peso de todas las emociones que atravesé en la última semana, se desplomó finalmente sobre mis hombros en la forma de un cansancio casi sobrenatural. 

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