domingo, febrero 11, 2018

Las Ánimas -4-

- Sólo esto cocinaste, tía? - dije mientras preparaba una gran bandeja, repleta de pequeños cuencos con las guarniciones que acababan de salir y me disponía a enfrentar la caldeada tribuna de la barbacoa.
- Tas loco, mijo. Llegaste tarde vos, lo que pasa. Hice una Galette de higos con remolachas asadas y queso camembert. Hice una ensalada capresse con cubitos de berenjena frita, hice otra ensalada de zanahoria asada con lentejas y queso de cabra, hice bombas de papa y pasteles de dulce de membrillo, y de crema, manzana y canela. Pero eso fue para la merienda... Vos andarías arrastrando las pelotas en el Buquebus a esa hora. Tu padre me dijo que venías temprano...
  Se quedaba corta, porque ademas había hecho traer una selección de quesos exquisitos de un establecimiento cercano y amigo de la familia, ni que hablar de los chacareros, las pipas y los salamines que jamás podrían faltar en cualquier celebración que tuviese lugar en su casa. Tío Hugo, sin contar sus torpes ademanes, había colaborado trayendo un arsenal de los mejores vinos de su bodega, que a esta altura figuraba como una de las más relevantes bodegas emergentes, según yo tenía entendido. Guardaba en Serrana, varias cajas de un Tannat 2015 que reservaba para ocasiones especiales. 
  Salí con la bandeja y como un clamor, los saludos y gritos de mi familia se me vinieron encima. Entre una risa de emoción pude percibir el paso del tiempo en sus sonrisas, en el avanzado plateado de sus cabezas y en la pátina de nostalgia que tenían en los ojos. De inmediato y tras unos 10 o 12 abrazos, me hallaba de vuelta en casa y las apariencias avejentadas de mis parientes, se tornaron naturales y aceptables. Las risas bulliciosas de los niños se superponían a los timbres graves y potentes de los más veteranos. Las mujeres cotorreaban. Todo era una composición de júbilo. El olor de la carne y del humo le daban al comienzo mismo de la noche, el mismo aire de todas aquellas noches de verano donde yo era el mismo, donde todos eran los mismos y había también gente que ya murió, y algunos que no habían nacido. Todos estabamos en ese lugar ahora. Celebrando una larga vida de amor por la familia, de la que yo me distancié persiguiendo con ciego afán, la misma pasión que colmaba el aire de la barbacoa. 
   Por un momento quedé ausente, con estos pensamientos haciendo un armónico por mi cerebro. Cuando volví a enfocar la mirada, me cruzo con los ojos algo enrojecidos de mi primo Rolo. 
- Jer - me dijo. - vamo a dar una vueltita?
Pero lo que quería decir era "vamo a fumar un churro antes que salga la comida". Acepté parándome.
- Che! A dónde van? - preguntó mi padrino con el atizador de brazas en la mano. 
- Vamos a fijarnos los autos, que no se hayan robado ninguno - Respondió Rolo, en broma. 
- Bueno, no anden jodiendo mucho que ya saco los choris. 
  Recargué mi copa de vino y con la otra mano tomé uno de los pancitos que estaban dentro de una canasta sobre la mesa principal. En la mesa de los niños, un pote con un fondito de ensalada capresse me llamó y partiendo el pan, levanté lo que quedaba. Era delicioso. El sabor me hizo sentir vivo y a salvo. Salimos a la noche inmensa de la sierra. 

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